Fotografía de Don McCullin - ‘Snowy, Cambridge, early 1970s’

jueves, 4 de marzo de 2010

Puppet



Tuve dos profesores de inglés en mis cuatro años de instituto, o eso creo. El viejo S. y el otro. Llegué a dominar la caricatura de S., con su calva y bigote, su aspecto encorvado y esa simpática estampa de auténtico inglés. Al otro, en cambio, nunca lo dibujé. No logro recordar su nombre. Solía llamarnos, divertido, ¡jenízaros! y nosotros le apodábamos el Marioneta. El cruel mote era preciso: a causa de algún grave trastorno motriz, aquel profesor tenía muchas dificultades para andar y coordinar sus manos y brazos. Los miembros, retorcidos, se movían descontroladamente como los de un muñeco manejado por un torpe titiritero.

Un día nos invitó a su casa a un pequeño grupo de alumnos -seríamos tres o cuatro-, para ver una película en versión original. Recuerdo que se trataba de la comedia "What's Up Doc?" y que no me enteré de prácticamente nada. También recuerdo mi creciente incomodidad a medida que algunos odiosos compañeros reían por un giro del guión que yo no había podido descifrar. Nos quedamos charlando después de terminada la película. De la conversación solo recuerdo que el Marioneta nos contó lo mucho que le gustaban los documentales de animales. Fui sincero y dije que a mí no.

Puede que la última vez que le viera fuese en el último curso del instituto. Por aquel entonces la enfermedad ya no le permitía seguir dando clases y conservo la imagen del Excalibur, un profesor de ciencias cuya caricatura también tenía dominada, empujando la silla de ruedas por el centro. El Marioneta murió poco después.

Estos son los límites de mi mala memoria en relación con aquel hombre y el grotesco, pequeño y fragmentado panorama que logro componer y del que echo de menos un nombre. Han pasado más de veinte años, hace tiempo que los documentales de animales me fascinan y no me perdono no haber vencido entonces el pudor para interesarme por el estado de aquel estupendo profesor de inglés, lamentándome de las insalvables distancias que la edad, el carácter o las circunstancias pueden marcar entre el alumno y esos buenos tipos con los que a veces se tropieza.

Si he vuelto por un momento a echar la vista atrás, a aquel borroso bachiller, es debido a que ando enfrascado en la cuarta temporada de "The Wire", otra espléndida producción de la HBO. Una vez más se confirma: yo soy yo y mi serie (de circunstancias).

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