Fotografía de Don McCullin - ‘Snowy, Cambridge, early 1970s’

lunes, 27 de agosto de 2007

Les Luthiers

Mi primer contacto con el grupo fue a través de una cinta de cassette en el pequeño piso en el que vivía mi hermana A. con F. Recuerdo haberme divertido escuchando las “Cartas de color”: las aventuras de Yugurtu Ngué, quien tuvo que huir precipitadamente de la aldea por culpa de la escasez de rinocerontes.

Después perdí su pista durante muchos años hasta que los reencontré casualmente. Son una mezcla deliciosa de música y humor sumamente recomendable. Y un prodigio de longevidad sobre el escenario. No me explico cómo han podido soportarse durante tantos –casi cuarenta— años.

Daniel Rabinovich (un pequeño Groucho), Marcos Mundstock (la inconfundible voz del narrador), Carlos Núñez Cortés (concertista de piano y “loco” rey de las muecas), Carlos López Puccio (músico que parece un músico) y Jorge Maronna (guitarrista). Ernesto Acher estuvo un tiempo con ellos.

No voy a contar lo que cualquiera puede consultar por su cuenta. Sólo pondré un ejemplo de lo que es capaz Johann Sebastian Mastropiero, ese imaginario compositor que “cuando su familia le pidió que eligiera entre ella o la música, eligió la música..., para desgracia de ambas”.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡YO TUVE ESA CINTA, TAMBIÉN!

Ja, ja, qué buenísimo. Me encantaba lo de "atrapada por su pasado (¡Suéltame, pasado!)", y lo de que "las gallinitas no hablan"... (perdón si es que alguien no está entendiendo de qué hablo, hay que haber escuchado la mentada cinta, de lo contrario NÁ DE NÁ).

He reflexionado mucho acerca de lo que usted cuenta en su post. No sólo me pregunto cómo ese tipo de cómicos aguantan tantos años sobre el escenario sin perder un ápice de frescura, sino también por la evolución y renovación del HUMOR (como abstracción de la parte más misteriosa del hombre). ¿Por qué cada época/raza/país/individuo desarrolla un sentido del humor particular?

Si me contesta a esta pregunta le posteo otro de Emily Loizeau, cambio.

Lenny Zelig dijo...

Me voy a quedar sin Emily.

La cuestión es muy interesante pero muy compleja. Merece la pena pensar sobre el humor, esa virtud necesaria para el progreso de los humanos y sin efectos secundarios.

Una ocurrencia: si el humor es inteligente, es universal. Si sólo es local, creo que algo falla.

Se me acabó el tiempo. Debo ponerme el traje de "family man" y quitarme deprisa las polainas blogger. Cambio y hasta que pueda.

Anónimo dijo...

Sin Emily nos vamos a quedar ambos. sniff.

Sí, sí, si es el humor es inteligente es universal, pero ¿CUÁNDO ESTÁ UNIVERSALMENTE DECIDIDO QUÉ ES LO INTELIGENTE?

Puff, ahí ya me estoy pasando a la filosofía de la filosofía... Nada, nada, que lo dejo porque estos días me ha estado doliendo la cabeza de tanto pensar en el asunto. Lo único que tengo claro es que dos personas que compartan el sentido del humor (aunque no las mismas ideas) siempre podrán tener una relación de amistad duradera. Eso sí, si ambas son de verdad inteligentes...