Fotografía de Don McCullin - ‘Snowy, Cambridge, early 1970s’

viernes, 22 de agosto de 2008

Tachundachín

Las Olimpiadas me cautivan. No solamente las competidoras. El “homo ludens” que intento cultivar se me desparrama en estas fechas. Pero vivo en permanente contradicción: incluso sin considerar el odioso Partido organizador de estos últimos Juegos, hay muchos elementos de la gran ceremonia olímpica que hieren mis sentimientos. Los himnos, por ejemplo. No hay recompensa sin tachunda-tachunda. ¡Y qué tachundas, la Virgen! No lo digo por las notas, sino por las letras.

La Red nos permite conocer en un instante lo que dicen las cancioncillas patrias. Traduce símbolos que llevamos años percibiendo sin alcanzar su significado. Desde luego no reniego del conocimiento, pero enfrentado a las traducciones casi desearía no haberlas conocido.

“¡Si nos unimos como hermanos, derrotaremos al enemigo del pueblo!” Lo decía ese himno de la absorbida República Democrática Alemana. Me abstengo de recordar qué enemigos han tenido los pueblos (que no sé qué son) a lo largo de la Historia, cuán delirante ha sido su arbitraria selección y qué terrible destino han tenido los desdichados.

La China de hoy tiene naturales afinidades con aquella Alemania Oriental de ayer. “Con nuestra carne y sangre, alcemos una nueva Gran Muralla. (...) ¡Desafiando el fuego enemigo, marchemos!”. Eso es: alambradas, barreras, límites, fosos, y nada de elementos convencionales de construcción, no, no, sino carne y sangre, mucho mejor. Soberbia estupidez.

En estos ejemplos no cabe Dios. Es lo único bueno que tienen. Pero Él está presente en otros muchos.

“Eres única, eres inimitable, Protegida por Dios, tierra nativa”. Ahí está la nueva Rusia, ortodoxa y sí, inimitable.

“Siempre fue nuestro lema: ¡En Dios confiamos!”. América, América, si en Dios confiamos..., mal empezamos, no digo más.

Menos mal que nos queda la Europa Occidental. Estamos a salvo, o no.

“¿No oís bramar por las campiñas
A esos feroces soldados?
Pues vienen a degollar
A nuestros hijos y a nuestras esposas

¡A las armas, ciudadanos!
¡Formad vuestros batallones!
Marchemos, marchemos,
Que una sangre impura
Empape nuestros surcos”.

¿No es emocionante La Marsellesa? ¿No debería imponerse a los niños su aprendizaje obligatorio? Pues así es. Creo que el contexto histórico en el que se compuso ese poema disparatado y sanguinolento no justifica que siga siendo un símbolo obligatorio de la Francia de hoy. Otra notable estupidez firmemente consolidada por la tradición, es decir, porque sí.

“Juncos doblados son las espadas vendidas;
Ya el águila de Austria
Las plumas perdió;
La sangre de Italia,
La sangre polaca
Bebió con el cosaco,
Pero el corazón le quemaron.

Estrechémonos en cohorte,
Preparados para la muerte;
Italia llamó”.

Scusi? Que sí, que hubo un violento momento histórico que lo explica, ¿y qué? ¿Nos seguimos estrechando en cohorte? El roce hace el cariño, cierto.

No quiero seguir. Las Olimpiadas me cautivan y reúnen a los mejores atletas del mundo, pero los himnos contienen las voces de algunos de los mayores estúpidos del mundo.

No apreciamos debidamente lo bien que se vive sin letra. ¡Tachán!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre me han encandilado las banderas y los himnos, pero no como símbolos, sino como estéticas obras artísticas. Pero leyéndole, casi se me saltan las lágrimas, ¿en serio que no hay himno con letras pacifistas? no lo puedo creer.

Por cierto, que me he acordado de usted, ¿ha visto el último anuncio de Nike con Gasol hablando sobre "la responsabilidad de ser español"? ahí es ná. Creo que le dará mucho juego para hablar de dos de sus grandes pasiones, je je.

¡Ya estamos en la final de baloncestooooooo! sí, son todos muy feos, pero qué se le va a hacer, jo.

Lenny Zelig dijo...

La verdad es que el de Gran Bretaña, entre monsergas sobre la graciosa Majestad y a pesar de los malos deseos de rigor a sus enemigos, hace una referencia al hecho de que los hombres son hermanos y forman una familia en todo el mundo. Algo es algo. Tampoco puedo decir mucho sobre los demás porque sólo he consultado unos pocos, pero soy pesimista. El espíritu patriótico necesita marcar diferencias con el otro, que cuanto más feo, mejor.
Me hace gracia que hable del anuncio de Gasol porque con él interactúo. Consulto ahora youtube y transcribo la frase clave: “Está bien que tu país te admire, pero es mucho mejor lograr que el mundo admire a tu país, ¿no crees?” Pues es oírla y contestar que no, que no lo creo. El reconocimiento que considero justo es el individual y es el que practico: el reconocimiento al esfuerzo de los que participan en los Juegos y mi especial admiración por los que triunfan. El reconocimiento colectivo me parece sumamente inexacto.
Las Olimpiadas me maravillan, pero no puedo dejar de tener presente que son un intento de convertir en animado juego la mierda que nos divide, ésa que cuando terminan las Olimpiadas deja de ser un juego.

Daniel Hermosel Murcia dijo...

Y a los deportistas mercenarios ¿qué himno le ponen? ¿el que paga? ¿y con el nuevo contrato hay que cambiarlo? ¿para cuando un himno de nike o reebook? En fin... Yo tampoco creo que haya que generalizar el éxito individual (aún siendo por equipos) con la chiquiteza o no de un peazo tierra. Yo por eso no he ido a las olimpiadas que luego gano el oro, no me ponen la música que me gusta y así no hay quien celebre :p, porque no tendrá letra, pero "seguimos honrando a los nuestros" (nótense las comillas y las cursivas) con un himno de ¡GRANADEROS!
En fin..., que monas las niñas de sincro, oyes...

Lenny Zelig dijo...

Estaría bien que la expedición olímpica incluyera un "pincha" para darle el punto original a cada subida de banderola.

¿La sincronizada? No está Stephanie, no me interesa.