Fotografía de Don McCullin - ‘Snowy, Cambridge, early 1970s’

martes, 17 de julio de 2007

Recuerdos


Siempre me han faltado. Pronto descubrí que los periodoAñadir imagens de mi vida se iban desvaneciendo regularmente a mi espalda. Como si llevara arrastrando, a unos cinco años de distancia, una estera que fuera borrando mis huellas en la arena.

-¿Te acuerdas de mí? –Pues verás, me suenas muchísimo pero no sé de qué. –Pero hombre, si mi padre tenía un almacén cerca de tu casa y hemos jugado muchas veces en el parque. –Ah, sí, ¡el almacén de cal! ¿Eras tú...? –Claro.

¿De qué conozco a esa mujer? Viene de frente y va a saludarme. La facultad, creo...
–Hola, Miguel. ¿Cuánto tiempo? No has cambiado nada. Tal vez un poco más gordo.
(Creo que ya voy recordando, sí, puede ser). –Tú tampoco has cambiado (tal vez).

En el instituto apenas recordaba el colegio. En la facultad apenas recordaba el instituto. Después, los rostros de la facultad se fueron desdibujando. Siempre lo he sabido. Como a tantas otras cosas, nunca le presté atención. Cosa de los neurotransmisores, en mi caso titilantes como bombillas a punto de apagarse. Nada de qué preocuparse, al menos de momento. Pero ahora me intriga.

El otro día tuve que concentrarme en un recuerdo. Con esfuerzo, lo recuperé. Tal vez fue casualidad, pero ya no sé si es que la memoria sigue ahí, en un muy apartado plano, o si me borro tan inexorable y regularmente como intuyo, dejando sólo a salvo cuatro accidentes, milagrosamente conservados por haber sido rememorados en alguna ocasión que ya no recuerdo. Y me pregunto si la voluntad tiene algo que ver en esto. Empiezo a sospechar que sí y me preocupa.

Me perderé por un instante en mi infancia. Me veo enfadado corriendo tras mis amigos. Están haciendo pintadas en la pared de la iglesia junto a la que jugábamos. Dibujan corazones con tiza atravesados por una flecha. Ponen dos nombres: Miguel y Chiqui, la canaria que ha llegado este año al colegio. La magnitud de mi enfado sólo se explica por lo perdidamente atraído que me siento por ella. Sé que a ella le gusto, pero estoy completamente desorientado y sólo acierto (¿?) a abalanzarme sobre los que andan con la tiza para que no sigan pintando...

Y fin de la historia. Fuimos creciendo y perdiendo el contacto. Varios años después coincidimos en una acampada y se ofreció a arreglarme el pelo. Supongo que no se daría cuenta de lo absolutamente nervioso que estaba allí sentado, sintiéndola cerca mientras maniobraba con las tijeras. ¡Qué momento! Quizá de ahí me viene la incomodidad que siento en los sillones de las peluquerías. Pensándolo mejor, creo que ella sí sabía perfectamente lo que pasaba. Me llegaron noticias (que me resistía a aceptar) de que era una auténtica y peligrosísima femme fatale. Qué más da. Es ya sólo un recuerdo tan emocionante como frustrante que me ha dejado alguna secuela, como el leve dolor en una articulación tras un accidente, que esta vez no sobreviene con el frío, sino cuando tengo el pelo demasiado largo.

Menudo patán, Miguelino.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Buena madrugada, amigo. Aún no del todo re-vivida me acerco a comprobar que duerme usted tranquilo.

Acabo de leerle y me asalta sin remedio el escepticismo. ¿Cómo es eso de que no tiene apenas recuerdos? hummm, no puedo comprenderle. Será que a mí me pasa justo lo contrario; yo recuerdo con una precisión a veces detestable todas las miradas, olores, gestos... de la gente que amé (léase a este respecto el bellísimo poema de Kavafis, "Recuerda, cuerpo"). En fin, creo que eso está relacionado con el tipo de pensamiento que uno tenga (abstracto, racional, emocional y blá blá). Yo soy de pensamiento emocional y así me va de mal, ja ja.

Lo de ese amor que le cortaba el pelo, ya sí me parece más verosímil (por dios, quien no ha latido como un pajarillo chico al ser tocado por los dedos de la persona amada). Y a este respecto me recordó usted la película El Marido de la peluquera, seguro que le asaltarían miles de recuerdos (NOTA IMPORTANTE: si la ve, que sea con una buena dosis de optimismo y palomitas).

Vi su vídeo de los "luneros", qué buena onda (qué fantásticos cortes de pelo, ay). Gracias, gracias.

Y dígame, ¿de qué cargos se le acusa al padre de Bianca?. Próximamente en su cine, sí.

Que descanse. Dejo la puerta entornada, para que vea la luz de mi PC y se sienta tranquilo.
Un saludo, Alonso Quijano.

Anónimo dijo...

Ah, y quería comunicarle que ya no tendrá más "mikadillas". El rayadísimo y escuchadísimo CD explotó dentro del radio-cassette y saltaron por el aire serpentinas de colores. A mí, que soy diabética, me dio una hiperglucemia. Uff, ya estoy mejor, sí.

Ya cambié el disco, vaya.
1Mika-abrazo.

Lenny Zelig dijo...

Me alegro de que vaya recuperándose, intrépida AviAdorA. Además de negocios, se ve que sabe de acrobacias aéreas: piruetas, curvas y picados.

No le miento con los recuerdos. Pero me he comprometido conmigo mismo para intentar rememorar detalles lejanos que puedan ayudarme a conocerme mejor. Para serle sincero, busco en la memoria imágenes de mí mismo que no se parezcan a la que ahora veo en el espejo. Puede visitarme cuando quiera y le iré presentando a mis fantasmas.

Deberé ver la película que me recomienda. Había oído en su día hablar muy bien de ella.

En cuanto a la película de Bianca, parece que su cine-club se está volviendo un sitio peligroso. Comprendo que en un establecimiento tan personal y singular sólo puedo ser un intruso. Pero deberá saber usted que en los cincuenta años que llevo proyectando películas jamás me habían tirado un rollo a la cabeza. Agáchese, que viene otro. Ja, ja. Ya puestos, ¿jugamos un rato a lanzarnos los rollos como si fueran discos de playa?

A lo mejor monto un cine al aire libre en cualquier rincón. O me tendrá que proponer un terreno neutral. O asomo la cabeza por su casa, con el casco bien calado, jugándome una invalidez permanente.

Bienvenida de vuelta a la vida. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Hummm, haga usted esfuerzos por recordarse, por favor, le va a ser muy grato y ya no se le va a caer tanto el pelo.
Pues curiosamente estaba yo planeando (planear, qué bonito) un post sobre el recuerdo más lejano que tengo de mí misma, a ver si le gusta.

La peli de la peluquera: ES IMPRESCINDIBLE EN SU FILMOTECA. Prométame que la verá en cuanto tenga ocasión (le perdoné el no haberme entregado su trabajo de poesía, creo que a cambio puede hacer esto que le digo, y aprobará con buena nota).

La historia de Bianca: usted no se preocupe por nada, me encanta leerla aunque en determinados momentos yo esté atravesando cielos inestables. Soy consciente de que mi esquina es un terreno absurdo e irracional (el pensamiento emocional es lo que tiene), pero por eso mismo NO HAY CENSURA. De verdad que allí -tomando una cerveza o tomando un té- usted puede sentirse como en su casa. Y no crea que dejo pasar a cualquiera a la salita azul; eso sólo es para nosotros dos, mi estimado amigo.

Estoy contenta de re-vivir poquito a poco. Me ilusionó que también participara usted en la compra de la corona funeraria. Hágase un bono porque seguro que me muero más veces, ja.

Atentamente, una que nació un década después de usted. Eso, necesariamente, me tiene que pasar una factura musical.