Fotografía de Don McCullin - ‘Snowy, Cambridge, early 1970s’

miércoles, 23 de mayo de 2007

No quiero ni verlo ni oírle

Introducida la televisión en nuestras vidas, las personas entran en nuestras casas. Sin llamar, porque tenemos la puerta abierta. Y cuando aparece un líder político del partido rival, conozco a muchos humanos que no quieren ni verlo ni oírle y no tienen reparo en darle con la puerta en las narices, cambiando el canal o alejándose del artefacto.

Por ejemplo, les sucede a mis padres y a mis suegros, aunque son diferentes los políticos que, en cada caso, despiertan su irrefrenable deseo de no verlo (ni en pintura), ni oírle (ni loco). Yo, que al menos para eso de escuchar a los otros soy muy formal, no puedo salir de mi asombro. No quiero darle importancia y al principio sonrío, pero comprendo que es grave y muy frecuente. Perder la compostura de ese modo sólo se explica si en algún momento nos quitamos la razón (tal vez para dormir) y nos olvidamos de ponérnosla de nuevo. Además, ya no tiene remedio: una vez que uno se acostumbra a perder la compostura frente a lo distinto, la razón ya no le cabe en la cabeza.

No creo que tenga nada que ver con especiales circunstancias del actual momento político. Más bien pienso que se trata de la naturaleza humana y la lentitud de su progreso. Nuevamente la solución se encuentra en suficientes dosis de razón y empatía y en el modo de introducirlas en el mercado.

Una vez que la experiencia me reafirma a cada paso que son esos dos los ingredientes indispensables en el desarrollo humano, sólo hay que pensar en la mejor forma de combatir su escasez. Soy optimista: internet es un excepcional campo de cultivo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Razón y empatía es lo que has mostrado tú, amigo Blasino, en tantos comentarios a mi blog. Felicidades por tu 40 cumpleaños y enhorabuena por recién estrenada bitácora.

Paul.