Fotografía de Don McCullin - ‘Snowy, Cambridge, early 1970s’

miércoles, 24 de diciembre de 2008

¿Cojones?

Comencé el año con el propósito de agarrarme a una sonda espacial y lo termino sopesando poner fin a mi excedencia y abandonar el despacho.

No sé, no sé. Como diría Al Swearengen, espero que el puto año nuevo sea menos jodidamente cabrón que este 2008 de los cojones.



Como siempre, los peores son los mejores (personajes). "Deadwood". HBO, como siempre.

sábado, 20 de diciembre de 2008

Misioneros

No serán ni doscientos metros de estrecha calle los que separan el despacho del aparcamiento. Me asombro al calcular que en los últimos ocho años habré recorrido el trayecto más de seis mil veces. En ese tiempo casi nada ha cambiado. El mismo hotel y las mismas pequeñas tiendas de misteriosa subsistencia. La ortopedia, la de objetos usados y mi debilidad: la de trofeos deportivos. Y el mismo prostíbulo, siempre abierto, que se esconde tras la densa cortina por la que se escapa el olor a ambientador generosamente pulverizado que no puedo evitar inhalar con fuerza cuando paso junto a la puerta.

Ya había pensado en que había algo de medieval en el escenario de ese recorrido diario, una sensación de tiempo detenido. La posada, los tenderetes, el lupanar. Sólo faltaban los visionarios y me he topado con ellos en las últimas semanas. Dos jóvenes de inconfundible y trajeado aspecto visitando las casas bajas y transmitiendo las verdades del Libro de Mormón. Otro floreciente delirio que nos ofrece ayuda para afrontar el miedo que inspira la inminente llegada del año 1000.



La Iglesia de los Santos de los Últimos Días. Latter-Day Saints. LDS.

El otro día, de regreso al aparcamiento y envuelto en mi habitual ensoñación observé que llevaba unas raídas sandalias de piel de cabra. No me sorprendí.

Ingesta accidental de LSD, supongo.


sábado, 13 de diciembre de 2008

¿Se acabó?

Daniel me advirtió de que la tercera temporada de “Mad Men” estaba en el aire, donde quizá siga. No quise pensar en ello mientras saboreaba la segunda lo más lentamente que podía. Pero una vez que he acabado de verla, la posible interrupción definitiva de la historia me ofende.



(Punto final de la 1ª temporada, pero es que me viene al pelo).

Aunque no compartamos las razones, el personaje expresa lo que yo siento y por el mismo orden: sorpresa, incredulidad y resignación. En suma, lo que parece haberse marchado nos ha dejado jodidos.

Hasta que sepamos qué será de nosotros y aunque haga un frío que pela, don’t think twice, Miguelino, it’s all right.

lunes, 8 de diciembre de 2008

La otra receta




Las policías de Barrio..., de..., de... Pérez Rubalcaba.

Y aguantar menos.

sábado, 6 de diciembre de 2008

El cliente


Acabado el bachillerato dudé y estuve tentado de estudiar Psicología, pero me dijeron que aquello no tenía futuro. Como ni tenía ni tengo vocación alguna, y por no molestar a nadie, acabé estudiando otra cosa. Para acabar trabajando de psicológo.

“Después del tiempo que le he dedicado al asunto solo tengo claro una cosa: no se puede perder”, me dice el obsesivo cliente al concluir el juicio y sin conocer el sentido de una sentencia que puede tardar semanas. Me siento como el médico al que su paciente le suelta, tajante: “después de lo mucho que me he cuidado solo tengo claro una cosa: no me puedo morir”.

No hay otra: debo comenzar la terapia. Querría que Maslow estuviera a mi lado. “No nos pongamos la venda antes que la herida... Hemos hecho lo que teníamos que hacer y lo hemos hecho bien... Trate de no pensar en el asunto hasta que la juez se pronuncie... No es más que una porción de terreno en la que no habían reparado hasta ahora... Céntrese en lo que de verdad es su vida, aparque por un instante la disputa”.

Por un momento creo que el cliente se va tranquilizando, que lo peor ha pasado. Su frágil esposa, atrapada desde hace meses en ese poderoso campo magnético que es la vorágine cerebral de su marido, agradece que trate de aliviar la tensión y sonríe. Pero sé que todo es inútil. La autoestima de ese hombre depende del futuro de aquel terruño que ni siquiera es suyo, sino de la suegra. La mente obsesiva del cliente sigue girando, se percibe en sus ojos, y lo hará más rápido en cuanto nos despidamos.

Veo a la pareja descender por la calle en busca de su coche y me viene a la cabeza lo que un psicólogo clínico sostiene casi siempre: el cliente nunca tiene razón.



(“In Treatment”. HBO, claro. Algún día tendré que hablar de ella).

viernes, 5 de diciembre de 2008

La receta



Hasta que llegue la independencia, ansiolíticos.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Retrospect (mundo viejuno).

Este pasado fin de semana fuimos a Salamanca a recordar aquello del frío de veras. En casa de los suegros me topé con una vieja guía de la ciudad impresa en 1920. Aparte de los precios de los transportes, me llamaron la atención los anuncios de diversos establecimientos locales que figuraban en las primeras y en las últimas páginas de la guía.

EDITORIAL SALAMANCA, S.A. edita:
“LA GACETA REGIONAL”

Diario de Salamanca entusiasta defensor de las ideas religiosas, de los prestigios de la autoridad y el mantenimiento del orden social, con extensísima información extranjera, nacional, regional, provincial y local.


Hoy la editora es otra, pero doy fe de que la cosa, noventa años después, sigue siendo esencialmente cierta.

Venancio GOMBÁU – Fotógrafo
FOTOGRAFÍAS DE TODOS LOS MONUMENTOS DE SALAMANCA Y PROVINCIA

Prior, 18 Teléfono 205

Los hijos de don Venancio heredaron el negocio y siguieron retratando la ciudad en blanco y negro. Decidí buscar aquellas viejas fotografías de una Salamanca que existió antes de que yo naciera, pero que se parecía mucho a la que recuerdo. Rastros de un tiempo en el que los cambios eran más lentos, como que casi ni los había.


Corrí delante de estos y esquivé sus varazos, pero solo después de perderles el miedo -sobre todo al de la izquierda- con la ayuda del intrépido Mario, aquel hijo del teniente coronel.


Un Paseo de Canalejas de casas bajas y calle adoquinada. Llegué a vivir en él, ya sin burro.


Junto a uno parecido cambié cromos. Y pensar que nunca me ha gustado coleccionar nada.



Pues eso. Chanante.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Maravillas


Andrés era un tipo formal que vivía cerca del colegio. Era muy deportista y lo recuerdo entrenarse corriendo por las calles que rodeaban su manzana. Algo asombroso para quien, como yo, siempre ha corrido menos de lo indispensable. No llegué a entrar en su casa. En mi patológico caso de visitante de cuevas ajenas ese detalle dice mucho del alcance de nuestra relación: fuimos simples conocidos de la escuela.

Como fuimos a institutos diferentes le perdí la pista al concluir la E.G.B. Varios años después nos tropezamos en la calle, nos reconocimos y decidimos tomar algo mientras charlábamos de lo que había sido de nuestra vida. Estaba en el ejército, como suboficial. Recordaba que tenía dos hermanos más pequeños y le pregunté por ellos. Me dijo que su hermana Leo (Leíto), dos años menor que él, estaba en algún lugar de México, a donde había ido de la mano de los Legionarios de Cristo, quienes tenían un seminario en las afueras de la ciudad. Hacía ya años que nada sabían de ella a pesar de las muchas gestiones que habían realizado. Recuerdo bien, porque me impresionó, que me dijo que hasta sus padres se habían hecho a la idea de que la habían perdido definitivamente.

El asunto de la placa de Santa Maravillas de Jesús en el Congreso de los Diputados ha despertado mi interés por el personaje que ascendió a los altares desde algún punto de la Carrera de San Jerónimo. Los aislados pensamientos de la carmelita descalza que he leído en un blog entusiasta me permiten comprender la pasión que puede fluir en el interior de un convento.

“Considerando que Dios se hizo hombre por nuestro amor, no sé cómo no nos volvemos todos locos de amor por él”.
"Con Él todo se hace suave y dulce, aun lo más amargo".
"Si Él está contento, ¿qué más podemos querer?"
"Si has nacido para morir de amor, ¿qué te importa todo lo demás?”
"Nada nos puede quitar el vivir con Él, amándole y procurando agradarle y consolarle".
"¡Cómo tenemos que ser con Él y qué delicadezas de amor tenemos que tener; que amor con amor se paga!”

Son palabras de una mujer perdidamente enamorada de un hombre absolutamente idealizado. Un éxtasis amoroso provocado por un fantasma. Más que religioso, veo algo profundamente humano.

El caso es que una mujer tan entregada y enamorada es extraordinariamente vulnerable. Manipulable.

Y me acordé de Leíto.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Absurd

Me falta algo. Echo de menos un verano ocioso de suave temperatura y con unas buenas olimpiadas. Sé que es aún más absurdo que imposible.

Absurdo o no, atención al campeón australiano por la calle dos.


(Monty Python Live at the Hollywood Bowl, 1982).

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Negativos



Parece que nada nos define tan bien como aquello que nos desagrada. Más exactamente, se diría que lo que mejor nos describe son aquellas cosas que no solo nos disgustan, sino que nos irritan. “¿Quiere saber quién soy? Pues le contaré qué me pone enfermo”, eso decimos.

Lo compruebo al echar un vistazo a este trasto llamado blog y a otros, o al ojear la prensa o escuchar las tertulias radiofónicas. Las líneas que nos diferencian tienden a trazarse mediante la identificación, no de aquello con lo que estamos de acuerdo, sino de lo que nos da grima. Nos agrupamos en torno a fobias comunes y no hay discusión más frecuente que la gira sobre qué o quién más merece nuestra incondicional repulsa.

Tal vez sea inevitable pero no me gusta. Y si lo pienso un poco no creo que realmente nos defina mejor el negativo de nuestra imagen ideológica, y menos aún uno que resalte desproporcionadamente una parte. Así que basta. Debo resistirme a buscar mi puesto en la montería, ése que me fuerza a disparar a todo lo que pase por un determinado ángulo de tiro. Tendré que contarme más a menudo lo que simplemente me gusta. Como el resultado de las elecciones norteamericanas. Urgía un cambio de rumbo y así ha sido. Perdió la alternativa insostenible y venció un hombre de excepcionales cualidades. Las sombras del asunto no son más que las largas sombras del mundo, que ahora lo son, sin duda, algo menos.



(Al final debo reconocer que hay algo grato en esto de apuntar y disparar. Va a ser difícil resistirse).

lunes, 10 de noviembre de 2008

La torre de Suso

Un capítulo especialmente largo (piloto) de una nueve serie, rodado con la colaboración de los guionistas y los intérpretes de “Siete vidas”, mezclado con algo de “Aquí no hay quien viva”. Eso me pareció, sorprendiéndome que se lleve al cine lo que casi parece una comedia de situación. Algo muy amable y de mensaje cuidadosamente correcto. Nada nuevo.

Pero me hizo gracia. Y como solo estoy para bromas, da igual que sea una película sin importancia. Qué va, qué va a tenerla.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Missing

El 10 de diciembre de 1998 el juez Baltasar Garzón dictó auto de procesamiento contra Augusto Pinochet Ugarte por un posible delito de genocidio. Hubo mucho revuelo durante el curso de aquel proceso iniciado algunos meses antes. Lo hubo en las dependencias de la Fiscalía de la Audiencia Nacional y en el ancho mundo. También de forma especial en el Reino Unido, donde el anciano vivió un tiempo bajo arresto domiciliario. Recibió visitas y algunas se retransmitieron.



Aquella historia judicial y política estuvo llena de detalles de interés, pero me fijo ahora en el gesto y las palabras de Margaret Thatcher. Una mujer comprometida sin ninguna duda con la libertad que sin embargo rinde pleitesía a un anciano y codicioso tirano. Durante la charla surge el agradecimiento por la ayuda prestada en la sangrienta recuperación de unos fríos y ventosos islotes apenas habitados, ocupados ilegítimamente por otros infames tiranos con los que el anfitrión de la baronesa hacía antes siniestros arreglos en asuntos comunes. Pero lo más sorprendente es el reconocimiento de los méritos democráticos del general. Margaret Thatcher sabía que Pinochet había consentido la convocatoria de elecciones tras su derrota en el plebiscito de 1988, y que había abandonado el poder directo en 1990, si bien diecisiete años después de haberlo tomado por las armas y tras haber ejercido una feroz represión política. También sabía que a partir de 1990 el general se mantuvo otros ocho años más en el cargo de comandante en jefe del ejército, sobrevolando amenazadoramente la vida política chilena. Valorando los hechos, Margaret Thatcher concluyó que fue el militar quien trajo de regreso a Chile la democracia, la verdadera, aunque le llevara algún tiempo. Por desgracia, esa irracional forma de hacer balance es más común de lo que debiera entre los humanos que gustan de llamarse de acción y sin complejos.

Tratando de corregir su entusiasmo, a los valedores de la declaración de las buenas guerras siempre les indico -aunque no suelen preguntar por él- el camino a la intendencia, ese lugar donde podrán dejar sus trajes o calzonas y recibirán el uniforme de su talla y el pase al frente. Por supuesto que solo pretendo que experimenten y puedan hablar con propiedad de lo que gustan hablar, no que mueran ni resulten heridos. Aunque debo reconocer que la decidida Margaret Thatcher vendría ya con el uniforme puesto. Pero a los que expresan comprensión por las soluciones militares aplicadas a las democracias en graves crisis políticas y económicas, a esos les sugiero una visita informal al Estadio Nacional, en Santiago de Chile, en las semanas que siguieron al golpe de 1973. Solo pretendo que se familiaricen con los métodos de ciertos gobiernos de orden, no que vomiten ni queden con mal cuerpo.



¿Y todo esto a qué viene? Pues a que empleando la perspectiva psicológica que tanto me tienta veo claro que Garzón está persuadido de que si la sublevación militar española de 1936 hubiera tenido un rápido éxito, sus responsables habrían llevado a cabo una represión política similar a la ejercida durante años en el Chile de Pinochet o en la Argentina de Massera y compañía. La hipótesis es razonable por la coincidencia de circunstancias y personajes: crisis política aguda y salvapatrias con uniforme y pocos miramientos. La guerra civil que sobrevino, fiel a la bárbara naturaleza de la violencia desatada, sólo distorsionó los planes, complicó las cosas, involucró a terceros y aumentó exponencialmente las dimensiones del espanto en una cadena de golpes y represalias, pero no desdibujó completamente el paralelismo, como pudo constatarse en la sucesiva ocupación del territorio y tras el fin de la contienda. De modo que con ocasión de la búsqueda de cadáveres auspiciada privadamente por ciertas asociaciones, el juez ha rememorado escenas contempladas al otro lado del charco y por coherencia profesional ha resuelto procesar a su propio pasado histórico.

Esta historia también está llena de detalles de interés y está causando mucho revuelo, incluso en la Fiscalía de la Audiencia Nacional. Reconozco que la decisión judicial me parece discutible por varias razones, pero por el mismo motivo por el que me fijé en la actitud de Magaret Thatcher, ahora me fijo en las reacciones que provoca el asunto más que en el asunto mismo. Y todo lo que se me ocurre decir es que resulta interesante.

sábado, 1 de noviembre de 2008

Flojeras y simplezas

En un artículo publicado en ABC el pasado 26 de octubre, Jon Juaristi opinaba que el discurso de Ingrid Betancourt en el acto de entrega de los Premios Príncipe de Asturias fue un muestrario completo de todos los tópicos del buenismo multicultural y ecologista, sazonado con la superstición postmoderna de la omnipotencia de la palabra, ese ingrediente fundamental en el pensamiento mágico de la progresía y tan viejo, en rigor, como el mundo (tanto, que, ya en el Cantar del Cid se vapuleaba a los que el poema llama «lengua sin manos»). Como aspiro a ser “hombre bueno” busqué y leí el texto del discurso de Ingrid Betancourt. Concedo que el tono fue algo empalagoso por momentos, pero el fondo de su mensaje me parece irreprochable y, viniendo de quien ha vivido una singular y dura experiencia, verdaderamente emotivo. Debo de ser un flojo.

Lo que me llamó la atención del artículo de Juaristi es que después de recordarnos que la esencia del Premio Príncipe de Asturias, dicho sea de paso, no es otra que el progresismo, la bondad universal y la sacarina, no hiciera mención alguna a Tvetan Todorov (reciente Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales) y a su breve discurso sobre extranjeros, bárbaros y civilizados, que concluía así:

Por cómo percibimos y acogemos a los otros, a los diferentes, se puede medir nuestro grado de barbarie o de civilización. Los bárbaros son los que consideran que los otros, porque no se parecen a ellos, pertenecen a una humanidad inferior y merecen ser tratados con desprecio o condescendencia. Ser civilizado no significa haber cursado estudios superiores o haber leído muchos libros, o poseer una gran sabiduría: todos sabemos que ciertos individuos de esas características fueron capaces de cometer actos de absoluta perfecta barbarie. Ser civilizado significa ser capaz de reconocer plenamente la humanidad de los otros, aunque tengan rostros y hábitos distintos a los nuestros; saber ponerse en su lugar y mirarnos a nosotros mismos como desde fuera. Nadie es definitivamente bárbaro o civilizado y cada cual es responsable de sus actos. Pero nosotros, que hoy recibimos este gran honor, tenemos la responsabilidad de dar un paso hacia un poco más de civilización.


No sé si el humanismo de Todorov es solo un potente edulcorante, aunque no me lo parece. Más sencillamente creo que sirve para trazar el rumbo correcto. Debo de ser un simple. Seguramente por eso suelo pensar que hallar la ruta que nos conviene es realmente simple, por muy seguramente difícil que haya de ser el viaje.

viernes, 24 de octubre de 2008

Sostiene Teddy



El pasado humano siempre despierta mi melancolía. Sabiendo cómo fue, naturalmente pienso en cómo pudo haber sido. Por eso es mirar al pasado y es ver oportunidades desperdiciadas, intuir la ceguera que también uno habría podido padecer o contemplar impotente marchas entusiastas en dirección a Desastre, ese lugar que hay en cada rincón del mapa y cuyos carteles anunciadores se colocan cuando ya hemos pasado.

La actualidad me ordena mirar a la IIª República, que es aplicarme una dosis de melancolía en estado casi puro y hacerme pensar, asustado, qué papel o papelón interpretaría Miguelino en aquel escenario. No quiero ni mirar. Prefiero que lo haga Teddy, que es extranjero y nos ve de lejos.

Teddy opina que ha transcurrido el tiempo suficiente para saber con bastante precisión quién estuvo en lo cierto y quién falló, quién estuvo a la altura de la razón y la compasión (esas referencias que me persiguen), y quién, desgraciadamente, no. Sostiene que la República estalló a causa de un generalizado culto a la violencia (a la sinrazón) muy propio de la época, compartido tanto por quienes ejecutaron bárbaramente o apoyaron ingenua e insensatamente un golpe de mano militar que consideraban un saludable y tradicional remedio patrio, como por quienes pretendían crear su iluso nuevo mundo ideal y revolucionario sin importar qué o quiénes hubiera que destruir. Unos y otros estaban en el mismo bando. No importa que vistieran distintos colores porque compartían patrocinadores: irracionalidad y mortal ceguera política. El bando al que se enfrentaban era el de quienes, pese a las permanentes dificultades y tensiones extremas a que sometían a la sociedad los elementos del otro bando, mantuvieron su apuesta por el primer intento serio de modernización política y social de España, buscaron el compromiso y se escandalizaron ante cualquier manifestación de violencia política. Teddy habla de un reducto –imperfecto y falible, claro: humano- que tuvo el extraordinario mérito de mantenerse en pie a pesar del huracanado viento político que no dejó de soplar en toda la década de los ‘30. Habla del único bando, de dimensiones relativamente pequeñas, a salvo de los gravísimos reproches que cabe hacer al abigarrado bando opuesto. Habla del auténtico bando perdedor y le molesta que, pese a lo evidente que es, tantos tengan tantas dificultades para reconocerlo adecuadamente.

Teddy también es melancólico y por ello sostiene que la derrota de la Razón fue necesariamente la derrota de todos, incluso de los que celebraron su falsa victoria.


viernes, 17 de octubre de 2008

Esta noche, con todos nosotros...

Un muerto.

Un ridículo personaje que capitaneó una injustificable infamia histórica y una secuela de cuarenta años.




("Buen viaje, Excelencia", 2003, de Els Joglars. Otra forma de ajustar cuentas).

jueves, 16 de octubre de 2008

More and More Mad Men

Cómo soy: mentí a Drapper sobre la etimología de la palabra nostalgia, pero le proporcioné una buena idea para el cacharro giratorio de diapositivas.



Aunque la publicidad y yo… Enésima pareja imposible.

No es lo que parece. No me he vuelto loco. Aún no. O eso creo. Es solo que he terminado la primera temporada y hay que volver a la vida, concretamente al punto de partida del carrusel.

sábado, 11 de octubre de 2008

Papelones

A veces hay que interpretarlos. Los peores, con diferencia, son los que hemos escrito nosotros mismos. Sean nuestros o ajenos, cuando somos llamados a escena nos tiemblan las piernas a causa de algo mucho peor que el miedo escénico: el temor al (seguro) ridículo. Como abogado, sé bien de qué hablo.

Al igual que en el arte escénico, en los papelones también hay buenos y malos intérpretes, si bien el criterio que los distingue no es exactamente el mismo. Frente a un papel, el buen actor –que no necesita olvidar que es un intérprete— es aquél que nos hace dudar de si realmente está fingiendo. Frente a un papelón, el buen intérprete –que suele olvidar que es un actor— es aquél que nos hace dudar de si ha llegado a creérselo.

La vida está llena de papelones. No solo la mía. Triste consuelo. Y no digamos la vida política. Por poner un ejemplo, me ha llamado la atención el papelón del Conseller de Educación de la Generalitat Valenciana, Alejandro Font de Mora (según su curriculum oficial, Licenciado en Medicina por la Universidad de Valencia con Premio Extraordinario), al explicar la puesta en marcha de la absurda decisión de impartir la asignatura de Educación para la Ciudadanía en inglés. Dos profesores por aula salvo en el caso de algunos héroes capaces de desdoblarse al grito de a mí la consejería y mi don de lenguas, que los arrollo. Eso sí que ha sido extraordinario.

Recomiendo que se vea el video. Ópera buffa sin complejos. En su libreto figura la rúbrica del atlético Francisco Camps, la gran esperanza blanca según tengo entendido. No vean lo tranquilo que me quedo.



Y de pronto pillan a Mariano Rajoy con el micrófono bajado. Si sonrío es porque pienso que lleva más razón que un santo. Como que en este asunto de la fiesta patria, creo que su papelón fue el del pasado año.

jueves, 9 de octubre de 2008

More Mad Men

Apenas tengo tiempo para nada y el sueño me consume. Pero si lo busco, siempre encuentro un momento para seguir sumergiéndome en la historia. No tengo prisa. He decidido quedarme un ratito en el tránsito de los '50 a los '60.



Presintiendo que el mundo se desmorona.



Yo me entiendo.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Mad Men

Una serie oscura. No solo porque, después de verlos, uno tiene la impresión de que los capítulos han sido rodados en blanco y negro, sino porque sus elaborados personajes tienden a ser inquietantemente oscuros. Absolutamente creíbles.



No sé de dónde exactamente extraigo el placer que la serie me proporciona. Creyendo que sólo estoy para bromas, me descubro disfrutando de la visión de ese pozo profundo, oscuro, que los brillantes guiones revelan en el interior de cada personaje.

Una delicia que pienso perseguir.



Y como siempre, mis gustos son un (oscuro) asunto estrictamente personal.

martes, 23 de septiembre de 2008

Inteligencia amarga

No sé si hay algún tipo de humor tan acertado que pueda situarse por encima del espacio y del tiempo. Tampoco sé si sería un acierto. Tal vez el humor no sea más que un producto cultural apegado a su circunstancia y no hay nada de malo en ello. De lo que sí estoy seguro es de que hay cierta mirada inteligente que trasciende del tiempo y lugar en el que vive el que la proyecta, una que además rezuma un intenso humor amargo que los años –y los siglos, sospecho— no debilitan. Así que puede que haya un humor que no caduque, pero creo que tiene que ser ácido y lúcido. Como el de Billy Wilder.

Soy un cinéfilo desastrado, sin referencias ni memoria, sin orden ni concierto. Conste. Y me doy cuenta de que es ahora mismo cuando empiezo a prestar verdadera atención a la pantalla. Nunca es tarde. De modo que al volver a ver “El apartamento”, algo menos de cincuenta años después de haberse creado, no he podido dejar de sentirme asombrado. Entre que los humanos no hemos cambiado nada y el mundo mucho menos de lo que debiera, la inteligencia del guión permanece fresca y estimulante, y sus pinceladas de humor se mantienen con el grado exacto de acidez. La visión es tan actual que hasta hay una pionera representación del exasperante zapping. Y no faltan “las víctimas” y “los aprovechados”, esos eternos equipos que siempre disputan el mismo partido amañado.



Y además está Shirley MacLaine...
(Estoy hecho un Pumares de tres al cuarto. Un quiero y no puedo).

jueves, 18 de septiembre de 2008

El Papa, el físico, su virgen y su amante

Esta vez no he seguido mucho las andanzas del erudito Papa en su viaje por París, Lourdes y alrededores, pero alcancé a oír su advertencia sobre los falsos ídolos. Aunque sospecho que Dios es precisamente el falso ídolo de mayores proporciones, hubo algo muy revelador del pensamiento de Benedicto XVI en sus propias palabras –si es que no fueron mal escuchadas o transcritas en la crónica que leí en la edición digital de La Razón-:

«El mundo contemporáneo ¿no se ha creado sus propios ídolos?», se preguntó. Definiéndolos como «las falsas representaciones de Dios», «un engaño» puesto que aparta al siervo de la realidad para confinarlo «al reino de las apariencias», dijo. Ídolos que se manifiestan en forma de tentación como son, en nuestros días, «el dinero, el afán del mismo, de poder y de saber» que «desvían al hombre de su verdadero fin».
(Las negritas son mías).

Comprendo que cuando aumenta la demanda del saber, se hunde el precio de los misterios y teme arruinarse quien mercadea con ellos. Y no discuto el derecho del Papa a buscar oportunidades de negocio aunque sea denigrando a la competencia, pero siento curiosidad por lo que pensará del LHC. Aunque tal vez fuera en el LHC en lo que pensaba: un trasto que, en términos teológicos, podría ser un tentador y engañoso santuario del saber, ese ídolo.

Dando un rodeo llego a la física de partículas, que es a donde quería llegar, y al profundo placer que experimento cuando, sin apenas comprender nada, escucho a un físico explicar simplificadamente sus investigaciones y las últimas teorías acerca de la estructura del universo. O cuando le oigo reírse de sí mismo.




El resto de la conferencia de Álvaro de Rújula anda perdida por aquí, con otras cosas interesantes.

Cuando la física se vuelve tan compleja, la divulgación científica es más necesaria que nunca. Y el reto de la física de partículas es tan formidable desde una perspectiva humana, que me asombra que el asombro del mundo sea relativamente pequeño. Se percibe interés por estas cosas, sí, pero es minúsculo en comparación con las dimensiones del acertijo que se encuentra detrás del experimento. No consigo entenderlo. Esto tampoco y ya van siendo demasiadas cosas.

Y ahora un desahogo: no, no quiero ir a Lourdes ni a Eurodisney. ¡Por todos los gorros de Mudito, quiero que me lleven al CERN!

Voy ensayando la inútil rabieta.

martes, 16 de septiembre de 2008

(Pseudo) Haiku (agobiado)

El auto hace un ruido extraño,
sobre todo en tercera.
La ITV me espera, mañana, sonriendo.

Llevo algunos días recordando una viñeta de Mafalda y a Mafalda misma. Y comprobando divertido cómo con el tiempo uno acaba pareciéndose a su padre (de ella).

(Uy, qué pequeñita)

domingo, 14 de septiembre de 2008

Cine de sábado (sesión doble)

La pequeña quería ver “Carlitos y el campo de los sueños”. El mayor, otra mucho más interesante. La felicidad de los niños exigía un sacrificio y para eso estamos. Me ofrecí voluntario para acompañar a la pequeña mientras hacía un esfuerzo sobrehumano para no arrastrar los pies, o para que al menos no se notara. La cita fue a las 17:45 h. y la experiencia no defraudó: fue exactamente tan horrible como cabía imaginar. Para hacerse una idea de los papelones de José María Pou y Gustavo Salmerón sólo diré que Miliki les roba los planos. Miliki, qué tío...

No es una película apta para todos los públicos, sino solo para una parte pequeña de la sociedad. Muy pequeña. Lo importante es que a M. le gustó, tanto como a mí “La vida de los otros”, unas pocas horas después. Bendito cine. Una historia sobrecogedora a partir de una hipótesis prácticamente imposible: la empatía del verdugo.



Ahora que se indaga tan conflictivamente en nuestro propio pasado, los espantosos dramas vividos en nuestra península en el pasado siglo casi parecen menores comparados con los padecidos en ciertas partes de Alemania en los cincuenta y seis (1933-1989) interminables años –ni uno menos— de vida de la Violenta Sinrazón Sobre Sus Cabezas, de ese aire absolutamente irrespirable suspendido en el tiempo sin solución de continuidad. Hasta que se abrieron las ventanas. Bendita ventilación. Ya digo, bendito cine, éste sí para todos los públicos.

sábado, 13 de septiembre de 2008

El diluvio que viene

Las crisis son esos momentos en los que se revela el mundo y nos muestra sus vísceras. La visión no es agradable pero asumimos que es cuestión de tiempo que se consoliden los costurones y podamos seguir como si tal cosa.

Sin embargo, como no comprendo bien el mundo que hemos construido, en el que vivo y al que contribuyo, cuando la crisis me enseña el maloliente absceso que al fin revienta, aún lo entiendo menos. Sobre todo cuando sabemos a quién salpica primero.

(Viñeta de El Roto publicada en EL PAÍS el 13/09/2008)

Me interesa mucho lo que unos y otros dicen. Las causas, las recetas, los reproches. Solbes, ese hombre al que ofrezco la presidencia de mi comunidad de propietarios, ha afirmado que no será mala cosa que alguien se rompa las piernas en el ascensor si eso sirve para que decidamos cambiarlo de una maldita vez. Luego se ha arrepentido. Rajoy, ese hombre que lleva unos años queriendo ser presidente de mi comunidad, aconseja bajar las cuotas y ayudar a quien tenga dificultades con las escaleras. Alguien ha dicho que hay que trabajar más (por menos, supongo), y no me extrañaría que estuviera en lo cierto. Hay que ser más desgraciados para tener oportunidades de seguir siéndolo.

No puedo evitarlo. Es pensar en los negocios que se cierran en un bloque de oficinas y no tengo ojos más que para la persona que vacía las papeleras y aspira los suelos cuando todo ha acabado. Su cometido es lo único que entiendo de la jornada.

Menos mal que Ted sabe ponerme en mi sitio.

-Teddy, Teddy... Menudo agitador de conciencias de chichinabo. ¿Así que vivimos en una sociedad de clases, pequeño Bujarin? Escúchame bien. Ojalá el bienestar estuviera al alcance de todos. Hasta que llegue ese momento, ponemos en marcha el mejor mecanismo que conocemos. Artificioso y frenético, tal vez, pero el mejor. Y lo que consideras injustas diferencias sociales yo lo llamo eficiente distribución de responsabilidades.
-Qué buen cínico eres.
-Es lo que tiene la cárcel.

jueves, 11 de septiembre de 2008

¡Di Blasino ha muerto! (No significa que viva Teddy)

No podía seguir usurpando una memoria, ni aun guardando una pequeña y respetuosa distancia en forma de diminutivo. Di Blasi fue un héroe y no es mi caso. Di Blasi se la jugó por ideas llamadas a mejorar el mundo y yo ni he tenido ocasión de jugármela, ni sabría hacerlo llegado el momento. Di Blasi tenía tanto valor como cordura y no, no es mi caso ni en lo uno ni en lo otro.

Ted Earley es otra cosa. Un crápula apenas redimido, por ejemplo. El encargado de barrer la casa del héroe. No tiene grandes pretensiones: hace tiempo que sólo le quedan unas pocas, pequeñas y vergonzantes. Y ése sí es mi caso. Y para colmo de casualidades el personaje lo interpreta Adam Arkin, un sólido actor de televisión que me saca diez años, exactamente los mismos que me concedo para lograr convertirme en el personaje. Todo un reto profesional.

(Arkin y Voight se saludan sobre una alfombra roja. Voight bromea sobre la tripa de Arkin mientras éste tiene la cabeza puesta en Angelina..., mientras sujeta la mano de la persona en la que debería tener la cabeza).

En fin, es ponerme el disfraz de Teddy Earley –nuevamente se impone el diminutivo: incluso Ted se merece un respeto— y comprobar que, esta vez sí, me sienta casi como un guante. Sobre todo ahora que se cuenta que el hombre se volvió sedentario y agricultor para beber cerveza. Algo que Ted y yo sabíamos hace mucho tiempo.

viernes, 5 de septiembre de 2008

Última hora: la Transición.



No he seguido a los Alcántara, así que no sé bien qué me he perdido, ni si ha sido algo. Acaba de comenzar una nueva temporada que arranca en plena Transición, de modo que al menos sé que me he perdido la muerte de Franco.

La Transición también me la perdí. Demasiado imberbe en aquellos tiempos de patillas, pantalones de campana y anchos cuellos de camisa. Lolailo. La Transición la recuperé después, cuando fui consciente de lo que disfrutaba gracias a ella. La Historia nunca es óptima, pero vistos los sorprendentes resultados, aquel ajetreado momento que nos permitió acceder por fin a la modernidad, al progreso democrático y al mismísimo mundo fue, sin duda, un gran momento. Acostumbrados ahora a disputas públicas comparativamente pequeñas –aunque desgraciadamente algunas sean las mismas—, me gusta girar la mirada hacia quienes contribuyeron con valor a la causa democrática en aquellos dificilísimos momentos de incertidumbre. Y algo tendré que hacer con la colección que anuncia EL MUNDO dirigida por Victoria Prego ahora que se acerca el trigésimo (¡válgame Thor!) aniversario de nuestra vigente Constitución.

(Motivo de vergüenza y reflexión: escena de una transición pendiente).

Entre homenaje y homenaje observo con disgusto dos actitudes que considero equivocadas en relación con la Transición. Por un lado, la de quienes parecen resentidos con ella, reprochándole que no permitiera la consecución de todas sus pretensiones. Creo que ignoran que ni la más perfecta democracia podría –afortunadamente, sospecho— permitírselo. La Transición nos ofreció la posibilidad de empezar a ser dueños, en alguna medida no precisamente despreciable, de nuestras vidas, y todavía hay quien tiene el valor de echarle en cara, como un niño enfurruñado, que su propia vida no responda absolutamente a sus deseos.

No me disgustan menos quienes, por otra parte, consideran una ofensa a la Transición cualquier postura social o política que en los tiempos de aquélla no fue formulada o quedó prudentemente pospuesta. La Transición no fijó un orden del día para las décadas venideras –bastante tenía la pobre con lograr llegar viva al día siguiente—, sino que se limitó a ofrecer herramientas casi desconocidas en nuestra desdichada España: oportunidades de libertad y concordia para ir avanzando, tal y como ha venido sucediendo, con sus inevitables zigzags. Atribuir a la Transición la forma de un corsé cuando no paró de romper botones me parece desconocer su verdadero valor e ignorar la serenidad última que me parece apreciar en el fondo de la actual sociedad, significativamente transformada.

Ted Earley ha aprendido algunas cosas sobre este lejano país y lo tiene claro. Sabe que la Transición fue para España lo que para él supuso salir de la cárcel: volver a nacer (a una vida desconocida y mejor). Y para no faltar a la tradición reservada para las buenas ocasiones, brinda por ello. Cheers!

lunes, 1 de septiembre de 2008

Congreso TV y sus estrellas invitadas.

Un tipo entregado a los medios audiovisuales no podía olvidarse del Congreso Channel. Como que el pasado jueves me quedé viendo la retransmisión de la comparecencia de Pedro Solbes ante la Comisión de Economía y Hacienda del Congreso para informar sobre el nuevo modelo de financiación autonómica. De un tirón y casi íntegramente, igualito que las Olimpiadas. La verdad es que no me reconozco. Confirmado: agosto me trastorna.

El asunto sobre el que giraba la comparecencia es complejo y tiene mucho en común (salvo la complejidad) con esas disparatadas discusiones que he presenciado en la junta de propietarios de mi bendito bloque, ésas en las que rezo en silencio por la entrada en escena de alguien que por fin sepa de qué habla y que exponga razonablemente las líneas de la solución más conveniente al problema que se debate. Al ver la sesión de la comisión parlamentaria comprendí que por lo que rezaba en la junta de propietarios era por la llegada al edificio de un par de Solbes. O uno. Qué rara especie es aquélla a la que pertenecen esos humanos que hablan con propiedad de materias que conocen en profundidad, que tienen el buen gusto de no emplear ese conocimiento contra nadie y que, por naturaleza o aprendizaje en muchas negociaciones, saben reconocer y admitir sin reservas la parte razonable de las posturas contrapuestas. Nombre científico: sensatus logicus. Qué rara y qué necesaria.

En la comisión parlamentaria algún vecino se mostró indignado porque Zapatero no hubiera acudido en persona a dar las explicaciones oportunas. Ya está el del 5º-B queriendo dar la nota. Pues yo me niego a perder la oportunidad de oír sensateces, ¿y usted?



¡Solbes for President (al menos de mi comunidad)!

Salvo en campaña, porque entonces prefiero a Ortega y a su preciosismo con el capote. Olé.

martes, 26 de agosto de 2008

Tiritos

Me levanté tarde, qué le vamos a hacer. Era domingo, caray. Sólo llegué al emocionante último cuarto (cachis en la mar serena) y me zampé íntegramente la ceremonia de entrega de las medallas. Qué mayor está Samaranch. Me llamó mucho la atención el trajín de los tres directivos encargados de colgar las medallas, pero más aún cómo tenían que coger la mano de varios jugadores norteamericanos, ajenos al elemental gesto de cortesía. Como que el último, Carmelo Anthony, dejó en el aire la mano extendida de federativo de turno.

Aunque estaba en el aire aquello de la recuperación de la hegemonía patria perdida en el baloncesto, me pregunté quién en su sano juicio podría sentir especial orgullo por personajes tan aparentemente poco presentables como esas arrogantes estrellas del músculo. Tenía curiosidad por saber qué opinaría sobre el asunto el inteligente y cosmopolita Paul Shirley al día siguiente. Su contundente artículo lo dejó claro.

Cuando uno ha tenido la oreja recalentada por el cansino Manolo Lama y su pelma pronóstico diario de medallas para la patria, Paul Shirley resulta una tonificante pomada.

Me voy a echar unos tiritos.

Surrealismo italiano

Aquí y allá cuecen habas, pero cómo pasar por alto que Berlusconi prepara un nuevo disco. No le faltan maneras.



O cómo no detenerse en las oportunidades que brindaría –no sólo a las participantes— un concurso de belleza de monjas en internet. Sister Italia 2008.

En la bellísima Italia Rafael Azcona sería un simple reportero.

domingo, 24 de agosto de 2008

Sueños y despertares

Me repito, así que supongo que no miento. Vuelvo a decir que disfruto encontrando personajes en cuya piel sueño meterme. Mis héroes. Son muchos y variados, y habitualmente de ficción. Percibo que con el tiempo van cambiando de aspecto y algunos, lo confieso, son verdaderamente impresentables. El último con el que me he topado, y me avergüenza decirlo, es el personaje Ted Earley de la serie de televisión “Life”. Ted cometió algún tipo de fraude societario o bursátil y acabó en la cárcel, donde conoció al detective Crews. Una vez ambos fuera de prisión, Ted se dedica exclusivamente a gestionar la jugosa indemnización que percibió el detective. Una buena vida en dedicación exclusiva.




“Un mundo de preocupación”. El mismo que diviso en ese instante inmediatamente anterior al pleno despertar, ese momento en que todo es un problema y además irresoluble. Luego me incorporo y la plena consciencia disipa la inquietud. Pero ese instante...

Sueños estúpidos y despertares angustiados, dos malditas expresiones de mi proverbial inadaptación al mundo.

viernes, 22 de agosto de 2008

Tachundachín

Las Olimpiadas me cautivan. No solamente las competidoras. El “homo ludens” que intento cultivar se me desparrama en estas fechas. Pero vivo en permanente contradicción: incluso sin considerar el odioso Partido organizador de estos últimos Juegos, hay muchos elementos de la gran ceremonia olímpica que hieren mis sentimientos. Los himnos, por ejemplo. No hay recompensa sin tachunda-tachunda. ¡Y qué tachundas, la Virgen! No lo digo por las notas, sino por las letras.

La Red nos permite conocer en un instante lo que dicen las cancioncillas patrias. Traduce símbolos que llevamos años percibiendo sin alcanzar su significado. Desde luego no reniego del conocimiento, pero enfrentado a las traducciones casi desearía no haberlas conocido.

“¡Si nos unimos como hermanos, derrotaremos al enemigo del pueblo!” Lo decía ese himno de la absorbida República Democrática Alemana. Me abstengo de recordar qué enemigos han tenido los pueblos (que no sé qué son) a lo largo de la Historia, cuán delirante ha sido su arbitraria selección y qué terrible destino han tenido los desdichados.

La China de hoy tiene naturales afinidades con aquella Alemania Oriental de ayer. “Con nuestra carne y sangre, alcemos una nueva Gran Muralla. (...) ¡Desafiando el fuego enemigo, marchemos!”. Eso es: alambradas, barreras, límites, fosos, y nada de elementos convencionales de construcción, no, no, sino carne y sangre, mucho mejor. Soberbia estupidez.

En estos ejemplos no cabe Dios. Es lo único bueno que tienen. Pero Él está presente en otros muchos.

“Eres única, eres inimitable, Protegida por Dios, tierra nativa”. Ahí está la nueva Rusia, ortodoxa y sí, inimitable.

“Siempre fue nuestro lema: ¡En Dios confiamos!”. América, América, si en Dios confiamos..., mal empezamos, no digo más.

Menos mal que nos queda la Europa Occidental. Estamos a salvo, o no.

“¿No oís bramar por las campiñas
A esos feroces soldados?
Pues vienen a degollar
A nuestros hijos y a nuestras esposas

¡A las armas, ciudadanos!
¡Formad vuestros batallones!
Marchemos, marchemos,
Que una sangre impura
Empape nuestros surcos”.

¿No es emocionante La Marsellesa? ¿No debería imponerse a los niños su aprendizaje obligatorio? Pues así es. Creo que el contexto histórico en el que se compuso ese poema disparatado y sanguinolento no justifica que siga siendo un símbolo obligatorio de la Francia de hoy. Otra notable estupidez firmemente consolidada por la tradición, es decir, porque sí.

“Juncos doblados son las espadas vendidas;
Ya el águila de Austria
Las plumas perdió;
La sangre de Italia,
La sangre polaca
Bebió con el cosaco,
Pero el corazón le quemaron.

Estrechémonos en cohorte,
Preparados para la muerte;
Italia llamó”.

Scusi? Que sí, que hubo un violento momento histórico que lo explica, ¿y qué? ¿Nos seguimos estrechando en cohorte? El roce hace el cariño, cierto.

No quiero seguir. Las Olimpiadas me cautivan y reúnen a los mejores atletas del mundo, pero los himnos contienen las voces de algunos de los mayores estúpidos del mundo.

No apreciamos debidamente lo bien que se vive sin letra. ¡Tachán!

jueves, 21 de agosto de 2008

DDR

Hubo un tiempo en que se oía a todas horas. Después se hizo el silencio. Un alivio en todos los sentidos.



No hay más rastro que algunas plusmarcas imposibles, como la de Marita Koch en 400 metros lisos. Un sospechoso torpedo por la calle dos.

Franco

Me imaginaba que era mi tía Gertru, la que regentaba la carnicería, con ese pelo descuidado y la apariencia de haber dejado tiempo atrás los cuarenta. Todo un carácter. Y si decía que había que comerse la merienda, pues se comía y sin rechistar. Eso me imaginaba. La realidad era que se trataba de una mujerona más joven y de apellido extraño que ganaba un campeonato mundial u olímpico en alguna modalidad de lanzamiento, tras seguir una rigurosa dieta rica en esteroides anabolizantes. El orgullo del Este, esos grises países con himnos verdaderamente hermosos.

(Helena Fibingerová, atleta checoslovaca –de cuando podía decirse así-, medalla de oro en la prueba de lanzamiento de peso en los Mundiales de Helsinki, 1983, y bronce en las Olimpiadas de Montreal, 1976).

Es una de las imágenes que guardo en la retina deportiva de aquellos tiempos. Y no, no puedo olvidarme de Mariano Haro, pequeño y moreno, trotando al fondo.

Las cosas han cambiado algo, tal vez menos de lo que parece. El dopaje se ha empezado a combatir al mismo tiempo que se extendía. El desmelenado orgullo patrio expresado a través del deporte no retrocede, sino que parece proliferar tanto como se van constituyendo nuevos pequeños Estados, esos entes que en realidad no precisan más que una línea imaginaria en un mapa y un equipo olímpico. Y no puedo olvidar que de aquellas siniestras factorías deportivas en el Este, ya desmanteladas, el infame régimen chino parece haber tomado los planos para construir las suyas.

Ya basta, sólo quería hablar de cómo ha cambiado mi tía. Reconozco que en el lanzamiento de jabalina las Gertru siempre fueron más estilizadas pero que recuerde, nunca tanto como la paraguaya Leryn Franco.


(Primera Princesa de Miss Bikini Universo 2006 en su fallida serie de calificación en Pekin 2008).

Los lanzamientos son demasiado cortos y los jueces acuden para la medición a partes vírgenes del campo que nunca visitan. Por no ser una Gertru, Leryn casi ni es atleta. De hecho, creo que ha sido invitada a los Juegos precisamente para maravilla de imbéciles como yo con pocas cosas que hacer en agosto. Sea como fuere, muchas gracias.

martes, 19 de agosto de 2008

Wall.E

Se mezclaban imágenes de la bárbara destrucción en el Cáucaso con el formidable espectáculo olímpico celebrado en esa nueva R.D.A. Aquí y allí había banderas, orgullos nacionales y divisiones artificiales, aunque en uno de los dos lugares no había rastro de fraternidad ni la habrá durante un largo tiempo. Una nueva oportunidad para alimentar mi desprecio por las patrias y los pasaportes, esos papeles que afirman que eres un sospechoso extranjero en todas las partes menos en una. Pero había que sacar partido al abono al cine infantil que adquirí hace unos cuantos años y aparcar la indignación por un momento.

Había leído críticas muy elogiosas de “Wall.E”, así que no podía contar con el factor sorpresa que hace especialmente grata la sensación al final de una película que nos ofrece más de lo esperado. Y sí, también me gustó y mucho esta película no exactamente infantil, pero me pareció percibir en ella una conclusión de algún modo equivocada, un errado mensaje subliminal. No es extraño: no es la primera vez que alguien (¡aleluya!) los ha visto claramente en el cine de Disney (¡aleluya!).




He comprobado que, en efecto, en el palacio del cartel de “La Sirenita” puede apreciarse algo extraño. Tal vez no le falte razón (¡aleluya!) al buen hombre cuando nos ilustra sobre la “Little Marmaid” (¡aleluya!).




Pero no, no hay nada sexual en el mensaje que me pareció escuchar en esa excelente película que es Wall.E. Contiene una irreprochable crítica al consumismo desaforado y a sus desastrosas consecuencias medioambientales, pero al mismo tiempo, y en contra de las apariencias, dispensa a los robots un trato que considero injusto. Wall-E, Eva y cuatro rebeldes (simples máquinas defectuosas) son los héroes, y lo son porque son casi humanos. Por el contrario, los demás robots (los auténticos, los que siguen las instrucciones que les han dado los humanos) se presentan como un medio para la destrucción física de sus constructores, condenados a un sedentarismo absoluto. De hecho, al final de la película, justo antes de los títulos de crédito, se nos muestra como final feliz el retorno al trabajo físico: que si la pesca con red, que si la albañilería tradicional... Me parece un disparate. El trabajo físico y esforzado sólo tiene encanto fundamentalmente para los que no lo han ejercido de forma continuada. La cobertura racional de nuestras necesidades básicas por medio de las máquinas no nos obliga a comer más de lo que necesitamos ni a movernos menos de lo que nos conviene. Las máquinas estarán al servicio del consumismo, de la destrucción medioambiental o de nuestra decadencia física sólo si así lo decidimos. Precisamente porque dependen exclusivamente de nosotros, no hay ninguna duda de que las máquinas son un instrumento maravilloso si somos inteligentes.

Vuelvo a lo de siempre. Creo que la búsqueda de la felicidad de los humanos pasa por reducir sus compromisos laborales, su esfuerzo para la cobertura de las necesidades esenciales. Deslomarse sólo debe ser una opción libre. Y para ello las máquinas son indispensables. ¡Viva la robótica!

¡Aleluya!

lunes, 28 de julio de 2008

El planeta de los simios (sobre lo que entiendo y lo que no)

“Esta noche voy a hablarles no como candidato a presidente sino como ciudadano, un ciudadano lleno de orgullo de los Estados Unidos y un ciudadano más del mundo”.
Frase extraída del discurso de Barack Obama en Berlín el pasado 24 de julio.



Parece que no hay manera de llegar a la ciudadanía del mundo sin pasar antes por el orgullo patrio. Para llegar al altar mayor hay que arrodillarse previamente ante una de las capillitas laterales. A veces, dos o tres. Usos y costumbres. En fin, estamos en campaña y además supongo que Obama es sincero, pero finalmente llega a donde creo que hay que dirigirse siempre. “Ciudadano”, “mundo” y “planeta” son términos que repite en su discurso y son precisamente los que me hacen inteligible la proclama política.

En contraste, las patrias chicas son las que me levantan dolor de cabeza: me resulta imposible entender qué dicen los que enarbolan sus banderas. Chino mandarín.

"Los socialistas catalanes te queremos bien, te queremos mucho, pero aún queremos más a Cataluña y a sus ciudadanos, los queremos apasionadamente, nos debemos a ellos, nos debemos a sus ciudadanos, a sus problemas, a sus expectativas, a su justas demandas, a su cultura, a su lengua y a su Estatut, que vamos a defenderlo con todas nuestras fuerzas". Palabras de José Montilla dirigidas a Zapatero en el último congreso del P.S.C.



Montilla y la pasión. Otro que no sale de la tercera capillita de la izquierda, todo el santo día sacando brillo al retablito lateral mientras algunos monaguillos le dan pescozones porque sus padres fueron evangelistas. La estúpida crueldad termina en fructífera enseñanza: los golpecitos en la nuca refuerzan la voluntad de nuestro hombre para seguir dándole que te pego con la gamuza a los adornos de la capilla, que cada vez son más y cada vez más barrocos.

Cierro sin miramientos la verja de la capillita y huyo del irrespirable ambiente del templo. Necesito aire fresco. Me lo proporciona Jane Goodall. Sus palabras sobre los chimpancés son las que me hacen más inteligible el término humano.




Aprendan, capellanes, monaguillos, píos y demás tropa, y empiecen a llamarse por su verdadero nombre: simios del mundo.

Soy uno más. Ecce simius. (O como diablos se decline).

miércoles, 16 de julio de 2008

Camaradas

La televisión y yo, esa pareja desconcertante. Y la HBO, esa caja de sorpresas.

Ahora le toca a “Band of Brothers” (“Hermanos de sangre” en traducción local), una serie que vi a trompicones y que me he propuesto ver ordenadamente.



La guerra y yo, esa pareja imposible. A pesar de todo, la serie me absorbe. Aunque camina al borde del peligroso precipicio de la épica, acaba siendo sincera y mostrando el desastre y la mugre.

La serie gira en torno a la camaradería. Eso tan necesario en los tiempos difíciles. Pero no puedo dejar de pensar en que la camaradería es tan imprescindible como venenosa: impide tomar verdadera conciencia de la realidad y de la infamia. Me desconcierta. En este punto el cuaderno de ruta no marca ninguna. No sé, no sé. Como casi siempre.

martes, 8 de julio de 2008

¡Joder!

Estoy en temporada de exclamaciones. Ya pasará. Pero ésta me ha salido del alma. Me escapo unos días que no me puedo permitir y al regreso me encuentro con que los guiñoles dicen adiós. Esto no se hace a un tipo que apenas está para poco más que bromas. Es cruel. Entre una prensa desaforada y unos telediarios veraniegos que sólo son una insufrible crónica de sucesos, me arrebatan un valiosísimo rastro de humor inteligente y siempre revelador. El asunto no tiene nombre, sólo una exclamación.


Ni lo del asombroso Nadal (y el sublime Federer) lo pueden arreglar.



Pero ya está. Muchachino, hay que joderse pero no desesperar. Hay que seguir buscando.

jueves, 26 de junio de 2008

Voilà!

La solución, claro.

¡Vive!



Hace unos meses recibí una carta alarmante. Sí, aún hay cartas que se manuscriben y se envían en un sobre. La remitía mi viejo amigo A. desde Francia. Estaba desesperado. Seguían los interminables trámites del divorcio y V. se había marchado a vivir con otro cerca de la frontera belga, llevándose a los pequeños, a los que hacía mucho tiempo que no veía. Se le notaba grogui. No quería luchar y había decidido cavar una trinchera en espera de tiempos mejores.

El tono de sus palabras me asustó, y a falta de teléfono y de correo electrónico redacté una carta apresurada y se la envié al día siguiente. Casi tuve que preguntar cómo se hacía. A ver, sí, el sello se pone aquí, ¿o ahí? Estuve intranquilo unos días, esperando alguna respuesta. Al fin llegó: un mamotreto, de ésos que sólo puede tomarse la molestia de escribir un tipo tan obsesivo como A. Dadas las circunstancias ha sido tranquilizador comprobar que sigue siendo el mismo de siempre, inconfundible.

Inconfundible..., he ahí el problema.

Seamos justos: tal vez sea yo el problema inconfundible.

domingo, 22 de junio de 2008

¡Podemos!

Creí haber perdido por completo el interés por el fútbol. Habían quedado atrás aquellos tiempos en que me empapaba de cualquier competición deportiva, casi siempre veraniega, para eludir las obligaciones de la interminable oposición. Me divierte pensar que aquellos siniestros años sirvieron esencialmente para aprender los detalles de las más variopintas disciplinas deportivas. La preparación de las oposiciones duró más de un ciclo olímpico y Barcelona ’92 me pilló de pleno, y el Mundial de Fútbol de Italia en 1990 y el de Estados Unidos de 1994. Y los Tour de Indurain. Cualquier excusa era buena para interrumpir el estudio. Aunque me enfrentaba al temario de aquella manera tan distraída, la concentración podía ser absoluta ante las retransmisiones... Creí que aquella pasión deportiva había terminado, pero ha llegado esta Eurocopa y creo que me estoy poniendo un poco imbécil. Como que creo que podemos.



Puede ser solo cuestión de horas que esté cagándome en las muelas de algo o alguien. Estoy preparado. Pero no puedo evitar la emoción de una expectativa absurda ni quiero dejar de ponerme el grotesco disfraz de forofo. Prometo que no será más que por unos momentos.

Cuando pensaba que sólo se trata de una tontería lúdica, descubro con disgusto en el estupendo blog de Alejandro Gándara que las cosas podrían no ser tan simples. O debemos o queremos o podemos. O somos y por ello debemos, o estamos y por ello queremos, o tenemos y por ello podemos. Suena convincente la elucubración pero soy muy escéptico. Visto con mis ojos, el fútbol es una majadería colectiva, como lo es la gregaria exhibición de colores y banderas. De ninguna manera me parece el lugar adecuado para mostrar lo mejor de nosotros mismos. Y los caracteres nacionales en la Europa de hoy me suenan a viejos y falsos estereotipos.

Reconozco que bien pudiera estar equivocado, pero no quiero pensar en ello. Me conformo con bromas, acertijos y una eurocopa, y me entrego sin más al oé, oé, oé. (Válgame el cielo. No puedo creer que esté diciendo esto. El mísero opositor ha vuelto).

sábado, 21 de junio de 2008

Bromas y acertijos

Llevo unos días –tal vez sean años— en que no estoy para más. Busco bromas que me diviertan y acertijos que me entretengan. Y poco más.

Seguro que es una conclusión exagerada, como suelen ser todas las mías. La cosa es que me he divertido con la última obrita de Eduardo Mendoza, “El asombroso viaje de Pomponio Flato”. Una broma de detectives con el Niño Jesús por medio y un patético precursor del pensamiento científico como entrañable protagonista.



Y también me he divertido con “La habitación de Fermat”, una entretenida peliculita que contiene acertijos. Como éste.



Efectivamente, uno. ¿Cuál?

Y esta mañana he visto televisado buena parte del discurso de José María Aznar en el Congreso que celebra estos días el P.P. No es una broma ni un acertijo. Quería oír lo que el hombre retirado, ya casi un anciano de la tribu, quería echar en cara a su descarriado sucesor. La realización escamoteó lo más interesante desde una perspectiva simplemente humana: la cara de Rajoy durante la reprimenda. Intolerable. He tenido que conformarme con imaginar lo que pasaba por su cabeza.

No, aquello no era una broma ni un acertijo. Así que no sé cómo no estaba haciendo otra cosa. Como recordar bromeando.

martes, 10 de junio de 2008

Taxi driver

Al principio utilizaba mi propio coche. Luego me dijeron que en los asuntos de la aseguradora no dudara en utilizar un taxi para los desplazamientos a los Juzgados, que los gastos se facturaban a la compañía. Luego empecé a utilizar el taxi de José Luis en cualquier desplazamiento y a cargar los gastos al despacho. Como un señor. Más exactamente como un señor en un cochecito de caballos por Sevilla, que es como no puedo dejar de sentirme cuando viajo en taxi por razones de trabajo.

José Luis es un taxista callado al que le gusta la buena música. No sabe hasta qué punto le agradezco ambas cosas. El viaje en el asiento de atrás siempre me deja algo mareado. Y como no quiero darle más vueltas al juicio al que me dirijo, prefiero fijarme en el paisaje. Según qué época y lugar, puede ser un bellísimo espectáculo. Y a menudo suena la música de Ludovico Einaudi, al que no conocía, y por la que prefiero hacer un esfuerzo para no quedarme dormido. A veces, sin conseguirlo.




-Hasta la próxima, José Luis.
-Hasta entonces.

domingo, 8 de junio de 2008

El Sur

También la vi más de una vez. Maldita sea, esto no parece tener fin.

Lo especial del caso es que ésta puede que termine cumpliéndose.

martes, 3 de junio de 2008

Girad, girad, malditos. (Una tarde en la feria)


Qué agradable sería negarse a llevar a los pequeños si no fuera imperdonable. Pero los ojitos lastimeros de los hábiles chantajistas vencen a la tentación del adulto desesperado. Ya en medio del polvo y del ruido, junto a los chocones y a dos pasos de la tómbola ensordecedora uno va comprendiendo. En contra de la insistente impresión de que los cambios sociales se suceden a velocidad de vértigo, hay espacios en los que el tiempo se ha detenido. La feria, esa cosa de provincias que se monta en la fiesta grande local, es uno de ellos. Me parece estar oyendo a mis padres quejarse del precio de los viajes. Como yo. O maldecir el insufrible volumen de la música. Como yo. O lamentarse de que la atracción no dura nada. Como yo. O entrar en una de esas casas de terror o similares, solo para comprobar que, como se temían, aquello es una auténtica mierda pinchada en un palo. Como yo. O no parar de advertir que no se pise ese cable metido en un charco. Como yo.

En realidad, después de los treinta y pico años de los que guardo recuerdo -y del siglo que me imagino- sólo parece haber un cambio significativo: hoy en día los feriantes contratan a rumanos para sus empresas nómadas. No puedo dejar de sentir curiosidad por su vida, de aspecto tan poco romántico como la de aquellos ucranios que montaron un circo en el pueblo y representaron un espectáculo tan deplorable que pensé que necesariamente tenían que saber que lo era.

En fin, niños, ya es tarde. Ya volveremos el año que viene.

Empiezo a deprimirme con solo trescientos sesenta días de antelación.