Trabajo junto a un teatro. Quiero creer que al otro lado de la pared del despacho está el fondo del escenario. Me parece que no pero le falta poco. No lo frecuento lo suficiente y me lo reprocho. Tal vez cuando los pequeños no lo sean tanto, me digo. Espero no mentirme esta vez. Ayer, sin embargo, pudimos hacer una excepción y una escapada, aunque fuera a un pequeño auditorio que está un poco más allá. En esta época de Cajas de Ahorros suculentas o intervenidas, denostadas al cabo, gracias a una de ellas pude asistir a una deliciosa representación de "Por el placer de volver a verla", una obra de Michel Tremblay interpretada por Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza.
Un delicado homenaje del autor a su madre que nos hace reír y conmovernos, y un recordatorio de cómo me impresionan los actores. Me alegra la casualidad de que Elvira Lindo escriba hoy sobre algo tan parecido a las sensaciones con las que anoche volvíamos a casa atravesando una ciudad fantasma.
Quedaron demasiadas butacas vacías. Lástima. Era noche de fútbol.
Un delicado homenaje del autor a su madre que nos hace reír y conmovernos, y un recordatorio de cómo me impresionan los actores. Me alegra la casualidad de que Elvira Lindo escriba hoy sobre algo tan parecido a las sensaciones con las que anoche volvíamos a casa atravesando una ciudad fantasma.
Quedaron demasiadas butacas vacías. Lástima. Era noche de fútbol.
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