Fotografía de Don McCullin - ‘Snowy, Cambridge, early 1970s’

miércoles, 17 de junio de 2009

Muerte entre los frutales

Como abogado estoy interesado (casi siempre) y abrumado (a todas horas) por los conflictos privados. Pero me reconozco un pésimo negociador: a menudo soy incapaz de comprender las expectativas y deseos de las partes enfrentadas. Supongo que los buenos negociadores son los que no pierden el tiempo valorando las pretensiones en conflicto y se limitan a encajarlas. Yo lo pierdo tratando inútilmente de comprender el gusto humano por aferrarse a lo inconveniente. No soy de este mundo. Una maldición como cualquier otra que me condena a sacar la cabeza fuera de los límites en busca de aire para descubrir que sólo hay vacío.

Es lógico que me suceda algo parecido en los conflictos a gran escala: me interesan tanto como soy incapaz de comprenderlos. Me lo han recordado algunos de los análisis que he leído de la declaración del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, realizada el pasado domingo sobre las líneas programáticas de su gobierno en relación con el conflicto palestino. Como siempre, me he limitado a leer el relato de los hechos y las opiniones ajenas, consciente de que una valoración consistente de este complejo asunto de imprevisible futuro excede de mi capacidad de análisis. Pero me ha llamado la atención el relativo énfasis que los medios han puesto en la exigencia de que el futuro Estado palestino esté "desmilitarizado". Supongo que eso y el "control internacional del espacio aéreo" equivalen a falta de autonomía, y no dudo de que así lo entiende también ese halcón que es Netanyahu. Sin embargo, soy incapaz de considerar una imposición la posibilidad de construir una nueva organización política sin ejército. A lo sumo se trataría de una bendición.


Sin duda: en este punto, trato hecho.
(Será que no sé negociar).






"Vals con Bashir", 2008, de Ari Folman.

2 comentarios:

Ál dijo...

Quizás fuera la solución más inteligente. Contra un país militarizado no emprender una carrera que nunca se va a ganar y donde se va a desgastar vidas y dinero queriendo ser comparable militarmente hablando.
Si algo aprendí del mis años de judo fue el no resistir ante la embestida de alguien más poderoso físicamente, sino acompañar esa inercia impuesta hasta sutilmente tomar el control de tanta fuerza bruta.
No es nuevo, ya lo hizo el pueblo indio de la manos de Gandhi.

Lenny Zelig dijo...

No deja de sorprenderme nuestra permanente familiaridad con la violencia. Es un impulso natural, desde luego, pero ya sabemos que sus efectos son odiosos, así que de verdad no me explico cómo son tan pocos los esfuerzos que dedicamos a controlarlo.

Un saludo desde este rinconcito de la blogosfera.