Fotografía de Don McCullin - ‘Snowy, Cambridge, early 1970s’

sábado, 27 de febrero de 2010

Heavy Rain

Un cliente al que nunca cobraría me regaló el juguete. Me conoce bien y sabe de mi pasión por los juegos y por lo que la tecnología ha hecho posible con ellos. Creo que en general se desconoce la verdadera importancia del juego y su contribución al desarrollo humano, o tal vez y como siempre sólo quiero justificar mis gustos. Da igual, no importa.

En cuanto leí la información sobre el juego, su argumento y novedades, fui tras él. Pongo todo lo que está de mi parte: un hijo que encaja en la historia y mi gusto por las aventuras gráficas, incluso las pesadas. Conecto la consola, me siento frente a la pantalla y...



... empiezo a temblar como el mando. Creo que llegaré tarde, que no podré salvarlo, pero iré despacio. Esta angustia no tiene precio y pienso paladearla. Los malditos creadores del juego han logrado lo que buscaban y al fin puedo introducirme en la pantalla de cine. Gracias, muchísimas gracias.

jueves, 25 de febrero de 2010

A título póstumo



La muerte en Cuba del preso político Orlando Tamayo Zapata es una de esas tragedias que las tiranías suelen ofrecer a los que tendemos a olvidarnos de ellas. La verdad es que a la tiranía, amante del orden, no le gusta representar en público esos dramas, pero es que no puede evitarlo: le salen, y en ocasiones es debido a que alguna víctima en particular no es lo bastante ordenada.

Me reafirmo en que la política exterior es la que mejor nos retrata y una vez más no sé dónde meterme de puro bochorno. Y no me consuela pensar que en Brasil los honestos deben de andar estos días pasándolo aún peor que yo.

Ruborizado hasta el límite coloco otro imán en la nevera, definitivamente tarde.

lunes, 22 de febrero de 2010

¿Por dónde empezamos?

El primer paso suele ser un trámite, algo seguro, por descontado. Así que nos concentramos en lo que viene después, en lo que parece realmente importante. Y nos equivocamos, porque con frecuencia el primer paso es el mayor reto.

Que se lo digan a Larry.



sábado, 20 de febrero de 2010

Este es mi perro

Me encantan los perros y la pequeña quiere uno. Dado que no hay por el momento un acuerdo suficientemente amplio para aceptar las ataduras que supondría, admitimos que no es posible meter un pequeño amigo en casa. Lástima. Vamos, M., no te apenes, tal vez algún día.

Hablando de perros.



"Caos calmo", 2008, de Antonio Luigi Grimaldi.

O cómo termino fijándome en lo menos importante de las bellas historias. Soy un penoso adolescente con agravante de reincidencia.

martes, 16 de febrero de 2010

¿Y tú quién eres?

Los autodidactas sin formación solemos andar dando vueltas a un puñado de perogrulladas, como niños en un extremo de la playa haciendo cada vez más hondo el mismo hoyo junto a la orilla. Solemos descubrir que, ¡anda la osa!, hay agua bajo la arena.

Una de mis perogrulladas favoritas es la importancia del factor humano. Podemos diseñar y construir grandes estructuras, pero el factor humano las sostiene o las derrumba. Lo recordaba mientras me divertía en la ceremonia de los Premios Goya y pensaba en lo buen tipo que es Alex de la Iglesia, y en lo útil que resulta a la Academia, y a cualquier otra cosa, contar con el liderazgo de su inteligencia, creatividad y humor envueltos en buenas maneras. Y en lo difícil que parece encontrarlo.

La ceremonia también me dio una pésima noticia. Ignoraba que Antonio Mercero se encontrara tan deterioriado, precisamente después de haber realizado una última película en torno a un personaje enfermo de alzheimer.



¿Y tú quién eres?, 2007.

Fue sin duda la parte más emotiva de la noche.



No lo dudéis. Llegado el momento, tened compasión de mí como yo la tengo de vosotros. Matadme.

jueves, 11 de febrero de 2010

De uso tópico

Creo que la mala conciencia es el sarpullido que provoca una empatía para la que no estamos preparados, un síntoma de nuestra resistencia a la compasión, ese incómodo virus, y el picor de la consecuente reacción alérgica. Nada grave: hay pomadas. Visto con frialdad, es sólo la enésima prueba de nuestras debilidades y contradicciones, y una consecuencia de la encharcada ruta que marca nuestro instinto de supervivencia.

Por eso no me parece del todo justo el implacable reproche que suelen hacer a la mala conciencia, y al torpe y egoísta modo en que tratamos de curarla, aquéllos que usan permanentemente mascarilla para cuidarse de que la piedad les contagie. Ignoran que con frecuencia también tienen un sarpullido y que también pica: la mala conciencia por no tener mala conciencia. También hay pomadas para ello y el principio activo no es muy diferente.

Salvo honrosas excepciones, así andamos casi todos, malamente concienciados de un modo u otro, rascándonos. Pero como hay una nevera, aunque esté vacía y no tenga ni tiempo ni recursos para llenarla, cojo otro imán y lo coloco.



A la salud de los que sí se comprometen.

lunes, 8 de febrero de 2010

Vulgares

Los problemas pueden llegar a ser de tal magnitud, los presagios tan negros, los retos tan imposibles, el equilibrio tan frágil, el error tan tentador, la violencia tan inflamable, la tensión tan sostenida que es casi imposible saber qué es lo más conveniente y es casi seguro equivocarse. A pesar de los pesares, en tales circunstancias algunos son sorprendentemente capaces de salir airosos del desafío, contribuyendo decisivamente a hacer realidad lo sumamente improbable.



“Invictus”, 2009, de Clint Eastwood.

Revelando al resto lo fatalmente vulgares que somos.

jueves, 4 de febrero de 2010

Autor en busca de personaje

No sé a qué se debe exactamente. La genética, la sobreexposición a las historietas, al cine, a la televisión, a las vidas de los otros, quién sabe. Sea lo que sea, pronto se hizo evidente que soy un peliculero para quien la vida proyecta escenas en una pantalla, y la música, cualquiera, es tan solo su banda sonora.

La errónea perspectiva del peliculero no le convierte en director de escena, sino en un simple actor interpretando un personaje que, maldición, no suele ser el que anda buscando. El peliculero está obligado, sobre todo al principio, a dedicar mucho tiempo a decidir qué papel le gusta más y a tratar inútilmente de hacerse con él. Se me dirá que esto es común a todos los humanos en fase de desarrollo, y es cierto, pero en los peliculeros no sólo es más evidente, sino que es probablemente también más dramático, porque nunca dejamos del todo de ser niños en imposible crecimiento. Realmente nunca dejamos de hacer mal cine, aunque sea cada vez con menos entusiasmo.

Así que montando películas infantiles me decanté por el inglés flemático. Tal vez descubrí al personaje en el Waldo Badmington de aquella aventura de Lucky Luke.



Me gusta pensar que sí, aunque realmente no sé cómo tropezó conmigo aquel estirado del norte. Sea como fuera, me cautivó al instante y en seguida empecé a diseñar el personaje que quería que protagonizara mi imposible película preferida. Le gustaría viajar y ocuparía naturalmente su lugar en cualquier entorno, sin el menor aspaviento, sin esforzarse por agradar, ganándose rápidamente la confianza de quienes lo verían como alguien pintoresco, pero no una amenaza. Desconocería el gesto de arrugar la nariz porque nada de lo que su inagotable curiosidad llegara a descubrir le escandalizaría. Su humor nunca sería cruel. Precisaría pocas cosas, le bastaría lo esencial, no lucharía por acaparar. Aceptaría la incomodidad. No gritaría. No perdería la calma, pero actuaría con determinación cuando fuera necesario. Llegado el momento de despedirse, sería el primero en hacerlo. No rumiaría las derrotas ni presumiría de sus victorias porque conocería bien la naturaleza del juego.

El personaje iba tomando forma, el perfil se iba delineando hasta el más pequeño detalle y me esforzaba por limar los bordes más cortantes. Llegué a saber lo que haría en cualquier momento, conocía su aspecto, lo tenía delante. Parecía fácil, estaba hecho y sin embargo, jamás pude meterme en su piel. Olvidaba el guión, tropezaba con los objetos del decorado o los otros no me daban la réplica. Siempre fallaba algo. ¡Corten! Tú puedes, Miguelino. ¡Corten! Que no decaiga, muchacho. ¡Corten! Demuestra quién eres. ¡Corten! ¡Corten! ¡Corten! ¡Corten! ¡Corten! Déjalo estar. Sí, hace mucho tiempo que lo dejé estar.

Pese a todo, sé que el personaje sigue estando ahí, en algún lugar, puede que al alcance de alguien. De vez en cuando me parece ver su rastro y en ocasiones descubro algo más emocionante aún: recupero lo que vi con diecisiete años, cuando creo que aún soñaba con poder interpretarlo a veces.



"Reilly, Ace of Spies", 1983. Emitido en España en 1984.

Y encima espía y en parte real. Como para no querer serlo.

miércoles, 3 de febrero de 2010

¡Alabado sea Spotify! (por siempre jamás)



Vivo muchos cambios y la tecnología está detrás de la mayoría de ellos. El último ha sido la instalación del programa de spotify en el ordenador del despacho antes de que la necesidad de invitación se volviera insalvable. Tras conseguir unos auriculares con un cable lo bastante largo como para alcanzar la torre casi inaccesible, y no fue fácil, la música de Rodrigo Leão, Yann Tiersen o Michael Nyman ha transformado por completo la tarea de redactar demandas, contestaciones o recursos. Mi concentración ha aumentado prodigiosamente y el verdadero placer ha llegado a la oficina.





No sé cuántas veces me lo he dicho en los últimos años, pero han sido muchas.

No me lo puedo creer.