No sé si hubo uno más, pero sólo recuerdo tres en los cuatro años que pasé en el instituto. Por este orden.
1) Regordete, bajito y con una barba muy poblada y larga que le llegaba al pecho. Nos lo puso fácil: “El Pitufo”. Un hombre entrañable que se ganó rápidamente mi afecto. Lo estoy viendo de pie, con un librito (¿Cantar de mío Cid?) sujetado con una sola mano que apoyaba en el saliente de su tripa, y con la otra mano en la espalda. Tartamudeaba un poco. Recuerdo que una vez nos dejó un rato para que jugáramos con el diccionario, buscando o descubriendo palabras. Como era de esperar, todos acabamos enredados entre lo escatológico y lo sexual. Caca, culo, teta, pito y pis. Cuando me vio hacer lo mismo, al levantar yo avergonzado la mirada del diccionario, me dijo algo que sonó a “¿tú también, Bruto?”
2) Una mujer muy atractiva, o eso me parecía a mí. También menuda, de maneras muy delicadas y un par de focos de atención imposibles de disimular. Recuerdo una clase por la tarde. Trajo a su hija pequeña, que se entretenía por los pasillos. Nos pidió que definiéramos un sobre. Yo me decanté por su uso. Mi compañero E. se dedicó a describirlo físicamente con todo detalle. No sé por qué, me pareció que él había dado en el clavo y que yo me había liado. Ella afirmó que eran dos puntos de vista. Como por encima de todo buscaba su reconocimiento, me quedé tan contento como un perrillo al que acarician la cabeza. Un recuerdo absurdo dentro de una memoria rebelde. No comprendo cómo he podido olvidar casi por completo a aquella encantadora mujer.
3) El profesor de C.O.U. Había llegado ese año al instituto procedente del sur. También lo recuerdo como alguien de formas suaves y extrema cortesía. Cuando acabó el curso nos lo dijo claramente: “Los alumnos de ciencias sois mejores alumnos de lengua que los de letras”. Toma, toma y toma, que diría Fernando Alonso. No sé qué me digo, como si tuviera alguna importancia.
Les presento mis respetos, dama y caballeros.
3 comentarios:
Muy entrañable, muy sincero, todo muy cercano (los motes, la profe-bombón, ese odioso "Cantar del Mío Cid", el poderío intelectual de los alumnos de ciencias...). Precioso post.
Yo también quise muchísimo a mis profes, y la admiración me llevó a querer ser una de ellos, ah. Ahora que estoy "del otro lado" me hizo usted recordar vívidamente los sentimientos que inspiramos en los muchachos. La vocación, la vocación. Que no decaiga jamás.
Miguel, ¡no sé por qué me gusta tanto leerle, carajo, si es que yo soy más de verso que de prosa!
Tenga linda tarde, sí.
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P.D. aprovecho para compartir con usted un secreto, en mi insti me llamaban "la Bebe" o "la de las greñas", ¡qué bien-parada he salido, jua! O será que no tienen tampoco demasiada imaginación, je je.
Me alegra que le haya gusado el post, porque a usted se lo dedico.
Y cuidadín con los motes, profesora, nunca podrá estar segura de conocer el suyo.
Me marcho de fin de semana a la ciudad de mi infancia y juventud. Después de haber estado recordando estos días atrás, seguro que cuando pase junto al colegio y la plazuela los veré distintos. Tengo que llevar allí a los pequeños J. y M. Mientras jueguen, me sentaré un ratillo en un banco. A ver qué veo y le cuento.
Un abrazo de viernes, sábado y domingo.
Pues le deseo un fin de semana tranquilo (que no refrescante, porque esto es lo que hay), y que disfrute mucho con los niños.
A ver si los aires del pueblo le reaniman a usted los recuerdos y así continúa escribiendo estos post´s tan chulos.
Un abrazo, amigo.
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