Creí haber perdido por completo el interés por el fútbol. Habían quedado atrás aquellos tiempos en que me empapaba de cualquier competición deportiva, casi siempre veraniega, para eludir las obligaciones de la interminable oposición. Me divierte pensar que aquellos siniestros años sirvieron esencialmente para aprender los detalles de las más variopintas disciplinas deportivas. La preparación de las oposiciones duró más de un ciclo olímpico y Barcelona ’92 me pilló de pleno, y el Mundial de Fútbol de Italia en 1990 y el de Estados Unidos de 1994. Y los Tour de Indurain. Cualquier excusa era buena para interrumpir el estudio. Aunque me enfrentaba al temario de aquella manera tan distraída, la concentración podía ser absoluta ante las retransmisiones... Creí que aquella pasión deportiva había terminado, pero ha llegado esta Eurocopa y creo que me estoy poniendo un poco imbécil. Como que creo que podemos.
Puede ser solo cuestión de horas que esté cagándome en las muelas de algo o alguien. Estoy preparado. Pero no puedo evitar la emoción de una expectativa absurda ni quiero dejar de ponerme el grotesco disfraz de forofo. Prometo que no será más que por unos momentos.
Cuando pensaba que sólo se trata de una tontería lúdica, descubro con disgusto en el estupendo blog de Alejandro Gándara que las cosas podrían no ser tan simples. O debemos o queremos o podemos. O somos y por ello debemos, o estamos y por ello queremos, o tenemos y por ello podemos. Suena convincente la elucubración pero soy muy escéptico. Visto con mis ojos, el fútbol es una majadería colectiva, como lo es la gregaria exhibición de colores y banderas. De ninguna manera me parece el lugar adecuado para mostrar lo mejor de nosotros mismos. Y los caracteres nacionales en la Europa de hoy me suenan a viejos y falsos estereotipos.
Reconozco que bien pudiera estar equivocado, pero no quiero pensar en ello. Me conformo con bromas, acertijos y una eurocopa, y me entrego sin más al oé, oé, oé. (Válgame el cielo. No puedo creer que esté diciendo esto. El mísero opositor ha vuelto).
8 comentarios:
Madre, ¡qué epidemia!
Es solo un catarrito. En una semanita... ¡habremos hecho Historia! (digo, se habrá pasado).
[Sigo sin creerme que pueda llegar a decir esto].
No se preocupe, Di Blasi, que yo estoy igualita que usted. Ayer me tragué el partido en el coche, por la radio. Vamos, pa´habernos mata´o.
Juro que sólo paso esta epidemia cada cuatro años. Ahora vienen los juegos olímpicos, ufff...
Diga que sí, que hay ocasiones en que uno siente que debe estar ahí, de pie, como un pasmarote, en contra de sus principios, obedeciendo no se sabe qué absurda llamada.
Lo interesante del asunto es cómo nos revela lo simples que somos. Está bien recordarlo.
¡Pues yo me niego, oigans!
¡Pues reclamo mi derecho a ser friki amateur!
Dani, tío, ¡tú no eres de este mundo!
Aprovecho el espacio para animarte a presentar Curvas al concurso. Es muy bueno. Pero prométeme que vas a cuidar la ortografía, plis. De lo contrario perderías muchos puntos.
Besines, muak, muak. Yo y Di Blasi sólo nos permitimos ser simplones cuando la ocasión lo requiere.
¡Perdón, "Di Blasi y yo"!
(tanta redacción de adolescentes pues... to´se pega, vaya)
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