Fotografía de Don McCullin - ‘Snowy, Cambridge, early 1970s’

jueves, 26 de julio de 2007

Los casi-camaradas. El del Opus.



M. J., el que acabaría descubriendo por casualidad su vena pictórica en el instituto, pertenecía a la Obra. Esto suponía una especial preparación en algunos temas. Por ejemplo, la vida del santo local que daba nombre a la iglesia junto al colegio. Recuerdo que una vez nos visitó en la escuela el severo párroco, persona de aire soberbio que siempre me desagradó, incluso cuando compartíamos ensoñaciones. No sé exactamente a qué obedecía aquella visita, pero don J.M. acabó hablando del santo, preguntándonos qué sabíamos de él. Como el santo había realizado algunos famosos milagros, don J.M. preguntó a la canaria recién llegada por alguno de ellos. No creo que fuera casualidad. El párroco pareció fijarse en la misma belleza que a mí me atontaba. Buen ojo el del clérigo. La muchacha no había tenido tiempo de conocer aún la vida del santo y al párroco no le pareció bien. No sé si M.J. levantó la mano o fue la providencia la que guió a don J.M. para que preguntara a quien sí sabía. Ahora bien, no contaré ninguno de los dos milagros que me vienen a la cabeza. Trato de contar la realidad y esa parte no parecería creíble.

M.J. intentó introducirme en la Obra. Por aquella época la institución tenía dos locales en la ciudad. Uno era un club juvenil y el otro parecía la sede central. Yo, que se ve que he metido mis narices en todos los inmuebles donde me han invitado, visité ambos, por supuesto. En el club pasé una tarde que no recuerdo especialmente divertida. Sobre todo al final, cuando el juego consistía en subirse a una silla a contar un chiste, yo, que nunca he sabido muchos y no digamos contarlos. En el cuartel general las actividades eran más formativas. Recuerdo la proyección de una película del fundador, aquel inquieto hombrecillo ensotanado, en la que aparecía rodeado de jóvenes entusiastas, quizá sentados en el suelo. También recuerdo una entrevista con un joven sacerdote que me interrogó sobre nociones básicas del catecismo y me pidió información precisa acerca de mi marcha en los estudios. Lo que se dice una entrevista de trabajo. No acepté el empleo.

Intento precisar el momento en el que dejé de creer. Imposible. Aunque tengo la sensación de que al principio tuvo que ver con el convencimiento de que no somos libres para elegir. A veces el cerebro me manda mensajes imprevistos, y una vez me aseguró que si lográramos reproducir fielmente la vida de cualquier persona, ésta siempre haría lo mismo y tomaría las mismas decisiones. Cuando me dije a mí mismo que el experimento era imposible, el cerebro me respondió que ya, que sólo era una hipótesis o un postulado, que yo vería. Pero desde entonces intuyo que es cierto. Y si no hay libertad para elegir, los premios y castigos divinos que nos anunciaban dejaban de tener sentido. Lo demás es simple. Una vez que comienzan las sospechas de error en la idea religiosa, el tiempo no hace más que confirmarlas. El mundo tiene más sentido si la religión es sólo un sueño.

La última vez que vi a M.J. fue en la boda de C. Fue agradable volver a verle y me divertí oyéndole hablar con entusiasmo sobre el buen negocio que sería patentar algo, que es en lo que al parecer piensan algunos ingenieros industriales como él y en lo que ni soñamos tipos como yo. Por C. sé que se casó, aunque creo que no ha patentado nada. Me juego la cabeza a que sigue perteneciendo a la Obra. Lo que me sugiere pensar en la insensatez e irracionalidad que se oculta tras personas sensatas y racionales, aparentemente.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Mordiéndome los labios hasta hacerme sangre sólo comentaré que todo lo que usted cuenta aquí a mí me recuerda con mucho desagrado la peli de La mala educación (desde que la vi, yo ya de Pedrito, LO PRECISO).

No voy a decir nada de la religión -ni de ésta, ni de aquélla ni de la de más allá- porque además considero que ya en esta vida me he ganado mi apelativo de "pecadora" a pulso, y a mucha honra.

Menos mal que usted también se enteró bien prontito de cómo iba la película y que su compañero M.J. llegó sólo a ser un casi-camarada.
Y no, cuando un tipo tiene mentalidad borreguil, si patentara algo sería un santísimo milagrito.

Vale, ¡lo dejo ya porque con estos temas me aflora la ironía con muy mala uva!

¡Esa niña canaria, Miguel! Óle, óle, qué cosas más chulas está usted compartiendo con nosotros, ja ja. ¿Tenía coletas?, ¿era rubia o morena?, ¿su acento era precioso, verdad?

Le envío un abrazo con el ventilador, amigo.

Lenny Zelig dijo...

Era morena y con el pelo algo rizado, no muy largo. Y algo de acento trajo, sí, la virgen.

Pero bueno, como veo que la entrada de hoy ha sido como un cilicio, para compensarle mañana le rendiré a usted un pequeño homenaje. Aunque cortito, porque me falla la memoria.

Si esta noche encuentro algún grupo de aspecto presentable de los ochenta, se lo mando.

Que usted lo peque bien, condenada.

Anónimo dijo...

Gracias por la canción.

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Lenny Zelig dijo...

Usted las tiene todas.