Fotografía de Don McCullin - ‘Snowy, Cambridge, early 1970s’

lunes, 17 de mayo de 2010

La crisis, el excedente, los funcionarios y el monje

Lo confieso: hace nueve años solicité la excedencia en mi puesto de funcionario para tener menos ingresos. Es mi forma de entender la microeconomía y no sabría decir en qué escuela de negocios lo aprendí. Ya cerró. No negaré que había entonces buenas razones para mi decisión, aunque también es cierto que el tiempo reveló que eran malas. ¿Quién iba a imaginar aquello? No importa. Lo decisivo es que hace nueve años entré en recesión y la primera variación intertrimestral fue de verdadero pánico. Y las sucesivas. Y no sé si en algún momento he hallado la senda del crecimiento o si es que permanezco sumergido desde entonces en un mercado volátil. No sé muy bien lo que digo, francamente, pero quiero emplear términos a la altura de mi tiempo. Lo que sí sé es que no he vuelto a tener ingresos equiparables a los que reflejaban aquellas puntuales nóminas, que he pasado a trabajar más y que, por encima de todo, me importa muy poco tanto lo uno como lo otro.

Hoy, casualidad de casualidades, me he tropezado con tres antiguos compinches de la misma Administración, cada uno de un cuerpo distinto y todos de un considerable nivel. Supongo que estarán irritados con la rebaja que se les avecina, pero qué les puedo decir que no sea que no comprendo la importancia que cualquiera quiera dar a tener un poco menos. De hecho, hace tiempo que pienso que tener un poco menos es un camino que convendría a las sociedades opulentas si tuvieran la sabiduría de querer transitarlo con justicia.

¡Comunista!
No, perdón. Si acaso, alguien interesado en la felicidad.

Redes (16/05/10): La ciencia de la compasión


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