Fotografía de Don McCullin - ‘Snowy, Cambridge, early 1970s’

lunes, 28 de diciembre de 2009

Liu Xiaobo

Érase una vez un floreciente lugar en el que un hombre fue condenado a once años de prisión por exigir el derecho a pensar y escribir libremente. Se llamaba Liu Xiaobo. Y no es un cuento chino, aunque lo parezca.



Quedo a la espera de que Moratinos, nuestro encargado de negocios, haga pública la opinión del gobierno sobre este escandaloso asunto.

Por mi parte, sujeto mi profunda indignación con otro imán en la nevera.


miércoles, 23 de diciembre de 2009

Exclusión

Después de algunos meses de ausencia ha vuelto a colocarse en el semáforo el vendedor de pañuelos de papel y ocasional limpiador de parabrisas. A saber qué habrá estado haciendo todo este tiempo. Viene para acá avanzando entre los coches. Tendré que menear la cabeza para decirle que no. Qué cansino. Vaya, pues no, pasa de largo sin ofrecer pañuelos. ¿Qué pasa? ¿Tengo aspecto de insensible, de ruin, de insolidario? Oiga, ¿está seguro de no equivocarse?

La calle peatonal está abarrotada, como siempre. Diviso al infatigable repartidor de folletos, entregándolos a diestra y siniestra. Sé que se trata de un restaurante. Tendré que levantar la mano para rechazar la oferta y me saldrá una mueca que sé que parece de desprecio pero no lo es, sino que es simple y cortés negativa. Lo sé porque yo la pongo y yo la entiendo. Faltan un par de metros. Qué cansino. Vaya, pues no, no me ofrece ningún folleto. Me entran ganas de pedírselo. ¿Qué pasa? Oiga, ¿tengo cara de no comer?

Así somos los falsos misántropos (y algunos auténticos, creo): nos molesta que nos excluyan incluso de lo que nos irrita.

Feliz Navidad, irritantes humanos.

domingo, 20 de diciembre de 2009

In the loop (más comedia)

Cuando me acostumbré a ver las noticias en los breves resúmenes de los guiñoles (q.e.p.d.), me convencí de que una sátira inteligente refleja la realidad con una precisión difícilmente superable. Las mentes simples somos así: necesitamos que alguien trace los rasgos deformes de la caricatura para que conozcamos el auténtico rostro del mundo.



"In the loop", 2009, de Armando Ianucci.

El ácido corrosivo de la sátira, el que desvela la verdadera naturaleza del metal que se esconde bajo la apariencia, se aplica esta vez sobre la política y el modo caótico y torpemente humano en que se toman las decisiones que afectan a muchos. Con el pretexto de esa monumental estafa internacional que fue la justificación de la guerra de Irak, se nos recuerda que tras la apariencia de seriedad y profesionalidad de los departamentos políticos, de los asesores que suponemos informados y de la planificación que imaginamos cuidadosa, no hay más que miserables mortales sometidos a miserables estímulos, flotando todos ellos en un caldo de apresurada y grotesca improvisación.

La película (un spin-off de la serie de televisión "Thick of it", que no he visto) no deja títere con cabeza, sea halcón o paloma. Un ejemplo más de los beneficiosos efectos educativos del buen cine. Y un recordatorio de que las buenas sátiras retratan tanto al satirizado como al que desprecia la sátira, y de lo mucho que ambos comparten.

Ah, y un descubrimiento: Anna Chlumsky ha crecido.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Curb your enthusiasm


Sigo acumulando deudas. Todas las que tengo contraídas con los irreverentes que me provocan las carcajadas en donde puedo refugiarme.

Uno de mis acreedores es Larry David, autor de la serie "Curb your enthusiasm", de la HBO. No sabría explicarlo bien, pero no importa si otros ya lo han analizado con talento. Una serie pretty good, lo que se dice pretty, pretty, pretty, pretty, pretty good.



(Qué estupendo el montaje del aficionado autor del video. Y qué envidia me da: con lo que me gustan esas manualidades y lo birriosas que me salen).

Como suele sucederme, nada sería igual si la música no me rondara obsesivamente la cabeza.


"Frolic", de Luciano Michelini

Plas. Otro imán en la nevera.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Homo ridens

Hay que reírse más, seguro. No porque no haya asuntos que deban afrontarse con seriedad, que los hay, ay, sino porque la vida, en general, padece de un insufrible exceso de seriedad. La histórica proporción entre risa y gravedad no es sostenible y debe invertirse. No es una cuestión de placer, o no solo, es un imperativo racional, un efecto necesario de una mayor consciencia. Y hay que reírse de todo, porque tan inconveniente es reírse poco como reírse siempre de lo mismo. Ése es otro de los rumbos que considero correctos y lo dejo marcado en mi bitácora. Hecho.

Establecido el principio, viene su aplicación. Francamente, esto me ha hecho mucha gracia:



Vengo observando que mi apreciado (sinceramente, sin ironía) Herman Tertsch ha perdido el sentido de la medida y va de cabeza, aceleradamente y sin retorno (cosas de la física y las pendientes), al mismísimo despiporre. Lo lamento y en esto también soy sincero. Pero si decide asumir el tentador papel de rambo-de-salón, se merece una parodia inmisericorde. Y creo que debiera reírse de ella, aunque veo que no hay manera, en esto tampoco.

Acudo al hospital a visitar al convaleciente y a desearle (también sinceramente) una rápida recuperación de sus lesiones.



-"Los avatares que me han traído aquí son suficientemente conocidos", me dice al poco un Tertsch que no recuerda ningún detalle esclarecedor de la agresión que ha sufrido. Pese a la extraña paradoja, recobro el ánimo al comprobar que sigue en forma, porque le hablo del tiempo y me interrumpe, enérgico:
-"No hay ni un solo campo social, económico y político en nuestra vida nacional que no se haya visto deteriorado, cuando no demolido, por el mayor destructor de instituciones y generador de pobreza que ha habido en tiempos de paz en Europa en muchas generaciones".

Pienso que Zapatero no tiene la capacidad necesaria para estar a la altura de su difícil cargo (también desconozco quién sí), y sostengo que es un lastre político que resta más que aporta, pero ignoraba que el asunto tuviera tales proporciones históricas y planetarias. También desconozco si Terstch considera que las televisiones públicas entran en la categoría de "instituciones" y si andaba pensando en el contraste entre Telemadrid y TVE.

Salgo apesadumbrado de la habitación. Tertsch curará sus heridas y espero que lo haga pronto, que la agresión se esclarezca y su responsable sea juzgado. Pero me temo que el paciente va a seguir ciscándose en la mesura con total seriedad y durante el resto de su existencia. Un mal crónico, degenerativo y altamente contagioso. Endémica pandemia.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Bucarest

Murió Jordi Solé Tura y decidí buscar el documental que realizó su hijo Albert en torno a la figura de un padre perdido en las sombras de la demencia.


"Bucarest, la memoria perdida", 2008, de Albert Solé.

Y lo encontré. Es un muy recomendable ejercicio de memoria familiar y política que me ha emocionado profundamente. Un honesto retrato de un hombre admirable en muchos aspectos, de su larga experiencia política, del cambiante paisaje en el que vivió y de algunos compañeros de viaje.

En cuanto al paisanaje y al hilo del asunto Claudín, me ha llamado mucho la atención la incapacidad de Santiago Carrillo para la autocrítica personal, aparentemente ignorante de cuánto nos honra practicarla. Se ve que no hay manera.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Solidaridad (en la nevera)

Sigo disfrutando de "Mad Men" en su tercera temporada. Gota a gota, joya a joya, capítulo a capítulo. Pero sigo sin aprender ni entender nada de publicidad. Será por eso que sujetar un mensaje con un imán en la puerta de la nevera de mi casa llega a ser, en mi retorcida cabeza, una contribución a una campaña publicitaria. Y como no sé apenas nada de la W.W.W., me gusta fingir que el blog es parte de una invisible red, aunque no lo sea.

Por todo eso, por lo que no sé, por lo que debo fingir que no sé y, sobre todo, en reconocimiento a las iniciativas generosas, cojo el imán, busco la imagen y la pongo con cuidado en mi frigorífico:



http://www.librovirtual.org/librosolidario.php

Campaña conocida por conducto de Daniel, uno de los autores del libro, a quien una vez más felicito y deseo suerte.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Feliz año nuevo

Quedan muchos días aún para cerrar el ciclo. Con las luces navideñas ya encendidas no parecen tantos. Aunque tal vez en algún lugar, siguiendo alguna particular tradición o con arreglo a algún tipo especial de calendario con cualquier caprichosa referencia astronómica, alguien lo esté celebrando en este mismo instante.

Por si las moscas, feliz año nuevo.



"Whatever works", 2009, de Woddy Allen. (Me parece que recuperando el pulso).

Suele reprochársele a Woody Allen que cuente siempre la misma historia, que es la de su vida sin ir más lejos. Salvo excepciones, es probablemente cierto, pero ¿qué importa si al acabar la película nos queda por un tiempo una sonrisa en los labios?

Claro que no importa si funciona.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Sonrisas y lágrimas

Trabajo junto a un teatro. Quiero creer que al otro lado de la pared del despacho está el fondo del escenario. Me parece que no pero le falta poco. No lo frecuento lo suficiente y me lo reprocho. Tal vez cuando los pequeños no lo sean tanto, me digo. Espero no mentirme esta vez. Ayer, sin embargo, pudimos hacer una excepción y una escapada, aunque fuera a un pequeño auditorio que está un poco más allá. En esta época de Cajas de Ahorros suculentas o intervenidas, denostadas al cabo, gracias a una de ellas pude asistir a una deliciosa representación de "Por el placer de volver a verla", una obra de Michel Tremblay interpretada por Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza.


Un delicado homenaje del autor a su madre que nos hace reír y conmovernos, y un recordatorio de cómo me impresionan los actores. Me alegra la casualidad de que Elvira Lindo escriba hoy sobre algo tan parecido a las sensaciones con las que anoche volvíamos a casa atravesando una ciudad fantasma.

Quedaron demasiadas butacas vacías. Lástima. Era noche de fútbol.

lunes, 23 de noviembre de 2009

¿Quién teme a la crítica?

Me agradó tropezarme el otro día con el artículo de Enrique Lynch publicado en EL PAÍS. Encuentro práctico y educativo parar a menudo fuera de los lugares más comunes. Y así como comprendí su referencia a la película "Magnolia", reconozco que me desconcertaron sus comentarios musicales y el peligro que advertía en ciertas letras.

Después de escuchar con atención creo que Shania Twain se mofa de mi buga tuneado y admito que lo hace con fundamento; que Shakira se limita a despedirse definitivamente de mí apenas superado el dolor por mi abandono, aunque no vean cómo lamento haber calculado mal su tolerancia al engaño; o que Julieta Venegas me tira amablemente por la borda de la cesta, es verdad, pero encuentro divertida su representación del adiós, no menos que el dispositivo mecánico de aquella vez que anduve tras mujeres que supieran volar.



"El lado oscuro del corazón", 1992, de Eliseo Subiela. (Va a ser que tendré que volver a verla).

Reconozco, sin embargo, que me agradó menos la respuesta airada de algunos lectores y del propio periódico, concentrada en la sección de la Defensora del lector, Milagros Pérez Oliva. La razón de mi desagrado es que por higiene mental me impongo leer lo que me incomoda. Intento así descubrir si el error está en lo que leo o en mis prejuicios y reconozco que, pese a la carga de los segundos, con frecuencia los hallazgos son sorprendentes. Si admitimos que cualquier producto humano es criticable -es decir, mejorable-, así debe ser por encima de que nos guste más o menos el producto mismo o su crítica, que también será criticable. Considerar sólo admisible la crítica si nos gusta el argumento -que es lo que viene a sostener la Defensora del lector en relación con el feminismo-, vetar la publicación de todo lo que no cumpla esa condición -que es lo que desean algunos lectores-, supone empobrecer gravemente el debate y, por tanto, también a los lectores, aunque no parezcan darse cuenta. Por mi bien, confío en que la peligrosa reducción del campo de juego de la sana discusión no forme también parte de ese "núcleo central de la identidad" del diario al que se refiere Milagros Pérez Oliva.

martes, 17 de noviembre de 2009

Colegas

Somos muchos y estamos en todas partes. Los abogados. A diferencia de otros oficios, el nuestro parece indispensable para cada situación y a cada instante. Hemos conseguido hacer del mundo una reppublica di avvocati, cuyo paraíso es mi entrañable Italia, donde la vida pública es algo así como un interminable proceso legal.

Tantos asuntos reclaman nuestros servicios que algunos tienen que ser necesariamente odiosos. Pero alguien tiene que atenderlos. Ese alguien son ellos y a veces los vemos a pares.


Estos dos tienen una larga trayectoria pero sugen nuevas promesas, estrellas repentinas que exhiben con gracia ese aire de "noveanelpapoquetengo" mientras el coro mediático se apresta a escuchar la primera tontuna que se les ocurre.


Gracias, colegas. Si no existiérais, tendríamos que inventaros.

sábado, 14 de noviembre de 2009

La conciencia de sus ojos

Cada vez me pregunto más por qué acudo al blog para contarme lo que pienso. Aunque tengo mala memoria, aún no necesito un instrumento que me recuerde lo que va pasando por mi cabeza. A veces creo que no es más que una forma de entrenar una cierta mirada del mundo practicada por alguien condenado a desconfiar del objetivo del entrenamiento. No sé si me conviene.

La inutilidad se evidencia cuando observo el ejemplo de quienes, teniendo una similar conciencia de ciertos desastres, tienen el valor de ir hasta ellos y retratarlos a un palmo de distancia.


Gervasio Sánchez, periodista, Premio Nacional de Fotografía 2009.

Es autor de un largo, constante, directo, conmovedor e irrefutable mensaje contra la barbarie, sin la menor concesión a la hipocresía reinante. Ejemplar, sin matices, como en aquel pequeño y emotivo discurso con ocasión del Premio Ortega y Gasset en la categoría de periodismo gráfico que recibió el pasado año.

Es natural que recuerde otra de aquellas películas que vi demasiadas veces seguidas. "Bajo el fuego”, de 1983, dirigida por Roger Spottiswode, con Nick Nolte, Gene Hackman y Joanna Cassidy en sus papeles principales. Y por encima de todo, con la música de Jerry Goldsmith.



Una representación de los desastrosos efectos de la Guerra Fría, esta vez en uno de aquellos rincones de Centroamérica donde era caliente.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Homo fiscus


La incivilización tiene síntomas, como cualquier otra enfermedad. Uno de los más irritantes y comunes es el de invocar las graves infracciones ajenas cuando somos pillados en una propia, que siempre es más pequeña que la más grande que nos apresuramos a imaginar. Ya saben, eso de “agente, vergüenza le tendría que dar estar poniéndome una multa de tráfico en vez de perseguir a los narcotraficantes”. (Una pausa comercial: si quiere recurrirla, tome mi tarjeta) Qué grima. La incivilización es muchas cosas, también una forma odiosa de irresponsabilidad.

Lo de los impuestos y cómo percibimos su utilidad y necesidad reales es al parecer cosa más compleja, pero creo que tiene que ver con la civilización y nuestra tendencia a ignorar su importancia. Tal vez haya una dosis fiscal óptima o tal vez lo óptimo sea siempre discutible en este resbaladizo asunto. En cualquier caso los impuestos constituyen una autoexigencia de responsabilidad social. El uso de lo recaudado siempre es perfectible y a veces insoportablemente imperfecto, pero solemos asumir la conveniencia de garantizar un mínimo de bienestar general que reduzca graves desigualdades de otro modo insalvables, y la necesidad de una contribución suficiente para lograrlo. Sin duda somos civilizados o eso creemos.

Pero luego llega el momento de pagarlos —los impuestos, digo-, y es entonces el chirriar de dientes. El afortunado los considera un vergonzoso expolio de su particular mérito y esfuerzo, mientras el desfavorecido se pregunta si no sería mejor que los pagara cualquier otro menos necesitado. Y luego están los del medio, indignados por sentir que a fin de cuentas son ellos los que pagan el pato –el grueso de los impuestos, digo. Así que todos contentos. Qué panorama. Eso sí, todos civilizados y convencidos de que más le valiera, señor inspector, perseguir el blanqueo de capitales de los narcotraficantes.

Solo quería dar un pequeño rodeo hasta llegar a la iniciativa del médico jubilado Dieter Lehmkuhl y otros pocos acaudalados alemanes, decididos a pagar más impuestos para colaborar en la reconstrucción económica mediante la inversión en ecología, educación y justicia social. La noticia de su existencia, días atrás, me dejó sin palabras.



Creo que se debió al brillo de civilización que desprende esa reluciente pepita en mitad de la mierda.

domingo, 8 de noviembre de 2009

El secreto de sus ojos

El comercio estabece la jerarquía y la demanda dispone dónde tienes que sentarte. Esta vez toca la sala más pequeña, casi el vestíbulo del cine, y mientras la película comienza se oye claramente el murmullo de voces en el exterior encaminándose al resto de las salas. Esta noche la mayoría vuelve a equivocarse. Muchos se perderán una pequeña joya de la disfrutaremos apenas una docena de privilegiados.


"El secreto de sus ojos", 2009, de Juan José Campanella, basada en la novela "La pregunta de sus ojos", de Eduardo Sacheri.

Me pierde el dramatismo porque lo cierto es que, más allá de mi experiencia personal, la película está teniendo un merecido éxito de taquilla. En ella se combinan eficazmente varios elementos clásicos de la historia de las buenas historias con un puñado de buenos actores. Uno de esos elementos es el personaje de compinche alcoholizado del protagonista, el secundario y triste payaso que aporta algo de relajada comedia en mitad del drama.



Hace veinte años habría vuelto a verla.

domingo, 25 de octubre de 2009

Cara dura como una piedra



Una cosa lleva a la otra. No salía de mi asombro con la magnitud de la desvergüenza de Esperanza Aguirre y su mano derecha en ese tan impresentable asunto de la presidencia de Caja Madrid, cuando me dije que para "Stone Face" me quedo con el verdadero. Así que este fin de semana me he puesto a disfrutar del cine de Buster Keaton y a reírme como un niño de las desventuras del imperturbable acróbata. Al oír mis carcajadas, son los pequeños quienes no salen de su asombro.




En contraste con el talento de un comediante genial, qué sonrojante resulta el vodevil interpretado por ciertos aficionados.

jueves, 15 de octubre de 2009

Una de zombies

Cuando el drama personal se representa en el escenario político no hay prensa rosa que lo supere ni ficción que pueda interesarme más. Sentado en esa butaca que es cualquier lugar donde se pueda oír una radio, ver una televisión o leer una crónica periodística, el drama del personaje político que está definitivamente muerto y es incapaz de advertirlo me sobrecoge. Contemplar los aspavientos detras de un atril de quien ignora que tiene la cabeza vuelta del revés por el mortal tajo que le han propinado justo antes, no me divierte, me apena.



No sé qué es la ambición política, ni qué sensaciones proporciona su paulatina satisfacción, ni cuán gratas puedan llegar a ser las expectativas que el ascenso en la escala de mando va generando, pero puedo imaginar la desolación que provoca el definitivo derrumbe de todos los trastos encima de la cabeza de uno.

Aunque el personaje interpretado por Ricardo Costa es ciertamente inconcebible, rematado con ciertos toques personales de inverosimilitud, realmente no es mucho más estrafalario que buena parte del elenco habitual. No pienso sólo en el PP. Como dice acertadamente Enric González, Costa es carne muerta, una víctima necesaria para la supervivencia de otros individuos de la manada que no hay razones consistentes para considerar mejores.

Otro que también puede preguntarse si hay vida en Marte...




...y descansar en paz. Esta semana estamos de necrológicas.

lunes, 12 de octubre de 2009

¿Habrá vida en Marte?

Las vueltas que da la vida, o a qué extraño planeta me lleva de vuelta un anuncio de tarjetas de crédito.



El auténtico Camaleón.

sábado, 10 de octubre de 2009

Es una lata (la necrología)

Andaba dándole vueltas a varias cosas, tratando inútilmente de formarme una opinión sobre cualquiera de ellas cuando me enteré. Luis Aguilé ha muerto. Ha pasado el número suficiente de horas para que ya casi no sea noticia. Tampoco lo es que durante un tiempo "Aguilé" fuera mi apodo. Así lo decidió aquel tipo misterioso que los imponía. Recuerdo que los motes solían explicarse por sí mismos, pero nunca llegué a entender el mío. Tampoco lo pregunté. Tal vez temía la respuesta.

Me ha apenado la muerte de mi alias. Aunque nunca le perdonaré sus corbatas, cantaba verdades como puños, algo mucho más difícil de lo que parece.



Descanse en paz.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Ausencia de malicia

Han pasado diecisiete años del crimen de Alcácer. Creía que eran más. Se decía que había algo turbio detrás de la atroz muerte de Miriam, Toñi y Desireé, que había personas importantes implicadas y que la policía no quería esclarecer realmente el caso. Recuerdo bien aquel disparate porque veía por entonces los pogramas nocturnos de Pepe Navarro, disfrutando de los comienzos de Florentino Fernández. Creo que fue allí donde conocí a aquel extraño periodista-criminólogo llamado Juan Ignacio Blanco, pilar en el que descansaba el delirio de Fernando García, el desolado padre de Miriam que no parecía resignarse a la realidad y necesitaba perseguir crueles fantasmas. Insólita pareja.

Supongo que es una tentación antigua ésa de rechazar lo más evidente, pero tal vez influyó en el caso la entonces reciente emisión de “Twin Peaks” con su fantástica y absurda trama. Si la muerte de Laura Palmer había sido tan desconcertante, no cabría atribuir el horrible final de las tres niñas de Alcácer a dos o tres míseros marginales, por muy probable que así fuera. No, lo que la investigación policial iba reconstruyendo no podía ser cierto. Paparruchas. Había otra cosa, seguro, aunque realmente no importara que nunca se supiera qué era exactamente. Lo importante era que esa cosa se ocultaba. Estaba claro: la policía y la fiscalía sabían y ocultaban. La cosa, aquello, lo que fuera, el vetetúasaberquiényporqué.



Pero todo tiene un límite, ya lo advertía aquel Director General de la Guardia Civil. Al final el padre y el criminólogo fueron condenados por injurias y calumnias a guardias civiles, forenses y un fiscal. Si la noticia es exacta, Blanco y García fueron condenados, “entre otras lindezas” por las de “acusar a los investigadores de «manipular», asegurar que los guardias civiles «trucaban fotos», calificar a los forenses de «personajes de tebeo» o decir del fiscal jefe que «chochea». «Expresiones tan claramente insultantes o hirientes que el ánimo específico de injurias se encuentra ínsito en ellos», como concluye la sentencia”.

No me extraña que con el ruido político-mediático en torno a las sombras del 11-M tuviera una sensación de déjà-vu. Ya no se trataba de un desconocido periodista-criminólogo que adquiría súbita relevancia en late shows o televisiones autonómicas, sino de directores y vicedirectores de grandes periódicos nacionales o de programas radiofónicos de notable audiencia, y de toda una tropa de colaboradores. Los impulsores del nuevo juicio paralelo no perdieron una hija, pero sí unas elecciones que parecían ganadas. Una pérdida que duele mucho menos pero que puede trastornar a muchos más. En compensación, y como suele ocurrir en estos casos, es una oportunidad de ganar mucho dinero a costa de los crédulos. Cualquier comerciante sabe que el espíritu de Laura Palmer, adecuadamente alimentado, ofrece una excelente rentabilidad.

No sé si el comisario Sánchez Manzano, quien fuera jefe de la Unidad de Desactivación de Explosivos de la Policía, es un buen profesional o si es tan incompetente como solemos ser casi todos. Pero visto el resultado del proceso, al menos en primera instancia, puedo opinar que el policía ha cometido un tremendo error al demandar al director de EL MUNDO, Pedro J. Ramírez, a su vicedirector, Casimiro García-Abadillo, al redactor jefe del diario, Fernando Múgica, y al columnista Federico Jiménez Losantos, por intromisión ilegítima en su derecho al honor por las expresiones contenidas en más de cuarenta artículos publicados en el periódico.

La Sentencia del Juzgado de Primera Instancia nº 56 de Madrid viene a señalar que la sistemática imputación al policía de manipulación de pruebas para atribuir un origen falso a los explosivos e influir en el resultado electoral, con sistemático engaño al juez instructor, son juicios de valor sustentados en hechos sustancialmente veraces y amparados por la libertad de expresión. Y que los calificativos que se le dirigen como “presunto sinvergüenza”, “inepto”, “probado incompetente”, “actuación inquietante”, “confusa y negligente”, “comportamientos turbios”, “turbio policía”, “pepe gotera manzano”, “manzano y sus manzanitas”, “vendedores de humo”, “trileros desvergonzados”, “engañabobos al por mayor”, y “morlacos resabiados”, apreciados en su contexto y en relación con las circunstancias del momento, no cabe considerarlos lesivos del derecho al honor del policía.

No deja de ser curioso que, si bien no sé si tales epítetos encajan en el personaje del policía, estoy seguro de que buena parte de ellos describe fielmente a los demandados. Pero la cuestión no es tanto en qué medida se resuelve adecuadamente el conflicto entre valores constituciones (derecho al honor frente a libertades de expresión e información), aunque también, sino hasta qué punto daña las meninges un buen juicio paralelo y de qué forma la reacción del policía en este caso ha alimentado, sin quererlo, la meningitis. He apreciado un claro síntoma de la enfermedad en este párrafo de la sentencia: “Opinar “que el 11 M se engendró muy probablemente en el seno o al menos en el regazo del Estado...” (Doc 64) es hipótesis protegida por la libertad de expresión, aunque a algunos les pueda parecer sorprendente y disparatada y a otros, por el contrario, factible dado el antecedente del llamado caso Gal”. Confieso que llevo un par de días dándole vueltas al razonamiento y sigo sin entenderlo. Deduzco que no estoy infectado o que los torpes estamos inmunizados.

En fin, dos historias parecidas con dos finales diferentes. Dos juicios paralelos que al final divergen. El caso Manzano me ha recordado la película “Ausencia de malicia”, dirigida en 1981 por Sidney Pollack, protagonizada por Paul Newman y con un irreal y reconfortante final. En un rincón del guión se concentra toda la esencia:

That as a matter of law,
the truth is irrelevant.

We have no knowledge the story is false,
therefore we're absent malice.

We've been both reasonable and prudent,
therefore we're not negligent.

We can say what we like about him;
he can't do us harm. Democracy is served.

Cierto, la verdad parece irrelevante.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Camino a Disneyland

Al fondo se oyen los gritos de los que ya están montados. En la entrada a la atracción hay un cartel que avisa muy claramente a quienes padecen del corazón o de la espalda. No necesito leerlo para decidir quedarme fuera. Me digo que es mi predisposición al mareo por cosa de las cervicales aunque sospecho, no obstante, que es simple flojera.

Así que me quedo esperando por los alrededores, disfrutando de ese privilegiado punto de observación que es el parque y especialmente atento para captar el sonido de palabras pronunciadas en francés por una voz femenina. A salvo.

Pero el cine no avisa o no lo hace tanto. Es fácil acabar en una película de emociones fuertes sin esperarlo. Y no me parece bien porque mi flojera es la misma y, aunque no haya gritos, puedo acabar llorando a moco tendido o intentando contener las lágrimas a duras penas. En el cine hay curvas muy inclinadas, bajadas a gran velocidad y giros verticales de 360 grados que me dejan aterido y que afronto atemorizado con los dedos clavados en los reposabrazos mientras la butaca avanza rápidamente hacia algo aún peor. La última vez que lo sentí fue en “Camino”, esa conmovedora, dolorosa y redonda película de Javier Fesser.



Hubiera querido poder oír la angustia de quienes la vieron antes que yo o un cartel que advirtiera a los padres débiles de corazón o flojos. Me habría sentido aludido y agradecido. Aunque, por otra parte, no sé si hubiera preferido no llegar a verla: empiezo a comprender el extraño placer de salir temblando de una montaña rusa.

lunes, 31 de agosto de 2009

Las artes plásticas no son para mí (o eso creía)



Huyendo del espíritu de mi tío Paco y envuelto en el de (también Paco) Martínez Soria visité el museo Guggenheim de Bilbao, no sin antes haber echado una partidita.



El edificio del museo y el recuperado entorno de la ría son tan atractivos como esperaba, pero su contenido me sorprendió mucho más gratamente de lo que podía imaginar, especialmente la exposición temporal de Cai Guo-Qiang, titulada "Quiero creer".



Aquí el artista, mu majico, explica un poco dos de sus obras, a la manera en que se explican los artistas.





Ah, el arte y la vida: dos mundos paralelos, creo que sin excepciones aunque a veces se diga lo contrario. Afortunadamente. Así puedo seguir disfrutando de Silvio.


martes, 18 de agosto de 2009

Vacaciones con mi tío

Hay muchas parejas imposibles. Una de ellas la forman el introvertido y el fanfarrón. Para el primero, el segundo es una cuidadosa selección del comportamiento humano que le incomoda. Para el segundo, el primero es un inútil aguafiestas en cuya mirada siempre cree apreciar un rencoroso reproche.

Yo era un niño introvertido y mi tío Paco era un fanfarrón. Una pareja difícil, ya digo, aunque también por separado, no nos engañemos. Creo recordar que sabíamos evitarnos hábilmente. Mi tío Paco era de Ramales, una localidad del este de Cantabria, en el valle del Asón, y vivió la mayor parte de su vida en Bilbao.

Los días que he pasado en Castro Urdiales, ese extremo de Cantabria habitado mayoritariamente por vascos, me han recordado aquel detalle familiar. Mirase donde mirase, sólo veía a mi tío Paco. Por cualquier calle, a la vuelta de cualquier esquina, sentado en cualquier terraza, apoyado en cualquier tonel y armado con mi inseparable cerveza me topaba con la panza jovial y fanfarrona del tío Paco, o reconocía su voz detrás de una habanera. Cuánto he suspirado en Castro. Como aquel día en que otro tío Paco se sentó en la mesa alargada en la que estábamos terminando de comer y nos habló de su bonito Bilbao, y de cuando bajaba a Valladolid después de un atentado y allí le hablaban alarmados de lo sucedido y él les respondía que no se había enterado de nada. No pudo expresarlo mejor. A aquel hombre le pasaba lo que a mi tío Paco durante toda su vida y a buena parte de los vascos durante las últimas décadas: no se han enterado de nada.

En el parque de Cabárceno no me pareció ver al tío Paco, aunque al contemplar a los papiones pude reconocer, uno a uno, a los vecinos en la piscina del bloque. Ni yo faltaba.



En el parque también pude ver al enorme gorila zamparse una coliflor tumbado sobre un costado, completamente indiferente a la curiosidad de los humanos que lo observábamos admirados. De pronto vi claro lo que quiero ser de mayor.

Con su permiso, bajo a África. Y por todos los Orishas, espero no encontrarme allí con baba mdogo Paco (tío Paco en suajili).



lunes, 27 de julio de 2009

P.S.

Hablando de soberanía, debo decir que me encantó oír un himno extraño en la ceremonia final de esa apasionante carrera ciclista.



Dicen que es el de Dinamarca, ese gran pequeño país.
Ah, poder sentirse nórdico por un ratito.
Felicidades, Alberto (Contadorssen).
Por todo.

viernes, 24 de julio de 2009

Con diplomacia

Soy un tipo condenado al disfraz. Por muchas razones, empezando por mi nombre. Hoy me pongo el de diplomático, ese cuerpo funcionarial que parece una estirpe y que siempre me represento alto, delgado y con frac, atravesando el patio del Palacio Real con las credenciales en la mano.


(Qué recuerdos. De cuando fui nombrado embajador ante la Santa Sede. Con esta foto siempre propongo el mismo juego: si desaparecemos los que llevamos frac, ¿a qué siglo parece corresponder la escena? Lo sé: es imposible dar una respuesta precisa. Hay un margen de tres siglos, entre el XVI y el XVIII. Reconozco que me fascinan -salvo cuando me desesperan- los lugares donde el tiempo se detiene).

Como me estomagan los trapos de colores –sólo aprecio su utilidad en la cocina—, he resuelto prescindir del banderón de rigor y sustituirlo por un lema en el frontispicio de mi bella embajada:

Cuando la soberanía entra por la puerta, el sentido del ridículo sale por la ventana.

Asomado al balcón principal del edificio, apoyado en el lema que tengo justo bajo mis pies, observo la reciente visita del Ministro Moratinos al Peñón de Gibraltar. Me parece ver al Secretario General del Partido Popular en Andalucía, Antonio Sanz, en un atril junto a la verja, diciendo a quien quiera escucharle: un paso definitivo en la renuncia de la soberanía de Gibraltar, un error histórico e insulto a la dignidad de España.

[Este asunto patriótico coloca a nuestra impenitente derecha una vez más en el centro del escenario de una tragedia cómica. Como que parecen personajes de "La Venganza de Don Mendo":

Al pie de esta enorme roca,
Vengo y lo digo estupendo,
Que la mole es española,
Como que me llamo Don Mendo
.]

Un poquito más allá se ven algunos llanitos entusiastas. Afirman que el peñasco es suyo y las aguas que lo rodean también. El subsuelo parece habérseles olvidado, de momento. Qué perra con los derechos reales. No descarto que por un lado o por otro me corresponda a mí algo, aunque solo sea cuarto y mitad de excremento de macaco autóctono. Tampoco descarto que sea en la mirada de los monos donde se refleje con mayor precisión la imagen de lo que realmente somos cuando hablamos estúpidamente de lo que es nuestro y solo nuestro.

Soy tan incapaz de comprender la falsa polémica del peñasco como de apreciar la conveniencia de la anterior visita del Ministro Moratinos a Guinea Ecuatorial, un viaje organizado por la próspera O.N.G. Negocios Sin Fronteras, Sección Sátrapas. Creo que habría sido mejor que nuestro servicio exterior hubiera preguntado a Mr. Obama, con ocasión de su reciente visita africana, por la marcha de las concesiones petrolíferas a empresas norteamericanas que están enriqueciendo en exclusiva al codicioso y tiránico Obiang y a su selecta camarilla mientras la mayoría de la población es simplemente despreciada, si no maltratada. Dado que en su reciente estancia en Ghana Obama destacó la importancia que tienen un buen gobierno y la sociedad cívica en la promoción de un desarrollo duradero –y desde luego no seré yo quien lo discuta—, Moratinos habría hecho bien en preguntarle al presidente americano si un puñado de buenas razones estratégicas son suficientes para hacer una excepción con Guinea Ecuatorial.

En fin, la política exterior nos enfrenta al mundo, a todos sus ángeles y demonios, y nos coloca por ello en la incómoda tesitura de adoptar un postura frente a cada uno de ellos. Por eso mismo quizá sea la parte de la política que mejor nos retrata, así que debemos cuidar el gesto. Ni compareciendo ante la verja, indignados, ni rindiendo pleitesía a Obiang, ufano, quedamos muy favorecidos.

Ya está. Me quito el frac, desalojo el palacio antes de que llegue su propietario y arrojo el lema al polvoriento rincón adonde van a parar todas las cosas.

jueves, 9 de julio de 2009

De izquierda a derecha

Llevaba algún tiempo sin prestar atención a esas palabras tan desgastadas por el mal uso, pero reconozco que seguramente conservan más significado de lo que creía. Un artículo de Daniel Innerarity ha colocado en orden esas vagas impresiones que llenan –sólo ellas— mi cabeza:

(...) Por supuesto que ambas [la derecha y la izquierda] aspiran a defender tanto la igualdad como la libertad y que nadie puede pretender el monopolio de ambos valores, pero el énfasis de cada uno explica sus distintas culturas políticas. La diferencia radicaría en que la izquierda, en la medida en que espera mucho de la política, también tiene un mayor potencial de decepción. Por eso el vicio de la izquierda es la melancolía, mientras que el de la derecha es el cinismo.
Esto explicaría sus distintos modos de aprendizaje, lo que probablemente responde a dos modos psicológicos de gestionar la decepción. La izquierda aprende en ciclos largos, en los que una decepción le hunde durante un espacio de tiempo prolongado y no consigue recuperarse si no es a través de una cierta revisión doctrinal; la derecha tiene más incorporada la flexibilidad y es menos doctrinaria, más ecléctica, incorporando con mayor agilidad elementos de otras tradiciones políticas.
Por eso la izquierda sólo puede ganar si hay un clima en el que las ideas jueguen un papel importante y hay un alto nivel de exigencias que se dirijan a la política. Cuando estas cosas faltan, cuando no hay ideas en general y las aspiraciones de la ciudadanía en relación con la política son planas, la derecha es la preferida por los votantes (...).


El ángulo me parece adecuado: como la virtud no es la regla en los humanos, a la hora de definir posiciones políticas no hay nada mejor que prestar atención a los defectos de cada una. Así se las reconoce más fácilmente. Y el substrato psicológico de la orientación política -en realidad, de casi todo- me resulta cada vez más evidente.

Melancolía frente a cinismo. Ajá, eso parece. O histéricos aspavientos al más mínimo hedor de la realidad frente a plena adaptación a la mierda.

Fijarse en los defectos ayuda a explicar en parte ciertos fenómenos, como el de la frecuente evolución política desde posiciones de izquierda hacia otras más conservadoras. (Sé que no soy preciso pero se me entiende). Considerando los respectivos defectos y el hecho de que la mierda del mundo siempre está ahí, rebosando, es más comprensible querer dejar de ser de izquierdas que lo contrario. Cuestión de hartazgo y supervivencia.

Conozco bien mis defectos y no tengo por ello ninguna duda. Soy un izquierdoso condenado a querer dejar de serlo. De momento, sin éxito.

viernes, 26 de junio de 2009

Ultimátum



"Ultimátum a la Tierra", 2008, de Scott Derrickson.

Tengo muchasss cosasss que preguntarte..., Keanu.

Y también a ti, Jennifer, así que no te vayas muy lejos, por favor.

Bien, gracias, y dejando de momento a un lado al precioso Bach, que lo es, ¿podéis decirme qué diablos queréis acabar haciendo con vuestras irregulares carreras? ¿En qué mierda -no se me ocurre otra palabra, sabréis disculparme- estábais pensando cuando aceptásteis el papel?

Ya no somos unos niños. O pensáis mejor o no levantaréis cabeza.

Dicho lo cual, vayamos con un poco más de Johann Sebastian Precioso. Cualquier versión me vale.

domingo, 21 de junio de 2009

Máximo común denominador



El pasado me apasiona pero su contemplación, desde la ventajosa posición de quien conoce el desenlace, me conmueve.

Así me sucede con el noticiero olvidado recién descubierto y en parte publicado. Espero poder ver todo el material. Niceto Alcalá Zamora, Fernando de los Ríos, Victoria Kent, Salvador de Madariaga... Sonrío al fijarme en la retórica de aquellos tiempos y esa antigua y tajante gestualidad de las proclamas solemnes. Pero la sonrisa se tuerce al recordar que, pese a sus diferencias políticas, los personajes muestran la ilusión por una oportunidad de cambio y modernidad sin saber que acabarán presenciando una bárbara guerra y compartiendo un inevitable exilio: el común denominador de buena parte de la inteligencia de la época.

Maldita historia.


Me queda Bach. O más bien me persigue.

miércoles, 17 de junio de 2009

Muerte entre los frutales

Como abogado estoy interesado (casi siempre) y abrumado (a todas horas) por los conflictos privados. Pero me reconozco un pésimo negociador: a menudo soy incapaz de comprender las expectativas y deseos de las partes enfrentadas. Supongo que los buenos negociadores son los que no pierden el tiempo valorando las pretensiones en conflicto y se limitan a encajarlas. Yo lo pierdo tratando inútilmente de comprender el gusto humano por aferrarse a lo inconveniente. No soy de este mundo. Una maldición como cualquier otra que me condena a sacar la cabeza fuera de los límites en busca de aire para descubrir que sólo hay vacío.

Es lógico que me suceda algo parecido en los conflictos a gran escala: me interesan tanto como soy incapaz de comprenderlos. Me lo han recordado algunos de los análisis que he leído de la declaración del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, realizada el pasado domingo sobre las líneas programáticas de su gobierno en relación con el conflicto palestino. Como siempre, me he limitado a leer el relato de los hechos y las opiniones ajenas, consciente de que una valoración consistente de este complejo asunto de imprevisible futuro excede de mi capacidad de análisis. Pero me ha llamado la atención el relativo énfasis que los medios han puesto en la exigencia de que el futuro Estado palestino esté "desmilitarizado". Supongo que eso y el "control internacional del espacio aéreo" equivalen a falta de autonomía, y no dudo de que así lo entiende también ese halcón que es Netanyahu. Sin embargo, soy incapaz de considerar una imposición la posibilidad de construir una nueva organización política sin ejército. A lo sumo se trataría de una bendición.


Sin duda: en este punto, trato hecho.
(Será que no sé negociar).






"Vals con Bashir", 2008, de Ari Folman.

viernes, 12 de junio de 2009

Desaparecido

Apenas crucé un par de frases con él en alguna reunión del colegio, de ésas en las que creo sentir la asfixia de la sobreprotección de los padres sobre sus hijos. Dichosas reuniones. Tenía dos hijas de la misma edad que mis pequeños y la mayor había cambiado de colegio este último año. La hija menor seguía en el mismo porque no fue admitida en el otro. Ni él ni su mujer estaban contentos con el colegio, no, pero no importa. Hacía tiempo que no lo veía y tampoco importa. Se suicidó hace poco más de una semana.

Este sábado es el cumpleaños de su hija pequeña y M. está invitada a la celebración. Está ilusionada pero no tengo valor para llevarla.
Hazlo tú, por favor.



"In Treatment", 2008. HBO.

jueves, 4 de junio de 2009

Asuntos, sin más

A poco que nos descuidemos tropezamos con un asunto interno, pero interno, lo que se dice interno, de los internos de toda la vida, vamos, del mismísimo interior.

Así no hay manera de ser portavoz de Asuntos Exteriores. A lo sumo, de Asuntos Interiores. Grotesco y despreciable.

Asuntos internos... Andaba pensando en esa expresión tan de guerra fría, cavilando sobre las limitaciones que quieren imponerse a la jurisdicción universal de nuestros tribunales y en el inevitable desasosiego que me produce esa comprensible posibilidad cuando, tachaclic, irrumpe el asalto fotográfico a la intimdad de Berlusconi. Y recordé.




“Yo serví al Rey de Inglaterra” (2006) de Jiri Menzel, basada en la novela de Bohumil Hrabal, ambos checos.

Juguetones y felices, igual que cachorros, efectivamente. Y ya no puedo volver a los asuntos internos, centrada momentáneamente mi atención en esos otros asuntos tan viejos -en cualquier sentido- y tan humanos.

sábado, 16 de mayo de 2009

El asunto Rosenberg



Un nuevo y sorprendente ejemplo de cómo la tecnología actual difunde veloz y masivamente toda clase de mensajes. También el de un condenado a ser asesinado que ofrece póstumamente pruebas del crimen del que será víctima.

Hacía tiempo que no me impactaba tanto una imagen no violenta –más exactamente, no explícitamente violenta—, envuelta en una espesa y asfixiante bruma de bárbara codicia. Confío en que se disipe.


Debo quitarme el mal sabor de boca.



Johannes Brahms, Liebeslieder Waltzes Op. 52. Nº 14.

Sieh, wie ist die Welle klar,
blickt der Mond hernieder!
Die du meine Liebe bist,
liebe du mich wieder!

Mira qué claras son las olas bajo la mirada de la luna.
Tú, a quien dedico mi amor, ámame!

(Texto y traducción obtenidos en http://www.recursocoral.com.ar/) .

domingo, 26 de abril de 2009

Mimetismo

Por momentos, la historia de mi vida.



Zelig, 1983, de Woddy Allen.

sábado, 25 de abril de 2009

Combinaciones


Si dos platos me gustan por separado, la mezcla no me gusta menos y a veces, más. Como que me llaman el rey del plato combinado. En ocasiones, el de los combinados.

Hoy me pido el nº 7: Bach y jazz de la mano de ese original talento musical que es Bobby McFerrin.

martes, 21 de abril de 2009

Deformidades

Observo que hay circunstancias que parecen deformarnos, sustancias que si nos empapan lo suficiente y durante suficiente tiempo terminan reblandeciendo nuestra identidad y moldeándonos de forma grotesca.

Intento hacer inventario. La autoridad y la sumisión. El lujo y la miseria. Me esfuerzo por compararlos y calibrar su fuerza deformante, pero no llego a ninguna conclusión convincente. Y cuando empezaba a pensar que tal vez los factores deformantes vienen a pares, en forma de dos extremos, tropiezo con el miedo y sospecho que su contrario no es tan peligroso. Y luego caigo en que no parece haber unidad de medida fiable y que por ello resulta imposible comparar deformidades. Y que hay deformidades y deformidades y algunas incluso tienen cierto atractivo...

Es un asunto resbaladizo, de esos -cada vez más frecuentes- en los que me pregunto si lo que pienso u opino no es más que un sistemático intento de justificar lo que soy: en este caso, de convencerme de que no soy deforme o no demasiado, y de que hago bien procurando renunciar a cualquier autoridad o padeciendo grave incomodo ante el menor atisbo de lujo. O de justificar lo que cada vez me resulta menos discutible: que las sociedades libres e igualitarias son las menos repugnantes precisamente porque son las que menos nos deforman.

"Fortunata y Jacinta",de Benito Pérez Galdós, es un dramón en toda regla que presta atención a ciertas deformidades. Antón García Abril le puso música en la versión televisiva de Mario Camus de 1979-1980. Esto no viene mucho a cuento, lo sé, pero la música, como casi siempre, me trae buenos recuerdos. Es decir, me permite soñar despierto.

sábado, 18 de abril de 2009

El nombre de la red

Guillermo de Baskerville descubre un acceso a la W.W.W.



("El nombre de la rosa", 1986, basada en la novela de Umberto Eco).

Y pensar que en la abadía estaba Hellboy, alias Ron Perlman, interpretando su enésimo papel monstruoso.


Lo que me cuesta relacionar las cosas.

lunes, 13 de abril de 2009

La pascua

Siempre acaba sirviendo para algo la desconcertante Semana Santa, ya sea para para comprobar cómo florece la superstición, ya sea para descubrir que el turismo resiste la crisis.

No me lo puedo creer.

Ni lo uno ni lo otro.


(Un poco más de "Monty Python Live at the Hollywood Bowl", 1982).

domingo, 5 de abril de 2009

Sin facultades

No es que vaya perdiendo facultades, es que nunca he encontrado el modo de adquirirlas. La angustiosa certeza me ha sobrevenido al pensar, al borde de los días de pasión que se avecinan, que lo más parecido a un arrebato sentimental del que pudiera ser capaz sería esto.




Aunque estuve seguro antes, mucho antes, de mi genérica falta de facultades. Antes incluso de la dolorosa confirmación que tuvo lugar aquella tarde-noche que se prolongó hasta el borde de la madrugada, en la que anduve montando un mueble para la terraza. Según el embalaje el proceso duraba diez minutos. Todavía me río de aquella broma, una de las mejores que me han gastado nunca.

Por unas cosas o por otras hace ya mucho tiempo que enterré el agotador afán de superación y sólo me dedico a disfrutar de las facultades ajenas, esforzándome únicamente en mejorar la habilidad para descubrir esos gozosos dones, como el de quien es aún capaz de hacerme leer una novela.




Siempre suyo, Mr. Cornwell.

(Se confirma año tras año: estas fechas me desorientan).

miércoles, 25 de marzo de 2009

Falso culpable

"No estoy contra la policía; simplemente les tengo miedo", dice Wikiquote que dijo Alfred Hitchcock. Algo parecido me pasa, por ejemplo, con los jueces, los periodistas y el poder político. Exagerando un poco –o mucho, no calibro— pienso que si llamara su atención habría llegado mi acabose.

Por otro lado, a diferencia de los confusos orígenes de mi ateísmo, tengo claro que mi profunda e incurable desconfianza hacia la prensa surgió cuando comprobé las graves imprecisiones que cometía la información de tribunales.

Con tales antecedentes han llegado a mis oídos las noticias sobre el dichoso caso Gürtel: en lo que a mí respecta, nuevas sobre lo que me asusta contadas por aquellos de quienes desconfío. Ni estoy tranquilo ni entiendo nada, pero siempre se aprende algo y quiero anotarlo antes de que se me olvide.

- Hay un juez socialista (¿dónde habré oído antes ese adjetivo?). No me parece del todo mal: hasta la fecha no he tratado con ninguno.

- En sus encuentros con los tribunales, hay una llamativa diferencia entre el ciudadano común y el poder político –o mediático, que tanto da—: mientras el primero suplica o solicita, el segundo exige. Ya me gustaría poder hacer lo mismo.

- A cierta altura social, todo personaje cuenta con su propia hagiografía. Unos ven amanecer y por las venas de otros corre tinta. No hay manera de que hagan o sean algo prosaico.





Otro día seguiré repasando las notas, que ahora me sobreviene la memoria histórica con el caso del ácido bórico y el caso Bono.
Qué recuerdos, qué casos y qué cosas. Ahora entiendo de dónde proviene mi temor a los jueces, los medios y la política, ese torbellino sin escrúpulos capaz de engullir a cualquiera y en el que resulta imposible saber dónde están exactamente la malicia, la ignorancia o la simple estupidez, sin que pueda descartarse que estén en todas partes.

Yo también debo inhibirme y seguir a lo mío.



"Fuga y misterio", de Astor Piazzolla en versión de la Kremerata Baltica, sin bandoneón y con vibráfono.

sábado, 21 de marzo de 2009

Antisistema

No pienso en el individuo con la cara tapada con un pañuelo zarandeando el mobiliario urbano (¡pero qué culpa tendrá el contenedor!) en señal de protesta contra el universo-mundo y la falta de birras (de esto..., de esto último me hago cargo, ciertamente).

No. Pienso en Barack Obama y en si habría que preguntarse si no es acaso un socialista, expresión equivalente en norteamérica a un auténtico antisistema.



Ah, las etiquetas, cómo simplifican la vida y cómo nos cobran el justo precio por ello: volvernos simples.
Fuera etiquetas.
Cultivemos el gusto por lo inclasificable.
Creo que Obama lo es por el momento, afortunadamente.

Como estos Igudesman & Joo, acompañados por la Kremerata Baltica, con Piazzolla al fondo.



(Aunque advierto: fuera del escenario, a un inclasificable antisistema como Igudesman no lo aguantaba ni dos minutos a mi lado. Otra cosa sería a la violonchelista).

sábado, 14 de marzo de 2009

(In)experiencia

- Barajan alegremente la hipótesis de la guerra quienes cuentan con mantenerse en la retaguardia.

- Propugnan las virtudes del trabajo los que nunca han desempeñado uno tedioso o miserable.

- Defienden las bondades de la exclusiva iniciativa privada los que por simple azar han contado con un buen puñado de oportunidades.

- Siguen con el cuento de la buena revolución los que no se han visto aplastados por el devastador experimento.

- Nos dan la tabarra con la ineluctable violencia e injusticia de la vida los que siempre han permanecido al privilegiado abrigo de su segura vida personal.

Y así sucesivamente. Observando el panorama empiezo a pensar que una de las poderosas razones por las que el mundo mejora tan lentamente es el lugar demasiado relevante que ocupan en él humanos faltos de experiencia(s). Inexpertos.

Es muy probable que yo también hable de lo que no sé. Así que me tomaré una cerveza checa a la salud de la memoria de Bohumil Hrabal mientras escucho algo del maestro Piazzolla. Así, calladito.



viernes, 13 de marzo de 2009

Sobreviviré

Si busco, las encuentro. Bromas para sobrevivir, por supuesto.
(Y sorprendentes usos para la pequeña batidora con la que preparo el colacao de los enanos).



Igudesman & Joo en su espectáculo “A Little Nightmare Music”.

domingo, 8 de marzo de 2009

Yo que he servido al Rey de Inglaterra

Hay historias que no han sido concebidas para expresar ningún mensaje formal, que solo buscan extraer con humor el ácido jugo de las miserias cotidianas. Finalmente suelen ser más elocuentes que las que pretenden serlo.



“Yo serví al Rey de Inglaterra” (2006) de Jiri Menzel, basada en la novela de Bohumil Hrabal.

Una delicia. Otra de esas gratas sorpresas de la vida detrás de la cual uno adivina un alma gemela, brillante e incomparablemente mejor.

viernes, 6 de marzo de 2009

Psicosis

Me digo una y mil veces que no estoy para nadie, solo para bromas. Luego me descubro leyendo las Reflexiones del Comandante en Jefe y preguntándome si se trata de una broma, aunque es bien sabido que las tiranías no suelen gastarlas.

Acabo preguntándome cómo ando de cabeza. Y cómo andará el Comandante de eso mismo. Me temo lo peor. En ambos casos.

Y es comprobar cómo el hermano Raúl se sirve del insepulto Comandante para ratificar sus decisiones, y es preguntarme si no he visto ya antes esa película.

Y es oír a los purgados entonar el mea culpa y es sonreír con una incómoda mezcla de desprecio y compasión. El viejo papel interpretado por los caídos en desgracia en los inseguros mares del partido único mientras cuentan con salvar algo de su particular naufragio. Un clásico del siglo XX.

-Dejémoslo estar, Comandante. Eso en realidad no va con nosotros. Volvamos a casa. La mecedora le espera.




martes, 3 de marzo de 2009

Vidas cruzadas

El fin de semana electoral proporcionó muchas sensaciones, algunas expectativas y un puñado de imágenes. Como ésta.


(Rodrigo Rato, como apoderado de su partido, visitando un colegio electoral en San Sebastián).

No falta ni la papeleta del revés, un símbolo de dónde tiene la cabeza el que la exhibe.

No sabía que Rato llevara perilla ni contaba con que me pudiera costar reconocerlo. Me ha gustado su gesto, aunque ha sido verlo y no poder evitar la comparación con otros gestos y otros rostros más familiares.


(Mariano Rajoy celebrando en Madrid la victoria de su partido en las elecciones gallegas).

Seguramente las apariencias del momento engañan y Rajoy ha sufrido mucho más que Rato en los últimos seis años. En cualquier caso se trata de dos hombres cuyas vidas están separadas no solo por su carácter, sino muy especialmente por el dedo de Aznar, que se posó sobre la cabeza de uno de los dos candidatos precisamente en el instante en el que sus vidas estaban más unidas -también a la de aquél a quien pertenecía el dedo-, y a partir del cual no dejarían de separarse -muy especialmente del dedo, cuyo dueño anda lamentándose de no haberlo cortado a tiempo.

Observar las historias (también las políticas) con perspectiva me proporciona un gozoso asombro. Son azarosas e imprevisibles. Como la vida misma.

Reedición (17/04/2015). 

El tiempo ha transcurrido, la perspectiva se ha ampliado y las historias políticas siguen tan azarosas e imprevisibles como siempre. En su momento aventuré que Aznar se había equivocado (una vez más) al designar como sucesor a un Registrador de la Propiedad. Lo cierto (o más probable, que ya nada aseguro) es que era yo (una vez más) el equivocado. 


No tengo pensado seguir escribiendo nuevas entradas del blog, de momento, pero intentaré aprovechar cada oportunidad que se presente para corregir las pasadas, aun sabiendo (o suponiendo) que precisamente porque la vida es azarosa e imprevisible, nosotros también somos incorregibles.

jueves, 26 de febrero de 2009

Tam, tam

El admirado físico Richard Feynman tenía, entre otros muchos, talento para la percusión.



Aunque es probable que ni con todo el tiempo y la paciencia del mundo pudiera llegar a entender sus diagramas, comprendo bien la amargura que asoma en su recuerdo de aquellos alegres tambores de guerra.

(A partir del minuto 7:55 del video).




The only reaction that I remember - perhaps I was blinded by my own reaction - was a very considerable elation and excitement, and there were parties and people got drunk and it would make a tremendously interesting contrast, what was going on in Los Alamos at the same time as what was going on in Hiroshima. I was involved with this happy thing and also drinking and drunk and playing drums sitting on the hood of, the bonnet of, a Jeep and playing drums with excitement running all over Los Alamos at the same time as people were dying and struggling in Hiroshima.

I had a very strong reaction after the war of a peculiar nature - it may be from just the bomb itself and it may be for some other psychological reasons, I'd just lost my wife or something. But I remember being in New York with my mother in a restaurant, immediately after, and thinking about New York, and I knew how big the bomb in Hiroshima was, how big an area it covered and so on, and I realised from where we were - I don't know, 59th Street - that to drop one of the 34th Street, it would spread all the way out here and all these people would be killed and all the things would be killed.

And there wasn't only one bomb available, but it was easy to contibue to make them, and therefore that things were sort of doomed because already it appeared to me - very early, earlier than to others who were more optimistic - that international relations and the way people were behaving were no different than they had ever been before and that it was just going to go on the same way as any other thing and I was sure that it was going, therefore, to be used very soon.

So I felt uncomfortable, and thought, really believed, that it was silly: I would see people building a bridge and I would say "they don't understand." I really believed that it was senseless to make anything because it would all be destroyed very soon anyway.

(La transcripción la he tomado de la mismísima BBC y las negritas son mías).

jueves, 19 de febrero de 2009

Goldberg relax

Sigo igual. Hasta ahora todo ha sido inútil. No logro relajarme. Tal vez sirva el Aria de las "Variaciones Goldberg" en la versión preferida de Hannibal Lecter. Probaré a oírla mientras recito el mantra: estoy relajado y no voy a matar a nadie, estoy relajado y no voy a comerme a nadie, estoy relajado...




El genial Glenn Gould. Ahora que me fijo, una mezcla entre Hannibal Lecter y su paciente más insólito. Todo encaja.

(Perdón por la estúpida broma, maestro. Necesito relajarme).