Fotografía de Don McCullin - ‘Snowy, Cambridge, early 1970s’

viernes, 31 de agosto de 2007

Retorno a Brideshead. El segundo retorno


Engullí de nuevo la serie casi de un tirón. El empacho me ha provocado una mezcla de placer y decepción. Empezaré por la segunda. Quizá vi la serie por primera vez cuando aún la religión no me indignaba. Como ahora ya sí, su presencia en la historia se me hace ligeramente insoportable. Parece que si la religión marca a quien la profesa, a los fieles en minoría –como los católicos en Gran Bretaña— les confiere una obsesiva conciencia de singularidad que les obliga a dejar constancia de su condición en casi todo lo que hacen o escriben. Parece sucederle a Evelyn Waugh. El caso es que la religión sobrevuela constantemente la historia y lo hace para angustiar a Sebastian, para convertir a su madre en un fantasma sumamente destructivo, transformar a Cordelia en una insoportable beata –con lo encantadora que era de pequeña—, hacer de Brady un insoportable pasmarote, asfixiar los últimos momentos de la vida del viejo lord y destruir gratuitamente el amor de Charles y Julia, el único miembro de la familia que parecía salvarse (pero no) de la irrealidad mística-tradicional en la que vivían. Un trabajo completo. Al fin y al cabo, la religión católica -no creo que sea la única capaz, claro- puede ser una máquina perfecta para destruir humanos y las pasiones que los impulsan, todo ello en nombre de un espíritu soñado que siempre parece envidioso de la felicidad de los mortales. Delirante.

Hay otro aspecto que también me ha decepcionado. Es la complacencia con la que se describe el modo de vida de la alta sociedad y de la nobleza rústica. En algún momento uno teme que el autor, embriagado por los aromas de la campiña, se anime a brindar por el feudalismo. No obstante, puede verse como un mero escenario y reconocer que en ocasiones, visto en la distancia, es incluso bello.

Y el placer. A veces lo he saboreado, como en los primeros momentos de amistad de Charles y Sebastian, en la intermitente y breve presencia del inverosímil padre de Charles o en la travesía en barco que supuso el reencuentro con Julia. En mitad de la borrasca sobre el océano me derretí de gusto en un instante, caí al suelo en forma de charco y dejé que pasara algún tiempo antes de recogerme con la fregona.

Julia dijo que eran huérfanos de la tormenta. Algunos años después acabarían siendo víctimas de la eucaristía y la penitencia. Vaya un desastre.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Ja, ja, se ha quedado usted a gusto despotricando "finamente" contra la religión. Cuando le vuelva a pasar, llámeme, hombre, y nos ponemos mano a mano.

No sé, eso de volver a ver series que nos extasiaron en nuestra juventud, uff. Es usted un valiente, Miguel.

¡Un brindis por el feudalismo!, está tan poco valorado...

Dejo la fregona por aquí cerca, no vaya a ser que le dé por derretirse y me lo ponga todo perdido. B.

Lenny Zelig dijo...

Necesitaba escupir un poco de bilis, sí. No demasiada ni muy verde, pero es que me ha fastidiado mucho que se estropeara la interesante historia de la serie por razones que no entiendo.

No tenga miedo a repasar lo que le gustó hace tiempo. Yo lo hago para constatar si algo ha cambiado y qué. Afán científico sin que me preocupen los resultados. En el caso de Brideshead el resultado, pese a todo, ha sido gratificante. El rato que pasé derretido fue impagable.

Anónimo dijo...

¿Y cuáles son sus conclusiones? ¿han cambiado,a su juicio, muchas cosas con respecto al pasado (al de usted)?

Hace poco de casualidad volví a ver un capítulo de "Anna de las tejas verdes", sí, ya sabe, esa serie sobre la niña ¿huerfanita? de algún pueblo del oeste americano que con el tiempo se convierte en maestra (porque no podría ser de otro modo; la niñita ya apuntaba maneras). En fin, no sé, no dejé de preguntarme qué me había maravillado tanto de la serie en mi adolescencia.
También me he enganchado a "Fama" y con lástima me asaltan los mismos sentimientos... ¿Qué haré entonces si me arriesgo con "Doctor en Alaska" y todo se me desmitifica? ay, no podría soportarlo.

No sólo cambiamos físicamente, sino también intelectual y emocionalmente. Lo primero para peor, lo segundo... ¿para mejor? quiero creer que sí.

Lo mejor de todo: descubrir que en los veinte/treinta años que han pasado desde que se creó "Fama" la estética de la ropa deportiva ha avanzado a pasos de gigante (¡qué horror de mallas, por faaaaaaaavor!).

Anónimo dijo...

Di Blasino, disculpe el rollo. Llevo muchos días sin hablar con nadie y le he cogido a usted "por banda"...

Lenny Zelig dijo...

Nada que disculpar, es un placer oírla. Y "Doctor en Alaska" no puede desmitificarse... aún. Creo que puede verlo tranquila... de momento.

Pero, bueno, ¿qué más da? Lo que vimos hace tiempo tiene el encanto de llevarnos a lo que fuimos. Y el presente está lleno de cosas que interesan a lo que ahora somos. Así que cambiamos, claro, pero me convenzo de que no ha sido para peor. En mi caso, por ejemplo, me tolero mejor que nunca. No pido más.

Anónimo dijo...

"Me tolero mejor que nunca". Preciosa frase, de ahí sale un post, por lo menos, eh.

Adoro hablar con usted. Tiene esa capacidad (que pocos a mi alrededor tienen) de tranquilizarme con la palabra precisa...

(Ah, ese verso de Silvio "la palabra precisa, la sonrisa perfecta"... Me han entrado ganas de escuchar la canción).

Vale, un abrazo.