Me agradó tropezarme el otro día con el artículo de Enrique Lynch publicado en EL PAÍS. Encuentro práctico y educativo parar a menudo fuera de los lugares más comunes. Y así como comprendí su referencia a la película "Magnolia", reconozco que me desconcertaron sus comentarios musicales y el peligro que advertía en ciertas letras.
Después de escuchar con atención creo que Shania Twain se mofa de mi buga tuneado y admito que lo hace con fundamento; que Shakira se limita a despedirse definitivamente de mí apenas superado el dolor por mi abandono, aunque no vean cómo lamento haber calculado mal su tolerancia al engaño; o que Julieta Venegas me tira amablemente por la borda de la cesta, es verdad, pero encuentro divertida su representación del adiós, no menos que el dispositivo mecánico de aquella vez que anduve tras mujeres que supieran volar.
Después de escuchar con atención creo que Shania Twain se mofa de mi buga tuneado y admito que lo hace con fundamento; que Shakira se limita a despedirse definitivamente de mí apenas superado el dolor por mi abandono, aunque no vean cómo lamento haber calculado mal su tolerancia al engaño; o que Julieta Venegas me tira amablemente por la borda de la cesta, es verdad, pero encuentro divertida su representación del adiós, no menos que el dispositivo mecánico de aquella vez que anduve tras mujeres que supieran volar.
"El lado oscuro del corazón", 1992, de Eliseo Subiela. (Va a ser que tendré que volver a verla).
Reconozco, sin embargo, que me agradó menos la respuesta airada de algunos lectores y del propio periódico, concentrada en la sección de la Defensora del lector, Milagros Pérez Oliva. La razón de mi desagrado es que por higiene mental me impongo leer lo que me incomoda. Intento así descubrir si el error está en lo que leo o en mis prejuicios y reconozco que, pese a la carga de los segundos, con frecuencia los hallazgos son sorprendentes. Si admitimos que cualquier producto humano es criticable -es decir, mejorable-, así debe ser por encima de que nos guste más o menos el producto mismo o su crítica, que también será criticable. Considerar sólo admisible la crítica si nos gusta el argumento -que es lo que viene a sostener la Defensora del lector en relación con el feminismo-, vetar la publicación de todo lo que no cumpla esa condición -que es lo que desean algunos lectores-, supone empobrecer gravemente el debate y, por tanto, también a los lectores, aunque no parezcan darse cuenta. Por mi bien, confío en que la peligrosa reducción del campo de juego de la sana discusión no forme también parte de ese "núcleo central de la identidad" del diario al que se refiere Milagros Pérez Oliva.
Reconozco, sin embargo, que me agradó menos la respuesta airada de algunos lectores y del propio periódico, concentrada en la sección de la Defensora del lector, Milagros Pérez Oliva. La razón de mi desagrado es que por higiene mental me impongo leer lo que me incomoda. Intento así descubrir si el error está en lo que leo o en mis prejuicios y reconozco que, pese a la carga de los segundos, con frecuencia los hallazgos son sorprendentes. Si admitimos que cualquier producto humano es criticable -es decir, mejorable-, así debe ser por encima de que nos guste más o menos el producto mismo o su crítica, que también será criticable. Considerar sólo admisible la crítica si nos gusta el argumento -que es lo que viene a sostener la Defensora del lector en relación con el feminismo-, vetar la publicación de todo lo que no cumpla esa condición -que es lo que desean algunos lectores-, supone empobrecer gravemente el debate y, por tanto, también a los lectores, aunque no parezcan darse cuenta. Por mi bien, confío en que la peligrosa reducción del campo de juego de la sana discusión no forme también parte de ese "núcleo central de la identidad" del diario al que se refiere Milagros Pérez Oliva.
4 comentarios:
Es la tercera vez que me topo hoy con el discurso de Eliseo Subiela, algo habrá que hacer. En cuanto a los que temen las palabras..., poco que decir.
Tres veces es mala suerte. Es lo que tiene a veces la Red: de tanto rebotar la información, con frecuencia acaba repitiéndose.
Ay, "El lado oscuro del corazón". Si no saben volar, pierden el tiempo conmigo...
Pues yo también tengo que volver a verla, che
Volar, volar... La verdad es que soy menos exigente.
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