Fotografía de Don McCullin - ‘Snowy, Cambridge, early 1970s’

miércoles, 16 de enero de 2008

Desiguales oportunidades



Mucho se discute ahora sobre la educación. Por circunstancias personales no he tenido más remedio que empezar a interesarme por el asunto y su debate. No puedo dejar de verlo como uno de los temas sociales que considero más complejos y relevantes, en el que es imposible (al menos, indeseable) generalizar o simplificar, y cuyo diseño conecta directamente, así lo creo, con nuestra visión del ser humano y de la vida que merece la pena vivir.

El otro día leí una interesante reflexión sociológica sobre la cuestión. Me hizo pensar en los hijos de J. La llevo a casa al mediodía y a veces me habla de los tres muchachos y de la pequeña. El mayor ya trabaja en la misma empresa que el padre y lo suyo nunca fueron los estudios. Ahora se enfrenta al reto del examen teórico para obtener el permiso de conducir. Ya lo ha suspendido una vez y la cosa pinta fea. Al segundo, R., sus padres le apremian para que se decida finalmente por un módulo que vaya a concluir. El tercero, I., había suspendido unas cuantas asignaturas en el primer trimestre, para desagradable sorpresa de su madre, que me dice que está en la edad de la tontería y de las chicas. T., la menor, repitió el curso pasado y no ha podido empezar la Secundaria en el colegio concertado que se acaba de inaugurar muy cerca de su casa.

No puedo valorar las aptitudes de cada uno de los cuatro hijos de J., pero sé que, cualesquiera que sean, su humilde hogar y su barrio tienden a asfixiarlas. Y como estoy convencido de que el afán de conocimiento nos humaniza y nos hace más libres, me preocupa que muchos jóvenes no estén en condiciones sociales de recibir estímulos efectivos en tal sentido.

Conviene no olvidar que jugamos con cartas desiguales y que muchos han salido desfavorecidos en el reparto. Me siento un privilegiado y, como me sucede con cualquier otra situación de ventaja, disfrutarla me alivia tanto como me incomoda.

Queda mucho por hacer. Y es ahora cuando pienso en M., la Aviadora, y en todos los que están en primera línea y me tomo algo (suave) a su salud.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Aunque la vida nos reparte cartas desiguales, estoy convencida de que sólo la educación puede hacer que juguemos en igualdad de condiciones, sólo la cultura prepara futuros.

Yo también me tomo algo (suave) a su salud, amigo. Y a la de Cecila -la prota de la canción-, qué mujer tan tremenda, por dios.

Anónimo dijo...

Ah, pero hay tantos intereses obstaculizando la buena educación...

Anónimo dijo...

M.: chin-chin. Ya veo que conoce bien la importancia del asunto en el que anda metida.

D.: Entre inercias y resistencias, el esfuerzo es interminable. Precisamente por eso no puede detenerse.

Nootka dijo...

Hay gente que tiene que actuar como verdaderos héroes o heroinas para poder conseguir lo que tienen otros.

Anónimo dijo...

Por muy admirables que resultan cuando se dan, no deberían ser necesarias esas heroicidades.