Fotografía de Don McCullin - ‘Snowy, Cambridge, early 1970s’

jueves, 9 de diciembre de 2010

Recaída

No lo he podido evitar.



http://ahoraquecaigo.blogspot.com/

miércoles, 18 de agosto de 2010

The End

Tal vez haya servido para ordenar algo mis ideas, aunque creo que si realmente se han aclarado en alguna medida no es debido a este blog sino a lo que la red me depara como mero observador.

Las ideas. Las mías, finalmente, son insignificantes y se resumen en un breve párrafo. En la vida, sea la individual o la social, conviene considerar que no hay ningún objetivo final, sólo rumbos posibles hacia ninguna parte. Elegir los mejores es una honesta tarea ineludible, pero es más difícil de lo que parece y por eso mismo la dejo en otras manos. Solo está a mi alcance intentar descubrir algunas de las circunstancias -el miedo, el poder, la opulencia, la miseria- que hacen más difícil la elección y encontrar el modo de eludirlas y, si es necesario, escapar de ellas. Y confiar luego en la suerte. Francamente, para esa tarea de frailecillo medieval este blog es completamente innecesario.




P.S.: Y si me sobreviene la torpe verborrea, que no digo que no y que miedo me da, ya veré dónde la deposito. Será por lugares.

lunes, 26 de julio de 2010

Hasta la tercera y más allá



O cómo saber hacer una segunda secuela con el mismo talento y brillantez que la primera película. Una gozada.

viernes, 9 de julio de 2010

Al frenesí, puerta

La roja, la rojigualda o la madre que la parió, que viva, que estoy disfrazado nuevamente de forofo pero sin banderita, pero si es casi Cataluña la que juega, Cataluña, el tótem que siente y padece y nos habla mientras los policías descubren que no pueden detener sin orden de un juez, que manda huevos, que entre ciertos jurisconsultos de casino, sesudos constitucionalistas y el mismísmo padre Montilla, no hago más que aprender el Derecho del revés, que ya la pérfida no es la Albión, es Rubalcaba, que ya ni hay espacio para la crisis económica de lo animado que está el patio con alegres manifas y pronunciamientos variopintos, así que algo tendré que hacer que me veo quieto y me preocupa, que será irresponsabilidad y dejadez.

Pero cuánto entusiasmo en el personal, y qué panorama más espantosamente aburrido y qué ruido tan molesto. Qué calor.

Cierro suavemente la puerta y ya no oigo nada. Alivio. Ahora mismo solo admito un poco de Gustav Mahler y si se pone melancólico. El adaggieto de la 5ª Sinfonía derretía a Alfonso Guerra y a cualquiera con la mínima sensibilidad necesaria para sumergirse en una música ya para siempre ligada a una muerte en Venecia, pero no conviene olvidarse del arranque del tercer movimiento de la 4ª mientras tomamos un sorbo de cerveza helada.




Y el mundo, de pronto, desaparece.

viernes, 18 de junio de 2010

La última estación

Los escasísimos grandes humanos, si son verdaderamente grandes, son los primeros en considerar sus imperfecciones. Los muchos devotos, sin embargo, si somos verdaderamente devotos, somos incapaces de concebir las imperfecciones de aquellos a quienes admiramos en exceso. De modo que, precisamente por el respeto que merece la grandeza, sobran las devociones, salvo que sean muy imperfectas.




“The Last Station” (2009), de Michael Hoffman.

Basada en la novela de Jay Parini sobre los últimos días en la vida de Leon Tolstoi, narra grandezas, devociones e imperfecciones en Yasnaya Poliana y en la estación término.

En otro tiempo habría vuelto a verla en seguida. Ya no, por mucho que también salga en ésta, precisamente con uno de mis más frecuentes y cargantes disfraces, cada vez más polvoriento: el de perseguidor de héroes o sueños o fantasmas, que en realidad son lo mismo.


martes, 15 de junio de 2010

Péplum

El calor asfixia Capua. Es la vida en mitad de la mugre, la violencia y la barbarie, aunque no parece haber aires mucho mejores más allá de los límites de una República que aún no sabe que sucumbirá, y donde Cornelio Léntulo Batiatus, la verdadera alma de la primera temporada, tiene grandes planes y un destino. Y a saber por qué, yo, Pacificus Zeligus, quiero ver todo eso de cerca mientras me revuelco en el detritus de una brutal civilización.



Spartacus, Blood and Sand (Starz Entertainment, 2010). Excesiva y sanguinolenta, desde luego, pero con una trama que va ganando pulso, sostenida por personajes que van adquiriendo consistencia. Se recomienda, no obstante, verla con una bacinilla a la vera y no precisamente para las pipas.

jueves, 10 de junio de 2010

Arrullo

No puedo tener más sueño. Si lo tuviera estaría dormido.

Una nana estaría bien, Hélène.



Merci.

domingo, 6 de junio de 2010

Cine y vocaciones

En el periódico local entrevistan hoy al que fue Fiscal Jefe del Tribunal Superior de Justicia de Extremadura. Todo un personaje. Afirma que su vocación como fiscal nació del protagonista de "Matar un ruiseñor" (1962).



Mi caso es diferente. La primera vez que vi aquella deliciosa película, el personaje de Atticus Finch no me pareció un ejemplo profesional, sino un modelo humano. Así que prefiero pensar que mi tardía vocación de picapleitos la despertaron personajes de otra pasta, menos excepcionales o más bien nada excepcionales en absoluto.

Espero que no se me olvide: en mi futura entrevista tendré que citar al abogado Wirf de "Nobody's Fool" ("Ni un pelo de tonto", 1994).

lunes, 24 de mayo de 2010

Epístola de Zelig a sí mismo

En esto de la crisis y la forma de superarla hay dos planos. Por un lado, el de las medidas racionales que, teniendo muy presentes nuestros cretinos instintos, sirvan para encauzarlos hacia lo que consideramos (¿cretinamente también?, quién sabe) mejor. Es un plano en el que mi completa ignorancia económica me impide decir nada.

Pero luego está el plano de las actitudes, esas que sí, lo sé, apenas pueden cambiarse y que a lo sumo lo hacen lentísimamente, si es que cambian. Lo que se dice en relación con ese plano es básicamente verborrea, un puñado de buenos y simples deseos, sí, también lo sé, pero es mi campo. Algo así como ejercicios de autoayuda social al modo del insufrible Bucay, cuyo disfraz de charlatán, sí, también lo sé, últimamente llevo a cuestas. Pero como observo que es muy fácil criar perfectos cretinos, irresponsablemente, habrá que intentar que uno mismo lo sea algo menos, por muy inútil que termine siendo el esfuerzo.

Este es mi sermón, hermanos:

El esfuerzo acaba recayendo sobre la clase media, se dice con irritación. Sin embargo, en verdad os digo que no imagino que pueda ser de otro modo. Dejando al margen consideraciones sobre la justicia, no hay nada más lógico. No es solo que sea la más numerosa, es que la clase media constituye el punto de apoyo de una sociedad realmente desarrollada y en ella radica la mayor consciencia del esfuerzo colectivo que requiere mantener el bienestar general. De hecho puede decirse que la unidad de medida del progreso social, al menos tal y como yo lo entiendo, es la tasa de crecimiento de su clase media.

La clase alta puede construirse su propia comodidad, su propio mundo, mientras la escasez de recursos y las exigencias de la supervivencia en la clase más baja limitan decisivamente su capacidad de cooperación. Hay excepciones, sin duda, hay filántropos adinerados y experiencias solidarias de autogestión en la marginalidad, pero en una sociedad como la nuestra el empuje colectivo está en la clase media y no podemos esperarlo en ningún otro lugar. Pese a la indiferencia general y el fastidio de algunos, realmente vivimos en una mesocracia.

Bien mirado, todo ello no es algo de lo que lamentarse, sino de lo que responsabilizarse. Y si en una crisis como la presente la clase media asume los sacrificios necesarios para no perder miembros, sería incluso algo de lo que enorgullecerse.

(Nada mejor que este blog para predicar perogrulladas en el desierto).

viernes, 21 de mayo de 2010

Flipper, ladrón

Los pequeños no pueden estar quietos y la tienda de animales es una oportuna alternativa que me libra de su nerviosa compañía mientras espero en la caja del hipermercado. Abonada la compra, los pequeños insisten siempre en que entre a ver la nueva oferta de mascotas. Sobre todo la pequeña. Hoy son unos gatos peludos que nos observan con ojos grandes y curiosos. El otro día, un cachorro de bulldog dormitando. Antes, unas ardillas eléctricas. Debo fingir ante los niños para evitar complicaciones. Conviene que no sepan, al menos aún no, que los animales de la tienda me interesan a mí incluso más que a ellos.

Nosotros y los otros seres vivos, nos los comamos o no. Nuestra conciencia y las conjeturas (de nuevo) en torno a dónde alcanza la suya. Y las sorpresas que siempre depara cualquier experimentación seria y concienzuda.



Beware of Flipper, Flipper, he's such a lover,
You will discover when he steals your heart!

La canción ya se lo advertía a Richard O’Barry, uno de los adiestradores de los delfines hembra que interpretaban el papel de Flipper en la serie de televisión. Al principio no hizo caso, pero después Ric tomó conciencia de la conciencia de esos mamíferos y se entregó a la causa de su libertad, y en contra de los delfinarios a cuya proliferación sabía que había contribuido.

El premiado documental “The Cove” (2009), narra su denuncia de lo que sucede en una bahía en Japón, en Taiji, donde se capturan delfines para los acuarios y se mata al resto para aprovechar su carne, al parecer tóxica por la alta concentración de mercurio. Vencer el secretismo local y sus controles, y conseguir así filmar la matanza de delfines, pasa por organizar una operación prácticamente militar que se describe minuciosamente.



Quedo con la sensación de que el documental tiene algo de exagerada dramatización. No dudo, sin embargo, de la sinceridad del personaje de Ric y del íntimo lazo que ha establecido con esos mamíferos. La firmeza de su compromiso no es solo comprensible, es realmente admirable.

Se trata en cualquier caso de una muestra muy concentrada de empatía y ya se sabe lo muchísimo que la valoro. Burlarse de ella tiene el mismo sentido que hacerlo de la generosidad. Puede que ninguna de las dos sea capaz por sí sola de resolver algunos de los dilemas en los que cuentan, pero son completamente indispensables para resolverlos de la mejor manera.

Sí, ando pensando en los toros.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Conjeturando

Vivimos en el error. Las cosas no acaban siendo como creíamos que eran. Las primeras impresiones nos confunden, cuando no lo siguen haciendo las quintas. Si repasamos nuestra vida honestamente no vemos más que un permanente gazapo. Persistente. Habrá excepciones, pero son pocas, así que es poco probable que seamos una de ellas.

Puestos en situación, quedan dos opciones. O somos escépticos con nuestro propio criterio, o nos entusiasmamos con nuestras casi seguras equivocaciones. Y aunque lo parezca, no es más cómodo lo segundo, que exige mucho fingir, mucho inventar y, finalmente, mucho (tratar de) justificar.

Inmerso en el mundo de las opiniones necesito referencias, puntos de apoyo, y luego apuntarlos. Simples frutos de mi miope observación. Hoy, miércoles 19 de mayo de 2010, anoto la enésima conjetura en el margen del blog: si no eres humilde -y creo que eso se percibe-, tu opinión vale menos. O mejor: si no eres humilde, estás jodido.

Como han sido ya muchas aunque no las recuerde, llamaré a esta conjetura la "Zelig-veintitantos". En algo muy, pero muy, lejanamente parecido a la notación matemática se escribiría así:

∀opinante X ∉ los humildes ⇒ X ∈ los jodidos
.

A ver quién es el guapo (no humilde) que la refuta. O (el humilde) que la demuestra. Al distribuir así los cometidos de unos y otros, ya se ve que sospecho que nuestras particulares conjeturas no son más que una proyección de lo que somos o, más correctamente, de lo que queremos ser. Y esa sospecha, por supuesto, no es más que una nueva conjetura, la "veintitantos + 1" para ser exactos.




Pero qué gusto da dejar las cosas en orden.

lunes, 17 de mayo de 2010

La crisis, el excedente, los funcionarios y el monje

Lo confieso: hace nueve años solicité la excedencia en mi puesto de funcionario para tener menos ingresos. Es mi forma de entender la microeconomía y no sabría decir en qué escuela de negocios lo aprendí. Ya cerró. No negaré que había entonces buenas razones para mi decisión, aunque también es cierto que el tiempo reveló que eran malas. ¿Quién iba a imaginar aquello? No importa. Lo decisivo es que hace nueve años entré en recesión y la primera variación intertrimestral fue de verdadero pánico. Y las sucesivas. Y no sé si en algún momento he hallado la senda del crecimiento o si es que permanezco sumergido desde entonces en un mercado volátil. No sé muy bien lo que digo, francamente, pero quiero emplear términos a la altura de mi tiempo. Lo que sí sé es que no he vuelto a tener ingresos equiparables a los que reflejaban aquellas puntuales nóminas, que he pasado a trabajar más y que, por encima de todo, me importa muy poco tanto lo uno como lo otro.

Hoy, casualidad de casualidades, me he tropezado con tres antiguos compinches de la misma Administración, cada uno de un cuerpo distinto y todos de un considerable nivel. Supongo que estarán irritados con la rebaja que se les avecina, pero qué les puedo decir que no sea que no comprendo la importancia que cualquiera quiera dar a tener un poco menos. De hecho, hace tiempo que pienso que tener un poco menos es un camino que convendría a las sociedades opulentas si tuvieran la sabiduría de querer transitarlo con justicia.

¡Comunista!
No, perdón. Si acaso, alguien interesado en la felicidad.

Redes (16/05/10): La ciencia de la compasión


jueves, 13 de mayo de 2010

Tropiezos

La casualidad. Era después de comer y acababa de leer un artículo de José Juan Toharia titulado "Elogio y nostalgia del doctor Marañón", cuando se presentó la alternativa: o pego cabezadas aquí mismo o sigo avanzando entre las ruinas que son el escenario de "Las armas y las letras". Podría ser al revés, pero finalmente me digo que si eso, la siesta luego, y abro el libro por donde debo seguir y me tropiezo nuevamente con el mismísimo Marañón, esta vez bajo la mucho menos elogiosa mirada de Andrés Trapiello, que no lo ubica en la lúcida y perdedora tercera España, sino en la dos y media, la que colaboró con entusiasmo en la instauración de la República y más pronto que tarde respaldó la sublevación militar.

La fortuna nos libre de tiempos dificilísimos como aquéllos, rápidamente adueñados por los más violentos y sectarios. Pero el completo y variopinto retrato intelectual de la época que se dibuja en el absorbente libro pone de manifiesto una cierta evidencia política: que puede ser relativamente sencillo detectar los errores de un sistema democrático imperfecto, sus aspectos más grotescos o intolerables, pero está al alcance de muy pocos sugerir el mejor método para corregirlos y no agravarlos, ni reemplazarlos por otros peores. Y que cuanto más imperfecto es el sistema, más fácil resulta lo primero y más difícil lo segundo.

Sospecho que, por regla general y salvo las contadas excepciones que sólo el paso del tiempo revela adecuadamente, los mortales estamos a la disparatada y chusca altura de los males que denunciamos. Aplíquese entonces, ahora y siempre.

jueves, 6 de mayo de 2010

Confesiones de un niño de la U.C.D. (Una breve y apasionante historia política)

En la época de la Transición la afición política se mascaba en el ambiente y hasta los imberbes sucumbíamos a ella. Había que ser de un equipo y yo era de la U.C.D., exactamente tal y como podría ser de cualquier otra cosa. Sería que mi padre también lo era. Si recuerdo que aquél era el equipo de mis amores, o lo que realmente fuera, es porque me ha venido a la memoria aquella vez en que, tendría yo doce o trece primaveras, mi hermana A., la mayor, me preguntó qué partido político prefería. Para su disgusto, ella que era del P.S.O.E., confesé mi preferencia aunque aliviado de no tener que explicarla.

Pasó el tiempo y fui girando a la izquierda, moderadamente. Sería que mi padre también. Pero todo sin entusiasmo ni fundamento ni razón. Al buen tuntún y con la cabeza a pájaros.

Y así hasta hoy, sin sobresaltos ni grandes distancias. Sé bien que no puedo presumir de no haber dado llamativos bandazos (si es que darlos es verdaderamente peor) porque es solo que he empezado a andar muy tarde. No he tenido tiempo de moverme y tal vez ya no lo haya. Al estar en la más completa inopia me perdí una juventud radical y alocada, pero no creo que haya motivos para lamentarlo demasiado: observo que en muchos casos aquella experiencia juvenil se ha convertido en un pasado contra el que pasarse el resto de la vida luchando obsesivamente, más allá de lo razonable y a veces muchísimo más allá.

Llegados al 2010, el atolondrado niño de la U.C.D., o lo que queda de él, observa que las elecciones se acercan aunque parezcan lejanas. Forma parte de mi molesta naturaleza preocuparme antes de tiempo. Mira, A., si hubiera una alternativa socialdemócrata verdaderamente atractiva tendría pocas dudas, así, al tuntún. Pero me temo que, ay, no se la espera ni por asomo para descrédito de sus representantes. Con ese panorama me parece que tampoco servirá pensar contra quién pudiera merecer la pena votar, ese desesperado criterio que tanto placer me proporcionó en el año 2004. Barrunto que en 2012 desearé la derrota de dos y que sólo me quedará un tercero que no podrá impedir la victoria de alguno de aquéllos. Me veo en zugzwang.

Si fuera británico, ah, qué diferencia. Mr. Zelig sabría qué votar hoy. O al menos contra quién. Por los rizos de la Reina, espero que no se equivoquen ustedes, ladies and gentlemen.

O, al menos, que no me equivoque yo.

jueves, 29 de abril de 2010

Algunas vidas ejemplares

Entre pleito y pleito apenas hay más vida que la contemplativa. Esto incluye observar vidas ejemplares (además de series admirables o que me lo parecen).

En mi devota infancia, en aquélla en que las vidas ejemplares eran las de santos, Fray Escoba ocupó su lugar, o así creo recordarlo.



Pero en mi descreída madurez y ante tanto revolucionario irracional y despiadado, y tanto reaccionario que presume de buena cabeza, busco mis ejemplos en revolucionarios racionales, que los hubo, y especialmente en aquéllos que vivieron una vida original y dramática, de novela, y dejaron escrito el rastro de una mente preclara. No busco mitos ni santos, sólo brillantes, contradictorios y simplemente mortales individuos que tuvieron el arrojo y el acierto de avanzar por la senda correcta a pesar de lo oculta que estaba.

Coincidieron varios en la Europa y la Norteamérica de finales del siglo XVIII, y algunos no han sido suficientemente considerados, o eso le parece a un iletrado como yo. Me refiero en concreto a Mary Wollstonecraft, una mujer del siglo XXII en un momento en que era incluso difícil ser una mujer del siglo XVIII. Un humano de los que suceden pocas veces y que murió demasiado pronto.


Los simples necesitamos buenos cuentos y bien contados que nos ayuden a ser nosotros mismos y un poco mejores. ¿Para cuándo una buena serie de televisión sobre Mary Wollstonecraft, damas y caballeros?

miércoles, 28 de abril de 2010

¿Dónde está el lila? (Juegos de ayer y hoy)

Sí, M., se trata de encontrarlos. Puede que no se los descubra al primer vistazo, pero jamás dudes de que los lilas se encuentran en algún lugar de cada uno de los dibujos de tu infantil existencia. ¿Qué te voy a decir que no sepas? Solo tienes que recordar un poco.

En tu clase hay más de uno.
Nunca falta un par de ellos en el vecindario.
Bien sabes quién es la lila de la clase de baloncesto.
Qué mal se esconde el lila en la clase de inglés.

Un adecuado espíritu deportivo puede convertir la búsqueda en toda una diversión.


No es un simple juego de niños. Podemos muy bien pasar la vida buscando al lila, felizmente ignorantes de que seamos los lilas a quienes otros buscan.

Sonriamos, pequeña, que hace calor, pero no mucho, y nos invitan al primer sorbo del verano.


domingo, 25 de abril de 2010

Hung


Se estaba poniendo interesante la fase intermedia del inverosímil proceso frente al magistrado Garzón. Los pasos del magistrado Varela por el espesísimo jardín poblado de acusaciones populares rocambolescas y los llamativos esfuerzos del instructor por domarlas hasta el extremo de llevar sus riendas, se representaban durante uno de los agitados actos de la ópera bufa que inevitablemente es el insensato proceso, el mismo que demasiados insensatos observan con indisimulado arrobo.

Pero no estaba para teatros. Me debía a mi serie y tenía que terminarla. Y así fue.



Mi interés por "Hung" fue creciendo progresivamente hasta que el personaje de Jemma, interpretado por Natalie Zea, se adueñó del corazoncito del protagonista y de la historia misma. Y mi interés menguó en cuanto el personaje de Jemma desapareció tal y como debía necesariamente hacerlo.


Malditos y talentosos guionistas. No puedo reprocharles nada. Les esperaré en la segunda temporada.

martes, 20 de abril de 2010

Father & Daughter

Me equivoqué. Fueron las apariencias, la fuerza de lo más evidente y la falta de atención suficiente. Por todo eso creí que era el pequeño J. el que había salido a su padre, pero no. De repente, una inocente charla ha bastado para comprobar que es la pequeña M. la que guarda el parecido más sutil con su padre.

Pobriña mía.




"Father & Daughter" (2000), de Michaël Dudok De Wit, ganador del Oscar del mismo año al mejor cortometraje animado.

jueves, 15 de abril de 2010

The Ghost Writer

El 13 de enero de 2004, poco tiempo después de su formal designación como candidato del Partido Popular a la presidencia del Gobierno y apenas dos meses antes de las elecciones generales de marzo de 2004, Mariano Rajoy fue recibido por el entonces Primer Ministro Tony Blair en su residencia oficial en Londres para un cordial desayuno de trabajo. La hemeroteca de La Vanguardia me recuerda que en un momento del encuentro Tony Blair preguntó a Rajoy si podía llamarle Mariano. "Nano, llámame Nano", imagino que fue la respuesta.

Al día siguiente, durante una reunión del comité federal del P.S.O.E. las cámaras de televisión captaron un intercambio de palabras entre José Bono -quien quiso y no pudo ser candidato a la presidencia del Gobierno- y Juan Carlos Rodríguez Ibarra, compañeros entonces de pupitre, alusivas al encuentro en Londres:

-J.B.: Oye, y nuestro colega Blair, ése es un gilipollas integral, ¿no?
-J-C R.I.: Nos ha hecho un favor.

José Bono se equivocaba profundamente en algo: Tony Blair no era su colega. Los escenarios políticos son distintos en cada país y siempre resultan inciertas las afinidades entre formaciones en principio semejantes en lo ideológico.

Muchas cosas han sucedido desde entonces a aquellos enfrentados personajes y algunas son parecidas. Tony Blair se ha convertido al catolicismo y José Bono sigue sin perderse la procesión del Corpus Christi en Toledo. Pero hay más. La editorial Random House publicará las memorias de Tony Blair después del verano bajo el título "The Journey". Se dice que ha cobrado por ellas algo más de cinco millones de euros.



José Bono ha convenido con la editorial Planeta la futura publicación de sus memorias. Según parece, ha cobrado setecientos mil euros a cuenta.

No creo que llegue a leer una ni otra, ni a ir a misa. En cambio, sí he tenido tiempo para ver el sábado pasado "El escritor" ("The Ghost Writer"), la última película de Roman Polanski, en una sala prácticamente vacía.



Una intriga muy entretenida que despertó mis ganas de pasar un invierno junto a la playa en según qué casa. Pero soy de los que piensan que excesivas referencias a la realidad suelen perjudicar a las buenas historias de ficción. Así que 7 sobre 10, +/-2, para ser preciso a mi particular modo de no serlo.

martes, 13 de abril de 2010

Radio Days

Necesito las voces de la radio, sea en el coche o para dormirme, o en el baño o al desayunar o después de comer. A veces me divierten, otras me asombran y en ocasiones me enferman, pero siempre acabo buscándolas. Son uno de mis refugios.



Si lo pienso un poco, compruebo que la radio ha ocupado un papel importante en cada etapa de mi vida, incluso en mi angustiada adolescencia. También dependí de la radio, y muy especialmente, en aquellos años en que pasaba en la carretera varias horas al día. Recuerdo que mientras conducía y escuchaba el programa matutino de R.N.E., presentado entonces por Antonio Jiménez (el inefable presentador hoy de "El gato al agua", en Intereconomía), fui advirtiendo el asfixiante ambiente político que se colaba por las rendijas de cualquier espacio público y emanaba de aquel Aznar sin complejos de su segunda legislatura. La radio también me enseñó a detestar a buena parte de los tertulianos, singularmente a los pertenecientes a la mayoritaria especie de los ridículamente previsibles, hasta el extremo de empujarme a escribir un blog para hacer personalmente y a oscuras exactamente lo mismo que ellos, y tan previsiblemente. Tan ridículamente.

Pensé en la radio cuando me enteré de que el domingo pasado murió Juan Manuel Gozalo. Recuerdo que escuchaba "Radiogaceta de los deportes" durante las oposiciones, al concluir cada monótona y gris jornada de estudio. Ayer escuché los comentarios de quienes le conocieron y trabajaron con él en la sección de deportes de R.N.E. Lo han dejado claro en un entrelineado muy evidente que me ha provocado una sonrisa a medias: Juan Manuel Gozalo era un tipo insoportable. Se adivinaba.
D.E.P.



sábado, 10 de abril de 2010

All Imperfect Things

He visto a jueces prevaricar, interpretar descaradamente su delito frente a mis ojos. He conocido a un juez fugado de un frenopático cercano, o al menos es la única hipótesis que explica su comportamiento. Tengo el triste privilegio de observar la degradación diaria de la Administración de Justicia y recomiendo fervientemente a los clientes que no acudan a mí, que solo puedo llevarles a ella. Mucho antes de que el juez del caso Matas atravesara el umbral de la fama con su torpísima resolución, ya había tenido la ocasión de contemplar el injusto y despectivo trato a los imputados dado por algunos jueces de instrucción que olvidan que no les incumbe acusar ni juzgar en las causas que solo investigan.

He visto cosas que no podríais creer.




Exagero, claro, porque también he visto espectáculos menos desagradables, incluso reconfortantes.

Me cuesta formar un criterio en los grandes debates. El tiempo no suele aclararme las ideas, más bien me lleva de un lado a otro y nunca sé cuándo el vaivén ha terminado. Sin embargo, en el asunto de la causa penal contra el juez Garzón por su actuación en el procedimiento que incoó por las forzadas desapariciones de represaliados por el franquismo, el paulatino conocimiento de los detalles del caso y la lectura de los contradictorios puntos de vista han ido reforzando mi primera impresión. Aunque no debo descartar que cualquier día de estos cambie, en este asunto sigo pensando lo mismo, y en parte creo que se debe a lo que he visto. Y como las instituciones de mi país suelen avergonzarme, no me sorprende que esta vez le haya tocado el turno a la Sala Segunda del Tribunal Supremo. A mi juicio, apreciar indicios de prevaricación en un complejo y discutible asunto que enfrenta nuestro pasado histórico al concepto de crimen contra la humanidad, al hilo del descubrimiento y búsqueda del cuerpo del delito (cadáveres en fosas comunes), no se sostiene lo más mínimo. Y cualquier paso que el Tribunal Supremo siga dando en el fétido jardín en el que se ha metido solo contribuirá a su mayor y más irreversible desprestigio.

Hay muchas cosas imperfectas y un buen puñado de ellas está en la Justicia. Exagero, claro, pero menos de lo que quisiera.

martes, 30 de marzo de 2010

Envido (a pares)

Los buenos jugadores de "Poker Texas hold'em" son inteligentes, hábiles en el cálculo matemático y agudos observadores del comportamiento humano. La psicología es muchas cosas, también un conocimiento rentable. En ocasiones los buenos jugadores tienen un aspecto envidiable.



Leo Margets, una jugadora profesional que destacó en el Evento Principal de las pasadas Series Mundiales de Póquer celebradas en Las Vegas en el año 2009.

En el mercado financiero los analistas y los inversores suelen ser inteligentes, hábiles en el cálculo matemático y sumamente racionales al considerar la psicología humana. En ocasiones su aspecto es impecable.



El analista aborda sin miramientos la doble moral de los gobiernos y ciudadanos que satanizan la especulación financiera instantes después de haber permitido y practicado la especulación inmobiliaria. Se agradece la franqueza de un retrato fiel de nuestra pasada e irresponsable vida en las nubes. Pero me pregunto si la hipocresía debe superarse con más libertad para especular o, por el contrario, con más límites a la especulación en atención a la relevancia social del objeto de la apuesta, o a la naturaleza y magnitud de los efectos del juego en las vidas de quienes no visitan el casino.

Salvo una pocha con cervecita y en compañía de buenos perdedores, no me apunto a los naipes. No atino con el cálculo de probabilidades y suelo creer al que miente. Así que me levanto de la mesa. Incluso de la tuya, Leo.

sábado, 27 de marzo de 2010

El Concierto

La película de Radu Mihaileanu no es seguramente redonda, pero acaba siendo tan vibrante como la música sobre la que planea y en la que termina aterrizando.





Pelicula de cine por Filmtrailer.com


El misterio de la música capaz de emocionarnos durante siglos.

Hagan juego

Sólo sé pensar difusamente, entre la niebla. Cuando algo me ronda la cabeza no suelo saber bien de qué se trata ni a donde me lleva. No me preocupo porque sé que siempre hay alguien, en algún lugar, que está dispuesto a aclararlo. A menudo lleva siglos aclarado.

Por eso después de haber pensado en la importancia que creo apreciar en los juegos para el desarrollo humano, y en las oportunidades que brinda el progreso tecnológico en ese campo, no me sorprendió encontrar una referencia que me condujo hasta la entusiasta Jane McGonigal, alguien que parece saber de qué se trata y que viene a rescatarme.




Sea lo que sea, siempre hay alguien que ya lo sabía.

miércoles, 24 de marzo de 2010

J'ai deux amours (au moins)

Llego rendido al refugio. Los ojos me pesan y los besos son cansados y lo lamento. Sólo necesito un instante. Tumbarme sólo un instante, cerrar los ojos y escucharla. Quizá faltaría un cigarrillo de los que ya no fumo.



Ya está. Ya estoy mucho mejor.

lunes, 22 de marzo de 2010

El sexto sentido

Cada expediente contiene los retazos de una historia. Generalmente son aburridas pero a veces me atrapan. Entonces levanto la vista de los documentos y la poso en el personaje que surge de ellos. Como aquel retraído militar que, al poco de la muerte de su padre, comenzó a verlo y a hablar con él. Parece que el delirio expresaba la irremidiable pérdida de la segura y ensimismada vida en el campo cuando era joven y ayudaba a su padre en el pastoreo.



Me pregunto qué relación fue capaz de generar tan vivísimo fantasma y qué sucede en la tortuosa mente que visita, y debo cerrar la carpeta casi con un nudo en la garganta.

Con retraso, feliz día del padre.

lunes, 15 de marzo de 2010

La cinta blanca (una de miedo)

Es común el uso de imperceptibles instrumentos que moldean y refuerzan nuestra rabia y la necesidad de desahogarla violentamente. Son instrumentos de tortura. Produce escalofríos contemplar su aplicación a niños transformados en animales rabiosos.

Tal vez Michael Haneke, director y guionista de "La cinta blanca", ha querido con su película reflexionar concretamente sobre los orígenes psicológicos del nazismo, pero creo que finalmente cuenta una historia sobre, más en general, una -porque hay más- de las silenciosas fuentes de la violencia, que la va acumulando en el lugar adecuado para ser bruscamente derramada en el momento propicio. Ocurre y ha ocurrido aquí y allí, y no tiene que ver solo con el fascismo. Se trataría de la sistemática inspiración de temor como eficiente fábrica de brutalidad.



El placer del cine a veces está en el desasosiego que me causa. Y como la película me gustó, supongo que debo de estar en ella. Me da miedo pensarlo pero será mejor admitirlo y cuanto antes. Pudiera ser éste...



...aunque espero que liberado a tiempo.

jueves, 11 de marzo de 2010

An Education

Dejo a los pequeños a la puerta del colegio cada mañana y no puedo evitar pensar en qué clase de centro de detención los deposito, en qué sentido tiene someter a la pequeña al miedo que le inspiran las temibles fracciones que su compañero Andrés maneja tan hábilmente, tan odiosamente, o qué razón hay para consentir los nervios del mayor cuando toca música y hay que soplar una indomable flauta.

Me siento perdido y ya es costumbre. Defiendo las virtudes de la educación tanto como percibo la violencia que requiere. Pero como es norma de la casa, termino comprendiendo lo que no me gusta, o convenciéndome de lo que comprendo, o conformándome con torcer el gesto ante lo que quiero creer necesario, dejándome llevar mientras veo que les llevan. Procuro no engañarme: sé que no es más que una tentadora mezcla de comodidad y pereza, y una evidencia de mi incapacidad para tomar las riendas de nada.

Fin del innecesario prólogo.

"An Education" es una película basada en un libro autobiográfico de la periodista Lynn Barber.



Como siempre salgo en las películas que me gustan, resulta que en ésta soy el padre. Y considero un deber proclamar que mi hija, interpretada por Carey Mulligan, está radiante.

jueves, 4 de marzo de 2010

Puppet



Tuve dos profesores de inglés en mis cuatro años de instituto, o eso creo. El viejo S. y el otro. Llegué a dominar la caricatura de S., con su calva y bigote, su aspecto encorvado y esa simpática estampa de auténtico inglés. Al otro, en cambio, nunca lo dibujé. No logro recordar su nombre. Solía llamarnos, divertido, ¡jenízaros! y nosotros le apodábamos el Marioneta. El cruel mote era preciso: a causa de algún grave trastorno motriz, aquel profesor tenía muchas dificultades para andar y coordinar sus manos y brazos. Los miembros, retorcidos, se movían descontroladamente como los de un muñeco manejado por un torpe titiritero.

Un día nos invitó a su casa a un pequeño grupo de alumnos -seríamos tres o cuatro-, para ver una película en versión original. Recuerdo que se trataba de la comedia "What's Up Doc?" y que no me enteré de prácticamente nada. También recuerdo mi creciente incomodidad a medida que algunos odiosos compañeros reían por un giro del guión que yo no había podido descifrar. Nos quedamos charlando después de terminada la película. De la conversación solo recuerdo que el Marioneta nos contó lo mucho que le gustaban los documentales de animales. Fui sincero y dije que a mí no.

Puede que la última vez que le viera fuese en el último curso del instituto. Por aquel entonces la enfermedad ya no le permitía seguir dando clases y conservo la imagen del Excalibur, un profesor de ciencias cuya caricatura también tenía dominada, empujando la silla de ruedas por el centro. El Marioneta murió poco después.

Estos son los límites de mi mala memoria en relación con aquel hombre y el grotesco, pequeño y fragmentado panorama que logro componer y del que echo de menos un nombre. Han pasado más de veinte años, hace tiempo que los documentales de animales me fascinan y no me perdono no haber vencido entonces el pudor para interesarme por el estado de aquel estupendo profesor de inglés, lamentándome de las insalvables distancias que la edad, el carácter o las circunstancias pueden marcar entre el alumno y esos buenos tipos con los que a veces se tropieza.

Si he vuelto por un momento a echar la vista atrás, a aquel borroso bachiller, es debido a que ando enfrascado en la cuarta temporada de "The Wire", otra espléndida producción de la HBO. Una vez más se confirma: yo soy yo y mi serie (de circunstancias).

sábado, 27 de febrero de 2010

Heavy Rain

Un cliente al que nunca cobraría me regaló el juguete. Me conoce bien y sabe de mi pasión por los juegos y por lo que la tecnología ha hecho posible con ellos. Creo que en general se desconoce la verdadera importancia del juego y su contribución al desarrollo humano, o tal vez y como siempre sólo quiero justificar mis gustos. Da igual, no importa.

En cuanto leí la información sobre el juego, su argumento y novedades, fui tras él. Pongo todo lo que está de mi parte: un hijo que encaja en la historia y mi gusto por las aventuras gráficas, incluso las pesadas. Conecto la consola, me siento frente a la pantalla y...



... empiezo a temblar como el mando. Creo que llegaré tarde, que no podré salvarlo, pero iré despacio. Esta angustia no tiene precio y pienso paladearla. Los malditos creadores del juego han logrado lo que buscaban y al fin puedo introducirme en la pantalla de cine. Gracias, muchísimas gracias.

jueves, 25 de febrero de 2010

A título póstumo



La muerte en Cuba del preso político Orlando Tamayo Zapata es una de esas tragedias que las tiranías suelen ofrecer a los que tendemos a olvidarnos de ellas. La verdad es que a la tiranía, amante del orden, no le gusta representar en público esos dramas, pero es que no puede evitarlo: le salen, y en ocasiones es debido a que alguna víctima en particular no es lo bastante ordenada.

Me reafirmo en que la política exterior es la que mejor nos retrata y una vez más no sé dónde meterme de puro bochorno. Y no me consuela pensar que en Brasil los honestos deben de andar estos días pasándolo aún peor que yo.

Ruborizado hasta el límite coloco otro imán en la nevera, definitivamente tarde.

lunes, 22 de febrero de 2010

¿Por dónde empezamos?

El primer paso suele ser un trámite, algo seguro, por descontado. Así que nos concentramos en lo que viene después, en lo que parece realmente importante. Y nos equivocamos, porque con frecuencia el primer paso es el mayor reto.

Que se lo digan a Larry.



sábado, 20 de febrero de 2010

Este es mi perro

Me encantan los perros y la pequeña quiere uno. Dado que no hay por el momento un acuerdo suficientemente amplio para aceptar las ataduras que supondría, admitimos que no es posible meter un pequeño amigo en casa. Lástima. Vamos, M., no te apenes, tal vez algún día.

Hablando de perros.



"Caos calmo", 2008, de Antonio Luigi Grimaldi.

O cómo termino fijándome en lo menos importante de las bellas historias. Soy un penoso adolescente con agravante de reincidencia.

martes, 16 de febrero de 2010

¿Y tú quién eres?

Los autodidactas sin formación solemos andar dando vueltas a un puñado de perogrulladas, como niños en un extremo de la playa haciendo cada vez más hondo el mismo hoyo junto a la orilla. Solemos descubrir que, ¡anda la osa!, hay agua bajo la arena.

Una de mis perogrulladas favoritas es la importancia del factor humano. Podemos diseñar y construir grandes estructuras, pero el factor humano las sostiene o las derrumba. Lo recordaba mientras me divertía en la ceremonia de los Premios Goya y pensaba en lo buen tipo que es Alex de la Iglesia, y en lo útil que resulta a la Academia, y a cualquier otra cosa, contar con el liderazgo de su inteligencia, creatividad y humor envueltos en buenas maneras. Y en lo difícil que parece encontrarlo.

La ceremonia también me dio una pésima noticia. Ignoraba que Antonio Mercero se encontrara tan deterioriado, precisamente después de haber realizado una última película en torno a un personaje enfermo de alzheimer.



¿Y tú quién eres?, 2007.

Fue sin duda la parte más emotiva de la noche.



No lo dudéis. Llegado el momento, tened compasión de mí como yo la tengo de vosotros. Matadme.

jueves, 11 de febrero de 2010

De uso tópico

Creo que la mala conciencia es el sarpullido que provoca una empatía para la que no estamos preparados, un síntoma de nuestra resistencia a la compasión, ese incómodo virus, y el picor de la consecuente reacción alérgica. Nada grave: hay pomadas. Visto con frialdad, es sólo la enésima prueba de nuestras debilidades y contradicciones, y una consecuencia de la encharcada ruta que marca nuestro instinto de supervivencia.

Por eso no me parece del todo justo el implacable reproche que suelen hacer a la mala conciencia, y al torpe y egoísta modo en que tratamos de curarla, aquéllos que usan permanentemente mascarilla para cuidarse de que la piedad les contagie. Ignoran que con frecuencia también tienen un sarpullido y que también pica: la mala conciencia por no tener mala conciencia. También hay pomadas para ello y el principio activo no es muy diferente.

Salvo honrosas excepciones, así andamos casi todos, malamente concienciados de un modo u otro, rascándonos. Pero como hay una nevera, aunque esté vacía y no tenga ni tiempo ni recursos para llenarla, cojo otro imán y lo coloco.



A la salud de los que sí se comprometen.

lunes, 8 de febrero de 2010

Vulgares

Los problemas pueden llegar a ser de tal magnitud, los presagios tan negros, los retos tan imposibles, el equilibrio tan frágil, el error tan tentador, la violencia tan inflamable, la tensión tan sostenida que es casi imposible saber qué es lo más conveniente y es casi seguro equivocarse. A pesar de los pesares, en tales circunstancias algunos son sorprendentemente capaces de salir airosos del desafío, contribuyendo decisivamente a hacer realidad lo sumamente improbable.



“Invictus”, 2009, de Clint Eastwood.

Revelando al resto lo fatalmente vulgares que somos.

jueves, 4 de febrero de 2010

Autor en busca de personaje

No sé a qué se debe exactamente. La genética, la sobreexposición a las historietas, al cine, a la televisión, a las vidas de los otros, quién sabe. Sea lo que sea, pronto se hizo evidente que soy un peliculero para quien la vida proyecta escenas en una pantalla, y la música, cualquiera, es tan solo su banda sonora.

La errónea perspectiva del peliculero no le convierte en director de escena, sino en un simple actor interpretando un personaje que, maldición, no suele ser el que anda buscando. El peliculero está obligado, sobre todo al principio, a dedicar mucho tiempo a decidir qué papel le gusta más y a tratar inútilmente de hacerse con él. Se me dirá que esto es común a todos los humanos en fase de desarrollo, y es cierto, pero en los peliculeros no sólo es más evidente, sino que es probablemente también más dramático, porque nunca dejamos del todo de ser niños en imposible crecimiento. Realmente nunca dejamos de hacer mal cine, aunque sea cada vez con menos entusiasmo.

Así que montando películas infantiles me decanté por el inglés flemático. Tal vez descubrí al personaje en el Waldo Badmington de aquella aventura de Lucky Luke.



Me gusta pensar que sí, aunque realmente no sé cómo tropezó conmigo aquel estirado del norte. Sea como fuera, me cautivó al instante y en seguida empecé a diseñar el personaje que quería que protagonizara mi imposible película preferida. Le gustaría viajar y ocuparía naturalmente su lugar en cualquier entorno, sin el menor aspaviento, sin esforzarse por agradar, ganándose rápidamente la confianza de quienes lo verían como alguien pintoresco, pero no una amenaza. Desconocería el gesto de arrugar la nariz porque nada de lo que su inagotable curiosidad llegara a descubrir le escandalizaría. Su humor nunca sería cruel. Precisaría pocas cosas, le bastaría lo esencial, no lucharía por acaparar. Aceptaría la incomodidad. No gritaría. No perdería la calma, pero actuaría con determinación cuando fuera necesario. Llegado el momento de despedirse, sería el primero en hacerlo. No rumiaría las derrotas ni presumiría de sus victorias porque conocería bien la naturaleza del juego.

El personaje iba tomando forma, el perfil se iba delineando hasta el más pequeño detalle y me esforzaba por limar los bordes más cortantes. Llegué a saber lo que haría en cualquier momento, conocía su aspecto, lo tenía delante. Parecía fácil, estaba hecho y sin embargo, jamás pude meterme en su piel. Olvidaba el guión, tropezaba con los objetos del decorado o los otros no me daban la réplica. Siempre fallaba algo. ¡Corten! Tú puedes, Miguelino. ¡Corten! Que no decaiga, muchacho. ¡Corten! Demuestra quién eres. ¡Corten! ¡Corten! ¡Corten! ¡Corten! ¡Corten! Déjalo estar. Sí, hace mucho tiempo que lo dejé estar.

Pese a todo, sé que el personaje sigue estando ahí, en algún lugar, puede que al alcance de alguien. De vez en cuando me parece ver su rastro y en ocasiones descubro algo más emocionante aún: recupero lo que vi con diecisiete años, cuando creo que aún soñaba con poder interpretarlo a veces.



"Reilly, Ace of Spies", 1983. Emitido en España en 1984.

Y encima espía y en parte real. Como para no querer serlo.

miércoles, 3 de febrero de 2010

¡Alabado sea Spotify! (por siempre jamás)



Vivo muchos cambios y la tecnología está detrás de la mayoría de ellos. El último ha sido la instalación del programa de spotify en el ordenador del despacho antes de que la necesidad de invitación se volviera insalvable. Tras conseguir unos auriculares con un cable lo bastante largo como para alcanzar la torre casi inaccesible, y no fue fácil, la música de Rodrigo Leão, Yann Tiersen o Michael Nyman ha transformado por completo la tarea de redactar demandas, contestaciones o recursos. Mi concentración ha aumentado prodigiosamente y el verdadero placer ha llegado a la oficina.





No sé cuántas veces me lo he dicho en los últimos años, pero han sido muchas.

No me lo puedo creer.

domingo, 31 de enero de 2010

Todo irá bien

Me suele pasar. Me entusiasmo con algo y lo recomiendo sin pensar a quien, y luego caigo en que es un error y ya es demasiado tarde. Voy aprendiendo. Ya sé que debo cuidarme de transmitir mi entusiasmo sólo a quien pueda compartirlo.

Hace unos meses recuperé el contacto con el viejo camarada M., el que marchó a Francia. Entregado al género de terror, ése al que me tengo prohibida la entrada, me envía su particular crítica de las películas que va viendo. A veces no quiero ser menos y le recomiendo algo que simplemente me ha gustado, por aquello de ver si va abandonando la casquería. Es inútil.

M. suele citar su supuesto origen judío para explicar buena parte del sufrimiento que le depara la vida y el injusto trato que recibe de la sociedad. Según M., la falta de reconocimiento a su valía se debe a prejuicios raciales. Nunca he prestado demasiada atención al asunto de las raíces reales o imaginarias, que no sé, de mi obsesivo camarada, y soy muy escéptico sobre su efectiva trascendencia. No obstante, me gusta pensar que en nuestra amistad desempeño el papel de gentil, real o imaginario.

El otro día vi "Un tipo serio" ("A serious man"), la última película de los hermanos Coen. Me encantó y comprendo a quien no. Todavía con la sensación de irrealidad que transmite ese cine tan singular me dispuse a recomendársela a M. Un grave error. Por suerte me di cuenta a tiempo de que el inexorable derrumbe de la vida del personaje protagonista recordaba demasiado a la ruina vital de M. Inconscientemente, estuve a punto de recomendarle un ácido biopic de sí mismo. Por los pelos.




Todo irá bien, M., todo irá bien.

viernes, 29 de enero de 2010

Down in the ground

Me había acostumbrado a arrancar la jornada con una sonrisa mientras leía la crónica de Cristina Fallarás, Subdirectora de Factual, enviada al correo electrónico. No solo soy un tipo de costumbres, sino que soy uno que las adquiere rapidísimamente.

Y andaba madurando la idea de suscribirme al recién nacido periódico digital, consumiendo el crédito proporcionado con el registro, observando los movimientos en el negocio de la información digital en su búsqueda de un incierto horizonte, rogando que la masiva y variada oferta informativa encuentre el modo de subsistir y surtir a mis ojos como platos, andaba y andaba, sin más y como siempre, cuando sobreviene el terremoto en la redacción. Tras apenas dos meses de existencia, la empresa editorial decide recortar drásticamente los gastos del periódico, el director dimite, la confusión se adueña de los trabajadores y de los clientes, y uno a uno se comunican los despidos, retransmitidos en directo a través de las páginas de Twitter de algunos miembros de la redacción. Casualidades de la vida, unos días antes Factual se fijaba en el relato del desastre de Haití a través de Twitter.

En fin, Arcadi Espada, como promotor, cabeza visible y banderín de enganche del proyecto queda en una difícil posición en este denso ambiente de expectativas frustradas. Ignoro las razones económicas o de otra índole de la decisión empresarial. Parece que el proyecto seguirá, aunque no se sabe exactamente cómo y difícilmente será el mismo. Pero si algo lamento verdaderamente en este asunto es el mal trago que andarán pasando los jóvenes y entusiastas redactores expulsados del barco en cuya construcción han participado tan decisivamente.

El pasado fin de semana vi "Up in the air". Me entretuvo a ratos y nada más. Realmente me divirtió más el entusiasmo por el actor de dos espectadoras a mi derecha. Estuve a punto de soltar una carcajada cuando una de ellas masculló indignada un "será-hija-de-puta"* a un personaje femenino que lastimó a su héroe. El caso es que la escena vivida en la redacción de Factual, la súbita entrega de cheques a un personal desprevenido en un despacho acristalado, es curiosamente una escena de la película.




En este caso, afortunadamente, son jóvenes.

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*Hablando de hijoputa. Esta espectadora a mi derecha, en cambio, no me hace ni la menor gracia.

jueves, 28 de enero de 2010

Una sala con vistas

Cuesta llegar a esa localidad que siempre ha estado en un rincón de cualquier mapa que la incluya. Una vez en mi destino me encuentro con el Juzgado cerrado y en obras. "Estoy empezando a perder este pleito", me digo mientras sonrío nerviosamente. Por un momento me parece estar en el interior de una de esas angustiosas pesadillas en las que no podemos llegar a donde debemos ir. Pregunto y me informan de que hasta que concluya la rehabilitación se han trasladado las dependencias judiciales a un inmueble municipal en lo alto del pueblo. Ya podían habérmelo dicho en el despacho. Conduciendo por estrechas callejuelas, preguntándome a cada esquina si paso o no paso, llego hasta el castillo o a lo que se le parece. Allí están ya los otros dos abogados que intervienen en el asunto y puedo respirar aliviado. No ha sido un sueño. Al poco nos encaminamos a la sala de vistas siguiendo los pasos de una atractiva joven: la juez recién incorporada al destino y que no conocíamos. La divertida mirada que nos cruzamos los colegas durante la breve marcha expresa el llamativo encanto que transmite quien habrá de juzgarnos. En este punto del proceso estamos de acuerdo.

La sala está presidida por un gran ventanal a través del que se pueden contemplar ampliamente los verdes y frondosos alrededores de la localidad. Soltamos un murmullo de admiración. En ese luminoso entorno un abogado podría dejarse vencer gustosamente, pienso. O casi. La audiencia previa se ventila rápidamente y sin debates para alivio de la amable e insegura juez y quedamos convocados para el juicio. Si hay que volver, se vuelve, Señoría. Nos despedimos cortésmente de ella y con una plácida sensación marchamos de regreso por donde vinimos.

El curso de esa mañana me sugiere que esta dichosa profesión puede llegar a ser agradable. No todo va a ser mantener agrias discusiones o soportar una autoridad mal ejercida. Puede que la justicia tenga remedio y tal vez los tres compañeros hemos tenido la fortuna de contemplarlo. Tal vez. Tal vez ya nada será igual, pero es seguro que seguirá siendo lo mismo. Puedo verlo.



La Magistrada se comporta de un modo bochornosamente displicente, intolerable sea quien sea a quien se juzgue. Sin embargo, provoca risas de satisfacción, proferidas dentro y fuera de la sala. Risas de taberna en lo que presume ser un templo.

El incidente no parece más que un pequeño gesto sin importancia, pero revela un pésimo síntoma. Deberemos seguir soportando con frecuencia y estoicismo la desconsideración de jueces que no están a la altura de su formal autoridad y desprestigian su profesión. Y no vean cómo siento tener que entonar este gremial lamento de picapleitos que va camino de convertirse en nuestro lema colegial.

Aunque nunca está todo perdido. Siempre me quedará aquella sala con vistas y a ella tendré que volver el día marcado en la agenda.

Por cierto, tendré que consultarla, no fuera un sueño.

martes, 26 de enero de 2010

La Grande Guerra

En la "Biblioteca Brevísima de la Historia" hay una extensa colección de libros ínfimos de apenas página y media. Uno de ellos está dedicado a los héroes de guerra italianos. De hecho, es el único libro al respecto en el mundo editorial. Pero no es una deshnora para el país, sino una de las razones por las que admiro a Italia a pesar de todo.

Hablando de heroicidades, aún recuerdo mis desventuras bélicas antes de ser objetor. Sería sobre 1915 cuando Di Blasino di Sordi protestaba a su manera por el infame rancho. Seguro que mi General también lo recuerda.



"La Grande Guerra", 1959, de Mario Monicelli.

Iba a decir que otro inútil alegato, pero no, me resisto a considerar inútil un dibujo tan preciso, un combinado de razón y compasión en vaso largo, eso que siempre ando buscando.

El indomable Tony Judt


Cuando leí que el brillante historiador Tony Judt estaba inmovilizado a consecuencia de un trastorno degenerativo, condenado a un fatal diagnóstico, afloró por un momento mi insultante egoísmo, preocupándome por cuánto tiempo más podría seguir expresándose, en impagable servicio al pensamiento racional y crítico, la excepcional inteligencia de un hombre en atormentada vigilia.


Maldita cuenta atrás.

miércoles, 20 de enero de 2010

Historias de la puta mili (o casi)

Fui objetor de conciencia por razones puramente administrativas: por administrar del mejor modo posible mi tiempo. Un objetor de conciencia por conveniencia. No lo pensé entonces, pero fui una deshonra para una buena causa.

Dos recientes noticias han venido a sacar a la luz los recuerdos de aquel heroico pasado. Por un lado, la valiente determinación de Sahar Vardi, alguien que ha ido conociendo las inconveniencias de la verdadera objeción en comprometidas circunstancias. Nunca estaré a su altura.

Curiosamente ha coincidido con ella una segunda noticia que en cierto sentido (en uno solo realmente) me resulta más próxima: el reproche del general Zvi Zamir a la deslumbrante Bar Rafaeli. Comprendo perfectamente el disgusto del jefe de personal de esa inmensa empresa pública que es el ejército israelí. Supongo que no está bien un matrimonio de conveniencia para conseguir la licencia, como no tuvo mérito ser un simple objetor de conveniencia para seguir trabajando, pero no puedo evitar sentir por Rafaeli el instantáneo afecto solidario que surge entre los que escaparon del servicio militar por piernas, además de la concreta admiración por las suyas.



No estoy orgulloso de mi pasado porque no puedo estarlo, pero me alegra cualquier sacudida, por pequeña que sea, a instituciones condenadas a la barbarie en cuanto se presente la ocasión de ser ellas mismas.

El asunto me ha hecho recordar los meses que pasé en la Cruz Roja. Tuvieron su aquél y dejaron un puñado de aburridas historias que contar dentro de unos años a cualquiera que me quede lo bastante cerca en el banco del parque.

- ¡Dices tú de prestación social sustitutoria! Acabé en un pequeño puesto... hice migas con el responsable... qué jodío aquel quinqui... cogí la ambulancia, que no sabía, y... va la responsable de la contabilidad y me dice... la guardia que nos tocó hacer aquella Nochebuena... mejoró mucho mi ping-pong, como que empecé a sacar así...



jueves, 14 de enero de 2010

Al cine, chicos: es hora de aprender

Hay pocas herramientas tan poderosas como el cine. Puede con todo y con todos. Inmersos en la historia, la imagen y el sonido nos dejan suspendidos, a merced de cualquier impulso. Con independencia de nuestra constitución o carácter, el cine puede dominarnos, zarandearnos o acariciarmos o atormentarnos o alegrarnos mientras penetra en lo que íntimamente somos, traspasando cualquier falsa apariencia.

Por eso mismo el cine (e incluyo todos los géneros y cualquier formato) es un potentísimo instrumento educativo completamente desaprovechado. Pensé en ello el otro día, cuando logré escaparme para ver una de aventuras. Unos asientos más allá, en la misma fila, se sentaron unos ruidosos chavales. Tres gallitos con ganas de acción. Tres tristes desastres, me dije. Pero aunque me temía lo peor, lo cierto es que la historia supo mantenerlos mudos. Supongo que no se dieron cuenta, pero la proyección los dejó suspendidos, ingrávidos. Los poseyó como tres simples pollos. Les dio una lección.

Entonces recordé lo que había leído tiempo atrás sobre la educación de un hijo a través del cine. David Gilmour supo ver aquello que habitualmente no se considera, lo que el cine encierra más allá de su simple aspecto de momentáneo entretenimiento. También lo advirtió Juan Antonio Rivera en su singular ”Lo que Sócrates diría a Woody Allen”.

No sé si mi innenarrable Esperanza Aguirre –uno de mis fantasmas preferidos, a saber por qué— lo consideraría una idea educativa socialista, pero la infrautilización de las creaciones audiovisuales es, junto con la insuficiente atención al conocimiento científico, una de mis más firmes quejas del sistema educativo. Estas pasadas Navidades quise remediarlo colocando a mis asombrados pequeños ante “La vida de Brian”. Lástima que aún falte un poco para que disfruten del espectáculo.

La educación es para todos y nunca termina. Por eso mismo, ¿cómo podría ver el documental sobre el legendario Eric Tabarly?



Con lo que aprendería viéndolo.