Fotografía de Don McCullin - ‘Snowy, Cambridge, early 1970s’

viernes, 4 de enero de 2008

El origen (1)


Me había olvidado de dónde vengo. Es imperdonable. Llevo varios meses sin acordarme ni por un momento del porqué de mi nombre.

Debo mi existencia a Di Blasi. Un abogado en la Sicilia del siglo XVIII deslumbrado por el brillo de la Ilustración. En la profesión y el deslumbramiento se acabó, tristemente, el parecido con mi héroe. Me sigue maravillando aquel momento histórico en el que el pensamiento racional dio un paso definitivo. Iniciado el camino en la Grecia clásica, aún les faltaba algo decisivo a aquellas inquisitivas mentes de la Antigüedad en su indagación sobre la naturaleza humana. Sorprendentemente capaces de especular agudamente sobre la condición natural común a todos los individuos, aquellos pioneros del conocimiento estaban, sin embargo, dispuestos a vivir en una sociedad esclavista sin cuestionarla. No sé qué verían aquellos perspicaces observadores en los esclavos que tenían delante. No hay duda de que faltaba algo al pensamiento racional, sí. Era la empatía o como queramos llamarla. Llegaría unos siglos después, con las luces de la Ilustración, aunque en cantidad global insuficiente. Por eso seguimos así ahora, todavía con una incómoda sensación de penumbra.

—¿Y cuál es la diferencia entre vos y aquellos hombres que están allí abajo? —preguntó Di Blasi, señalando unos pescadores que remendaban redes, mientras las mantenían tensas con los dedos de los pies.
—¿No la advertís por vos mismo?
—No logro ver esa diferencia. Veo igualdad. Sólo ocurre que nosotros estamos aquí, ociosos, gozando del fresco, bien vestidos, bien peinados y ellos trabajan.
—¿Y eso no os parece importante?
—Nada importante. A menos que quisierais analizar el asunto con relación a la justicia. En ese caso, reconoceré que entre nosotros y ellos existen gravísimas y vergonzosas diferencias... Quiero decir que son vergonzosas para nosotros... Pero entre su esencia de hombres y nuestra esencia de hombres no existe ninguna diferencia: esos pescadores son hombres como vos y como yo... Dejad que desaparezcan aquellos horrendos conceptos de mío y tuyo...
—¿Y qué sería yo sin lo mío?


(“El Archivo de Egipto”. Leonardo Sciascia. )

4 comentarios:

Daniel Hermosel Murcia dijo...

Interesante diálogo. Me temo que aűn haga falta una tercera digievolución (perdón por el frikerío) para que la idea de igualdad politico/jurídica sea del todo real. Al menos ya lo es en los papeles, que no es poco. Como siempre, un problema de educación me temo.

Anónimo dijo...

"...en cantidad global insuficiente", exacto. Y como dice Dani, al menos la igualdad está sobre el papel.
Pero no creo que sea un problema relacionado con la educación, sino más bien con la ilusoria idea que tiene el ser humano hacia el lugar que ocupa en el universo, y con respecto a sus congéneres. La prepotencia nos viene como defecto de fábrica, y me temo que eso no se educa.

Un post muy interesante, M. ¡Y hay una 2ª parte!, ¿si? bieeeeeeen..

Anónimo dijo...

Está claro que los humanos no hemos aparecido en el planeta para cumplir ideales de fraternidad, paz y armonía. La selección natural no tiene esos objetivos, así que defectos de fabricación necesariamente traemos, y muchos. Pero sí creo que en la eficacia de un buen esfuerzo educativo, como creo en el balance positivo de la comunicación digital. En lo que no creo es en su capacidad de hacer milagros.

my blue eye dijo...

La Ilustración fue verdaderamente revolucionaria. En fin, le deseo feliz año, ya que acabo de leer una de las más bellas entradas que le he visto.