La roja, la rojigualda o la madre que la parió, que viva, que estoy disfrazado nuevamente de forofo pero sin banderita, pero si es casi Cataluña la que juega, Cataluña, el tótem que siente y padece y nos habla mientras los policías descubren que no pueden detener sin orden de un juez, que manda huevos, que entre ciertos jurisconsultos de casino, sesudos constitucionalistas y el mismísmo padre Montilla, no hago más que aprender el Derecho del revés, que ya la pérfida no es la Albión, es Rubalcaba, que ya ni hay espacio para la crisis económica de lo animado que está el patio con alegres manifas y pronunciamientos variopintos, así que algo tendré que hacer que me veo quieto y me preocupa, que será irresponsabilidad y dejadez.
Pero cuánto entusiasmo en el personal, y qué panorama más espantosamente aburrido y qué ruido tan molesto. Qué calor.
Cierro suavemente la puerta y ya no oigo nada. Alivio. Ahora mismo solo admito un poco de Gustav Mahler y si se pone melancólico. El adaggieto de la 5ª Sinfonía derretía a Alfonso Guerra y a cualquiera con la mínima sensibilidad necesaria para sumergirse en una música ya para siempre ligada a una muerte en Venecia, pero no conviene olvidarse del arranque del tercer movimiento de la 4ª mientras tomamos un sorbo de cerveza helada.
Y el mundo, de pronto, desaparece.
Pero cuánto entusiasmo en el personal, y qué panorama más espantosamente aburrido y qué ruido tan molesto. Qué calor.
Cierro suavemente la puerta y ya no oigo nada. Alivio. Ahora mismo solo admito un poco de Gustav Mahler y si se pone melancólico. El adaggieto de la 5ª Sinfonía derretía a Alfonso Guerra y a cualquiera con la mínima sensibilidad necesaria para sumergirse en una música ya para siempre ligada a una muerte en Venecia, pero no conviene olvidarse del arranque del tercer movimiento de la 4ª mientras tomamos un sorbo de cerveza helada.
Y el mundo, de pronto, desaparece.
2 comentarios:
Gracias
Se las transmitiré muy gustosamente a Gustav.
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