Fotografía de Don McCullin - ‘Snowy, Cambridge, early 1970s’

viernes, 21 de mayo de 2010

Flipper, ladrón

Los pequeños no pueden estar quietos y la tienda de animales es una oportuna alternativa que me libra de su nerviosa compañía mientras espero en la caja del hipermercado. Abonada la compra, los pequeños insisten siempre en que entre a ver la nueva oferta de mascotas. Sobre todo la pequeña. Hoy son unos gatos peludos que nos observan con ojos grandes y curiosos. El otro día, un cachorro de bulldog dormitando. Antes, unas ardillas eléctricas. Debo fingir ante los niños para evitar complicaciones. Conviene que no sepan, al menos aún no, que los animales de la tienda me interesan a mí incluso más que a ellos.

Nosotros y los otros seres vivos, nos los comamos o no. Nuestra conciencia y las conjeturas (de nuevo) en torno a dónde alcanza la suya. Y las sorpresas que siempre depara cualquier experimentación seria y concienzuda.



Beware of Flipper, Flipper, he's such a lover,
You will discover when he steals your heart!

La canción ya se lo advertía a Richard O’Barry, uno de los adiestradores de los delfines hembra que interpretaban el papel de Flipper en la serie de televisión. Al principio no hizo caso, pero después Ric tomó conciencia de la conciencia de esos mamíferos y se entregó a la causa de su libertad, y en contra de los delfinarios a cuya proliferación sabía que había contribuido.

El premiado documental “The Cove” (2009), narra su denuncia de lo que sucede en una bahía en Japón, en Taiji, donde se capturan delfines para los acuarios y se mata al resto para aprovechar su carne, al parecer tóxica por la alta concentración de mercurio. Vencer el secretismo local y sus controles, y conseguir así filmar la matanza de delfines, pasa por organizar una operación prácticamente militar que se describe minuciosamente.



Quedo con la sensación de que el documental tiene algo de exagerada dramatización. No dudo, sin embargo, de la sinceridad del personaje de Ric y del íntimo lazo que ha establecido con esos mamíferos. La firmeza de su compromiso no es solo comprensible, es realmente admirable.

Se trata en cualquier caso de una muestra muy concentrada de empatía y ya se sabe lo muchísimo que la valoro. Burlarse de ella tiene el mismo sentido que hacerlo de la generosidad. Puede que ninguna de las dos sea capaz por sí sola de resolver algunos de los dilemas en los que cuentan, pero son completamente indispensables para resolverlos de la mejor manera.

Sí, ando pensando en los toros.

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