Fotografía de Don McCullin - ‘Snowy, Cambridge, early 1970s’

viernes, 24 de octubre de 2008

Sostiene Teddy



El pasado humano siempre despierta mi melancolía. Sabiendo cómo fue, naturalmente pienso en cómo pudo haber sido. Por eso es mirar al pasado y es ver oportunidades desperdiciadas, intuir la ceguera que también uno habría podido padecer o contemplar impotente marchas entusiastas en dirección a Desastre, ese lugar que hay en cada rincón del mapa y cuyos carteles anunciadores se colocan cuando ya hemos pasado.

La actualidad me ordena mirar a la IIª República, que es aplicarme una dosis de melancolía en estado casi puro y hacerme pensar, asustado, qué papel o papelón interpretaría Miguelino en aquel escenario. No quiero ni mirar. Prefiero que lo haga Teddy, que es extranjero y nos ve de lejos.

Teddy opina que ha transcurrido el tiempo suficiente para saber con bastante precisión quién estuvo en lo cierto y quién falló, quién estuvo a la altura de la razón y la compasión (esas referencias que me persiguen), y quién, desgraciadamente, no. Sostiene que la República estalló a causa de un generalizado culto a la violencia (a la sinrazón) muy propio de la época, compartido tanto por quienes ejecutaron bárbaramente o apoyaron ingenua e insensatamente un golpe de mano militar que consideraban un saludable y tradicional remedio patrio, como por quienes pretendían crear su iluso nuevo mundo ideal y revolucionario sin importar qué o quiénes hubiera que destruir. Unos y otros estaban en el mismo bando. No importa que vistieran distintos colores porque compartían patrocinadores: irracionalidad y mortal ceguera política. El bando al que se enfrentaban era el de quienes, pese a las permanentes dificultades y tensiones extremas a que sometían a la sociedad los elementos del otro bando, mantuvieron su apuesta por el primer intento serio de modernización política y social de España, buscaron el compromiso y se escandalizaron ante cualquier manifestación de violencia política. Teddy habla de un reducto –imperfecto y falible, claro: humano- que tuvo el extraordinario mérito de mantenerse en pie a pesar del huracanado viento político que no dejó de soplar en toda la década de los ‘30. Habla del único bando, de dimensiones relativamente pequeñas, a salvo de los gravísimos reproches que cabe hacer al abigarrado bando opuesto. Habla del auténtico bando perdedor y le molesta que, pese a lo evidente que es, tantos tengan tantas dificultades para reconocerlo adecuadamente.

Teddy también es melancólico y por ello sostiene que la derrota de la Razón fue necesariamente la derrota de todos, incluso de los que celebraron su falsa victoria.


viernes, 17 de octubre de 2008

Esta noche, con todos nosotros...

Un muerto.

Un ridículo personaje que capitaneó una injustificable infamia histórica y una secuela de cuarenta años.




("Buen viaje, Excelencia", 2003, de Els Joglars. Otra forma de ajustar cuentas).

jueves, 16 de octubre de 2008

More and More Mad Men

Cómo soy: mentí a Drapper sobre la etimología de la palabra nostalgia, pero le proporcioné una buena idea para el cacharro giratorio de diapositivas.



Aunque la publicidad y yo… Enésima pareja imposible.

No es lo que parece. No me he vuelto loco. Aún no. O eso creo. Es solo que he terminado la primera temporada y hay que volver a la vida, concretamente al punto de partida del carrusel.

sábado, 11 de octubre de 2008

Papelones

A veces hay que interpretarlos. Los peores, con diferencia, son los que hemos escrito nosotros mismos. Sean nuestros o ajenos, cuando somos llamados a escena nos tiemblan las piernas a causa de algo mucho peor que el miedo escénico: el temor al (seguro) ridículo. Como abogado, sé bien de qué hablo.

Al igual que en el arte escénico, en los papelones también hay buenos y malos intérpretes, si bien el criterio que los distingue no es exactamente el mismo. Frente a un papel, el buen actor –que no necesita olvidar que es un intérprete— es aquél que nos hace dudar de si realmente está fingiendo. Frente a un papelón, el buen intérprete –que suele olvidar que es un actor— es aquél que nos hace dudar de si ha llegado a creérselo.

La vida está llena de papelones. No solo la mía. Triste consuelo. Y no digamos la vida política. Por poner un ejemplo, me ha llamado la atención el papelón del Conseller de Educación de la Generalitat Valenciana, Alejandro Font de Mora (según su curriculum oficial, Licenciado en Medicina por la Universidad de Valencia con Premio Extraordinario), al explicar la puesta en marcha de la absurda decisión de impartir la asignatura de Educación para la Ciudadanía en inglés. Dos profesores por aula salvo en el caso de algunos héroes capaces de desdoblarse al grito de a mí la consejería y mi don de lenguas, que los arrollo. Eso sí que ha sido extraordinario.

Recomiendo que se vea el video. Ópera buffa sin complejos. En su libreto figura la rúbrica del atlético Francisco Camps, la gran esperanza blanca según tengo entendido. No vean lo tranquilo que me quedo.



Y de pronto pillan a Mariano Rajoy con el micrófono bajado. Si sonrío es porque pienso que lleva más razón que un santo. Como que en este asunto de la fiesta patria, creo que su papelón fue el del pasado año.

jueves, 9 de octubre de 2008

More Mad Men

Apenas tengo tiempo para nada y el sueño me consume. Pero si lo busco, siempre encuentro un momento para seguir sumergiéndome en la historia. No tengo prisa. He decidido quedarme un ratito en el tránsito de los '50 a los '60.



Presintiendo que el mundo se desmorona.



Yo me entiendo.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Mad Men

Una serie oscura. No solo porque, después de verlos, uno tiene la impresión de que los capítulos han sido rodados en blanco y negro, sino porque sus elaborados personajes tienden a ser inquietantemente oscuros. Absolutamente creíbles.



No sé de dónde exactamente extraigo el placer que la serie me proporciona. Creyendo que sólo estoy para bromas, me descubro disfrutando de la visión de ese pozo profundo, oscuro, que los brillantes guiones revelan en el interior de cada personaje.

Una delicia que pienso perseguir.



Y como siempre, mis gustos son un (oscuro) asunto estrictamente personal.