Observo que hay circunstancias que parecen deformarnos, sustancias que si nos empapan lo suficiente y durante suficiente tiempo terminan reblandeciendo nuestra identidad y moldeándonos de forma grotesca.
Intento hacer inventario. La autoridad y la sumisión. El lujo y la miseria. Me esfuerzo por compararlos y calibrar su fuerza deformante, pero no llego a ninguna conclusión convincente. Y cuando empezaba a pensar que tal vez los factores deformantes vienen a pares, en forma de dos extremos, tropiezo con el miedo y sospecho que su contrario no es tan peligroso. Y luego caigo en que no parece haber unidad de medida fiable y que por ello resulta imposible comparar deformidades. Y que hay deformidades y deformidades y algunas incluso tienen cierto atractivo...
Es un asunto resbaladizo, de esos -cada vez más frecuentes- en los que me pregunto si lo que pienso u opino no es más que un sistemático intento de justificar lo que soy: en este caso, de convencerme de que no soy deforme o no demasiado, y de que hago bien procurando renunciar a cualquier autoridad o padeciendo grave incomodo ante el menor atisbo de lujo. O de justificar lo que cada vez me resulta menos discutible: que las sociedades libres e igualitarias son las menos repugnantes precisamente porque son las que menos nos deforman.
"Fortunata y Jacinta",de Benito Pérez Galdós, es un dramón en toda regla que presta atención a ciertas deformidades. Antón García Abril le puso música en la versión televisiva de Mario Camus de 1979-1980. Esto no viene mucho a cuento, lo sé, pero la música, como casi siempre, me trae buenos recuerdos. Es decir, me permite soñar despierto.
Intento hacer inventario. La autoridad y la sumisión. El lujo y la miseria. Me esfuerzo por compararlos y calibrar su fuerza deformante, pero no llego a ninguna conclusión convincente. Y cuando empezaba a pensar que tal vez los factores deformantes vienen a pares, en forma de dos extremos, tropiezo con el miedo y sospecho que su contrario no es tan peligroso. Y luego caigo en que no parece haber unidad de medida fiable y que por ello resulta imposible comparar deformidades. Y que hay deformidades y deformidades y algunas incluso tienen cierto atractivo...
Es un asunto resbaladizo, de esos -cada vez más frecuentes- en los que me pregunto si lo que pienso u opino no es más que un sistemático intento de justificar lo que soy: en este caso, de convencerme de que no soy deforme o no demasiado, y de que hago bien procurando renunciar a cualquier autoridad o padeciendo grave incomodo ante el menor atisbo de lujo. O de justificar lo que cada vez me resulta menos discutible: que las sociedades libres e igualitarias son las menos repugnantes precisamente porque son las que menos nos deforman.
"Fortunata y Jacinta",de Benito Pérez Galdós, es un dramón en toda regla que presta atención a ciertas deformidades. Antón García Abril le puso música en la versión televisiva de Mario Camus de 1979-1980. Esto no viene mucho a cuento, lo sé, pero la música, como casi siempre, me trae buenos recuerdos. Es decir, me permite soñar despierto.
2 comentarios:
Qué confusa me dejó, no sé si entendí bien su argumento. Comparto con usted eso de que hay deformidades atractivas; en cierta ocasión posteó uno donde defendía a los "malos" de las pelis porque resultan más interesantes. Creo que los individuos sí podemos ser deformes (p.ej. Bush), pero no sociedades enteras(EEUU). A la larga, son un peligro.
Y en cuanto a Fortunata y Jacinta, me pido a la primera (no me gustan las rubias, ji ji).
Beso y buena mañana.
Lo he expresado confusamente. Casi tampoco me entiendo. Andaba pensando en esas circunstancias que nos sientan mal, que nos hacen peores (dado lo que yo entiendo por mejores). Y en cómo es un error permanecer en tales circunstancias en aquellos casos en que podemos abandonarlas. Todo vago, un poco nada.
Venga, va, la rubia para mí. (Maribel Martín: otro sueño infantil-juvenil).
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