Fotografía de Don McCullin - ‘Snowy, Cambridge, early 1970s’

miércoles, 3 de octubre de 2007

De malos malísimos



Además de provocarme una amplia sonrisa, esta travesura de Daniel me hizo pensar. Tantas veces constatando la mayor complejidad y atractivo de los personajes malvados de las historias, que simplemente había concluido que eran mejores que esos buenos que casi siempre terminan ganando. Ahora tocaba encontrar algún momento para intentar indagar el porqué.

Fue volviendo a recoger el coche cuando me pareció verlo algo claro. A punto de golpearme con la farola que advertí en el último momento, comprendí que es fundamentalmente una cuestión de proximidad.

Para simplificar la cuestión sirve acudir a viejos personajes de una antigua historia. Me refiero al diablo y a los ángeles y a su extrema representación del bien y el mal. Si nos fijamos en ellos comprobamos que Satanás es uno de los nuestros, intuimos que nos comprende y a su vez le conocemos muy bien. Por eso no nos cuesta describirlo, porque es en buena medida real. El ángel, por el contrario, es un ser completamente irreal. Si parece desdibujado, sin perfiles precisos, es porque no lo conocemos, tan distinto como es a nosotros.

Puede aplicarse a la mayoría de los personajes más o menos simplificadoramente malvados y bondadosos que ha creado la imaginación humana. En los malos siempre reconocemos la ambición, la frustración, el rencor, la deslealtad o el egoísmo con los que estamos tan familiarizados. Nos gustan las caricaturas y el malvado suele ser una de nosotros mismos. Pero el bueno..., realmente nos resulta ajeno y por eso su victoria muchas veces nos parece la de otro. ¿Quién no ha tomado cariño más de una vez a algún malvado, indignándose por la suerte final que le depara la historia?

Moraleja: los buenos sólo dejarán de ser ocasionalmente indigestos cuando los humanos seamos mejores.

6 comentarios:

my blue eye dijo...

Y, seguramente, no lo seremos. ¿O sú? En este punto podría comenzar una interesante discusión sobre el progreso.

¿Qué opina usted del coyote que perseguía al correcaminos? Yo, desde luego, iba con él; el pobre animal tenía que alimentarse alguna vez en ese desierto.

Anónimo dijo...

Discrepo de su moraleja. Hay "buenos" que nos pueden llagar a caer bien porque no son tan santos. Vamos los llamados "antihéroes", véase el bueno de Alatriste. A mí también me llaman los "buenos traidores" esto es, los que se ven obligados a traicionar al bueno si bien ellos creen estar haciéndolo por su bien, y cuya acción resulta de vital importancia para el transcurso de la historia. De entre estos, mi preferido: Boromir ("Mi amigo, mi hermano, mi capitán, mi Rey" ains) y para los menos frikis valga el ejemplo de Judas, que se dirá lo que se quiera pero sin él Jesús no habría tenido el mismo tirón dramático.

Anónimo dijo...

Interesante reflexión, la que usted hace, Miguel. Los malos caen bien y tienen un gran encanto, y punto.
Yo lo veo en mis clases: siempre acabo teniendo más complicidad con el "malo" del grupo, que además suele ser el que más éxito tiene con las chicas. Traigo a colación el ejemplo literario de Don Juan Tenorio, un malo muy crápula y muy secuestrador de mujeres... con mucho "efecto Axe". NOS GUSTAN LOS CHICOS Y LAS CHICAS MALAS, sí.

"¡Y qué bueno que volviste, ché! Sho le eshaba tanto de menos..." (léase con acento argentino).

Lenny Zelig dijo...

My blue eye: yo creo que sí. Comprendo que es difícil apreciarlo, que es lento y desigual, que hay pasos atrás, pero creo en cierto progreso humano. (También estoy dispuesto a aceptar que en realidad no hay tal, así que imagine mi entusiasmo con mi sospecha).

El coyote y el correcaminos es un estupendo ejemplo de lo que hablaba. El coyote es muy humano, persigue sin descanso su objetivo, fracasando una y mil veces y volviendo a intentarlo. Sólo quiere comer y maquina los más inteligentemente que puede para conseguirlo. El correcaminos es inhumano y no muestra la menor compasión por su famélico rival. Es un indeseable sin cerebro, sólo con patas milagrosamente veloces.

Daniel: eso no vale. No vale hablar de buenos con matices. Esos claro que son humanos y por eso mismo nos gustan y son creíbles. Pero yo hablo de los exageradamente buenos, como Luke. Han Solo tiene un indudable encanto pero a Luke lo tiramos por el “sumidero de ventilación” y nos quedamos tan a gusto, ¿o no?

Aviadora: creo que el atractivo sexual del mal tiene más bien que ver con reminiscencias de nuestro proceso evolutivo. Ritos de apareamiento con el macho/hembra alfa: el que tiene mejor capacidad de supervivencia y cuyos genes deben prosperar por el bien de la especie. No me diga que no encuentra cierto parecido entre una clase de adolescentes y una manada de antílopes en época de celo, con sus exhibiciones de fuerza y cuernos.

Pero desde mi buena voluntad y relativo optimismo sobre el progreso humano, de igual modo que confío en el declive de la violencia, también espero que vayan modificándose (refinándose) las cualidades del humano alfa. Es más, creo que avanzamos hacia una multiplicidad de humanos alfa, beta y gamma, ganando en diversidad y compeljidad social. Sí, sí, progresamos, malamente, pero lo hacemos.

Anónimo dijo...

¡Pero usted es todo un experto en Sociología, ah! Admirada estoy, con la boca abierta. No sabía que sabía usted tanto sobre los malos... Es usted como Michael Knight, pero sin coche fantástico.

Un beso.

my blue eye dijo...

Yo también creo en cierto pogreso humano, no crea. Pero me resulta evidentemente más fácil creer en el progreso material que en el progreso moral (que, sin embargo, iban de la mano en la teoría ilustrada). Vaya trivialidad: de todas formas, la idea del progreso moral (el humanismo) se puede todavía sostener, ¡¿pero cómo?!

Quizá una parte esté en valorar correctamente y según lo debido al coyote. Hay un valor intrínseco del esfuerzo, que está por encima de la recompensa.