Esta vez no he seguido mucho las andanzas del erudito Papa en su viaje por París, Lourdes y alrededores, pero alcancé a oír su advertencia sobre los falsos ídolos. Aunque sospecho que Dios es precisamente el falso ídolo de mayores proporciones, hubo algo muy revelador del pensamiento de Benedicto XVI en sus propias palabras –si es que no fueron mal escuchadas o transcritas en la crónica que leí en la edición digital de La Razón-:
«El mundo contemporáneo ¿no se ha creado sus propios ídolos?», se preguntó. Definiéndolos como «las falsas representaciones de Dios», «un engaño» puesto que aparta al siervo de la realidad para confinarlo «al reino de las apariencias», dijo. Ídolos que se manifiestan en forma de tentación como son, en nuestros días, «el dinero, el afán del mismo, de poder y de saber» que «desvían al hombre de su verdadero fin».
(Las negritas son mías).Comprendo que cuando aumenta la demanda del saber, se hunde el precio de los misterios y teme arruinarse quien mercadea con ellos. Y no discuto el derecho del Papa a buscar oportunidades de negocio aunque sea denigrando a la competencia, pero siento curiosidad por lo que pensará del LHC. Aunque tal vez fuera en el LHC en lo que pensaba: un trasto que, en términos teológicos, podría ser un tentador y engañoso santuario del saber, ese ídolo.
Dando un rodeo llego a la física de partículas, que es a donde quería llegar, y al profundo placer que experimento cuando, sin apenas comprender nada, escucho a un físico explicar simplificadamente sus investigaciones y las últimas teorías acerca de la estructura del universo. O cuando le oigo reírse de sí mismo.
El resto de la conferencia de Álvaro de Rújula anda perdida por aquí, con otras cosas interesantes.
Cuando la física se vuelve tan compleja, la divulgación científica es más necesaria que nunca. Y el reto de la física de partículas es tan formidable desde una perspectiva humana, que me asombra que el asombro del mundo sea relativamente pequeño. Se percibe interés por estas cosas, sí, pero es minúsculo en comparación con las dimensiones del acertijo que se encuentra detrás del experimento. No consigo entenderlo. Esto tampoco y ya van siendo demasiadas cosas.
Y ahora un desahogo: no, no quiero ir a Lourdes ni a Eurodisney. ¡Por todos los gorros de Mudito, quiero que me lleven al CERN!
Voy ensayando la inútil rabieta.
4 comentarios:
Cagüen la libertad religiosa. Yastá, ya lo dije. Quiero una ley que prohíba las expresiones y opiniones religiosas en público. Ale, apedréenme.
No, no, que después de su lapidación podría ir formándose una leyenda en torno a su desgraciado final. que acabara convirtiéndolo en el enviado de algo o alguien, nacido de modo sobrenatural para redimir a la especie. Su muerte podría contener la génesis de un mesías. No bromeo porque ya ha pasado.
Así que no, no, nada de prohibir. Creo que basta con colocarse en frente de las tradiciones mágicas, respetuosamente pero siempre en frente.
¿Qué le pasaba a su auto, finalmente? ¿verdad que en la ITV vson todos unos sabidillos?.
Bueno, yo ESTA VEZ estoy con Daniel. Porque si hay religión, no hay progeso de ningún tipo.
A colación del tema que nos ocupa, y en contra de mis principios (aunque sea profe de literatura me niego a hacer recomendaciones) voy a sugerir la lectura de un libro fascinante que ahora me tiene enganchadísima. Se llama "La elegancia del erizo", y va (destripo un poco) sobre las reflexiones filosóficas y existenciales de una niña superdotada de doce años que se quiere suicidar. Ironía de la fina y nada de dramatismo, altamente recomendable, en mi humilde opinión.
Un beso, Teddy. Aunque en mi corazón sigue siendo mi caballero Di Blasino, el más elegante de toda la bloggalaxia ^^
Al coche le sigue pasando algo pero triunfó en la ITV, lugar donde se masca la tensión a la espera del resultado, por culpa de ese abismo que separa el "favorable" del "tendrá que volver".
Tendré en cuenta su sugerencia. Necesito sugerencias ahora que me dedico en exclusiva a la divulgación científica para torpes, y parezco un tontaina de la E.S.O. con gafas (desde ya ni recuerdo) y granos (¡me ha salido uno en la mejilla izquierda!).
Como ve por mi firma, el italiano siempre se incorpora cuando usted pasa a su lado.
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