Dicen que es el de Dinamarca, ese gran pequeño país.
Ah, poder sentirse nórdico por un ratito.
Felicidades, Alberto (Contadorssen).
Por todo.
Al pie de esta enorme roca,
Vengo y lo digo estupendo,
Que la mole es española,
Como que me llamo Don Mendo.]
Un poquito más allá se ven algunos llanitos entusiastas. Afirman que el peñasco es suyo y las aguas que lo rodean también. El subsuelo parece habérseles olvidado, de momento. Qué perra con los derechos reales. No descarto que por un lado o por otro me corresponda a mí algo, aunque solo sea cuarto y mitad de excremento de macaco autóctono. Tampoco descarto que sea en la mirada de los monos donde se refleje con mayor precisión la imagen de lo que realmente somos cuando hablamos estúpidamente de lo que es nuestro y solo nuestro.
Soy tan incapaz de comprender la falsa polémica del peñasco como de apreciar la conveniencia de la anterior visita del Ministro Moratinos a Guinea Ecuatorial, un viaje organizado por la próspera O.N.G. Negocios Sin Fronteras, Sección Sátrapas. Creo que habría sido mejor que nuestro servicio exterior hubiera preguntado a Mr. Obama, con ocasión de su reciente visita africana, por la marcha de las concesiones petrolíferas a empresas norteamericanas que están enriqueciendo en exclusiva al codicioso y tiránico Obiang y a su selecta camarilla mientras la mayoría de la población es simplemente despreciada, si no maltratada. Dado que en su reciente estancia en Ghana Obama destacó la importancia que tienen un buen gobierno y la sociedad cívica en la promoción de un desarrollo duradero –y desde luego no seré yo quien lo discuta—, Moratinos habría hecho bien en preguntarle al presidente americano si un puñado de buenas razones estratégicas son suficientes para hacer una excepción con Guinea Ecuatorial.
En fin, la política exterior nos enfrenta al mundo, a todos sus ángeles y demonios, y nos coloca por ello en la incómoda tesitura de adoptar un postura frente a cada uno de ellos. Por eso mismo quizá sea la parte de la política que mejor nos retrata, así que debemos cuidar el gesto. Ni compareciendo ante la verja, indignados, ni rindiendo pleitesía a Obiang, ufano, quedamos muy favorecidos.
Ya está. Me quito el frac, desalojo el palacio antes de que llegue su propietario y arrojo el lema al polvoriento rincón adonde van a parar todas las cosas.