Me suele pasar. Me entusiasmo con algo y lo recomiendo sin pensar a quien, y luego caigo en que es un error y ya es demasiado tarde. Voy aprendiendo. Ya sé que debo cuidarme de transmitir mi entusiasmo sólo a quien pueda compartirlo.
Hace unos meses recuperé el contacto con el viejo camarada M., el que marchó a Francia. Entregado al género de terror, ése al que me tengo prohibida la entrada, me envía su particular crítica de las películas que va viendo. A veces no quiero ser menos y le recomiendo algo que simplemente me ha gustado, por aquello de ver si va abandonando la casquería. Es inútil.
M. suele citar su supuesto origen judío para explicar buena parte del sufrimiento que le depara la vida y el injusto trato que recibe de la sociedad. Según M., la falta de reconocimiento a su valía se debe a prejuicios raciales. Nunca he prestado demasiada atención al asunto de las raíces reales o imaginarias, que no sé, de mi obsesivo camarada, y soy muy escéptico sobre su efectiva trascendencia. No obstante, me gusta pensar que en nuestra amistad desempeño el papel de gentil, real o imaginario.
El otro día vi "Un tipo serio" ("A serious man"), la última película de los hermanos Coen. Me encantó y comprendo a quien no. Todavía con la sensación de irrealidad que transmite ese cine tan singular me dispuse a recomendársela a M. Un grave error. Por suerte me di cuenta a tiempo de que el inexorable derrumbe de la vida del personaje protagonista recordaba demasiado a la ruina vital de M. Inconscientemente, estuve a punto de recomendarle un ácido biopic de sí mismo. Por los pelos.
Todo irá bien, M., todo irá bien.
Hace unos meses recuperé el contacto con el viejo camarada M., el que marchó a Francia. Entregado al género de terror, ése al que me tengo prohibida la entrada, me envía su particular crítica de las películas que va viendo. A veces no quiero ser menos y le recomiendo algo que simplemente me ha gustado, por aquello de ver si va abandonando la casquería. Es inútil.
M. suele citar su supuesto origen judío para explicar buena parte del sufrimiento que le depara la vida y el injusto trato que recibe de la sociedad. Según M., la falta de reconocimiento a su valía se debe a prejuicios raciales. Nunca he prestado demasiada atención al asunto de las raíces reales o imaginarias, que no sé, de mi obsesivo camarada, y soy muy escéptico sobre su efectiva trascendencia. No obstante, me gusta pensar que en nuestra amistad desempeño el papel de gentil, real o imaginario.
El otro día vi "Un tipo serio" ("A serious man"), la última película de los hermanos Coen. Me encantó y comprendo a quien no. Todavía con la sensación de irrealidad que transmite ese cine tan singular me dispuse a recomendársela a M. Un grave error. Por suerte me di cuenta a tiempo de que el inexorable derrumbe de la vida del personaje protagonista recordaba demasiado a la ruina vital de M. Inconscientemente, estuve a punto de recomendarle un ácido biopic de sí mismo. Por los pelos.
Todo irá bien, M., todo irá bien.
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