En la época de la Transición la afición política se mascaba en el ambiente y hasta los imberbes sucumbíamos a ella. Había que ser de un equipo y yo era de la U.C.D., exactamente tal y como podría ser de cualquier otra cosa. Sería que mi padre también lo era. Si recuerdo que aquél era el equipo de mis amores, o lo que realmente fuera, es porque me ha venido a la memoria aquella vez en que, tendría yo doce o trece primaveras, mi hermana A., la mayor, me preguntó qué partido político prefería. Para su disgusto, ella que era del P.S.O.E., confesé mi preferencia aunque aliviado de no tener que explicarla.
Pasó el tiempo y fui girando a la izquierda, moderadamente. Sería que mi padre también. Pero todo sin entusiasmo ni fundamento ni razón. Al buen tuntún y con la cabeza a pájaros.
Y así hasta hoy, sin sobresaltos ni grandes distancias. Sé bien que no puedo presumir de no haber dado llamativos bandazos (si es que darlos es verdaderamente peor) porque es solo que he empezado a andar muy tarde. No he tenido tiempo de moverme y tal vez ya no lo haya. Al estar en la más completa inopia me perdí una juventud radical y alocada, pero no creo que haya motivos para lamentarlo demasiado: observo que en muchos casos aquella experiencia juvenil se ha convertido en un pasado contra el que pasarse el resto de la vida luchando obsesivamente, más allá de lo razonable y a veces muchísimo más allá.
Llegados al 2010, el atolondrado niño de la U.C.D., o lo que queda de él, observa que las elecciones se acercan aunque parezcan lejanas. Forma parte de mi molesta naturaleza preocuparme antes de tiempo. Mira, A., si hubiera una alternativa socialdemócrata verdaderamente atractiva tendría pocas dudas, así, al tuntún. Pero me temo que, ay, no se la espera ni por asomo para descrédito de sus representantes. Con ese panorama me parece que tampoco servirá pensar contra quién pudiera merecer la pena votar, ese desesperado criterio que tanto placer me proporcionó en el año 2004. Barrunto que en 2012 desearé la derrota de dos y que sólo me quedará un tercero que no podrá impedir la victoria de alguno de aquéllos. Me veo en zugzwang.
Si fuera británico, ah, qué diferencia. Mr. Zelig sabría qué votar hoy. O al menos contra quién. Por los rizos de la Reina, espero que no se equivoquen ustedes, ladies and gentlemen.
O, al menos, que no me equivoque yo.
Pasó el tiempo y fui girando a la izquierda, moderadamente. Sería que mi padre también. Pero todo sin entusiasmo ni fundamento ni razón. Al buen tuntún y con la cabeza a pájaros.
Y así hasta hoy, sin sobresaltos ni grandes distancias. Sé bien que no puedo presumir de no haber dado llamativos bandazos (si es que darlos es verdaderamente peor) porque es solo que he empezado a andar muy tarde. No he tenido tiempo de moverme y tal vez ya no lo haya. Al estar en la más completa inopia me perdí una juventud radical y alocada, pero no creo que haya motivos para lamentarlo demasiado: observo que en muchos casos aquella experiencia juvenil se ha convertido en un pasado contra el que pasarse el resto de la vida luchando obsesivamente, más allá de lo razonable y a veces muchísimo más allá.
Llegados al 2010, el atolondrado niño de la U.C.D., o lo que queda de él, observa que las elecciones se acercan aunque parezcan lejanas. Forma parte de mi molesta naturaleza preocuparme antes de tiempo. Mira, A., si hubiera una alternativa socialdemócrata verdaderamente atractiva tendría pocas dudas, así, al tuntún. Pero me temo que, ay, no se la espera ni por asomo para descrédito de sus representantes. Con ese panorama me parece que tampoco servirá pensar contra quién pudiera merecer la pena votar, ese desesperado criterio que tanto placer me proporcionó en el año 2004. Barrunto que en 2012 desearé la derrota de dos y que sólo me quedará un tercero que no podrá impedir la victoria de alguno de aquéllos. Me veo en zugzwang.
Si fuera británico, ah, qué diferencia. Mr. Zelig sabría qué votar hoy. O al menos contra quién. Por los rizos de la Reina, espero que no se equivoquen ustedes, ladies and gentlemen.
O, al menos, que no me equivoque yo.
3 comentarios:
Como decía Eddie Murphy:
"¡¡¡ A NINGUNO DE LOS ANTERIORES !!!"
¿A un ecologista razonable? Si lo hubiera. Qué poco surtido el mercado político local y qué pésima calidad la de las marcas blancas.
¿Eso decía Eddie Murphy?
Era un peli ochentera, recibía una herencia millonaria y tenía que gastarse un millón en una semana para quedársela. Al final monta una campaña electoral pidiendo el voto nulo.
Lo maslos de los ecologistas es que, por lo general, no tienen nada de ecólogos. Debían ser una pasada las primeras elecciones con tanto partido donde elegir. Una liga de dos y tres de provincias no tiene potencial ninguno...
Bueno, aún queda tiempo, parece, si no tenemos que echar el cierre antes.
Publicar un comentario