Fotografía de Don McCullin - ‘Snowy, Cambridge, early 1970s’

domingo, 4 de enero de 2009

Juegos

Hay un supuesto curioso en la teoría de juegos. Lo protagonizan tres imbéciles llamados Torpe, Mediano y Fenómeno, enfrentados entre sí y que un día resuelven acabar con su disputa a pistoletazo limpio mediante un trielo, truelo o como diablos queramos llamarlo, del que solo habrá de sobrevivir uno. Los tres tienen diferente habilidad con el tiro: Torpe acierta uno de cada tres disparos; Mediano, dos de cada tres y Fenómeno da siempre en el blanco. Para compensarlo acuerdan que Torpe disparará primero, Mediano después –si es que Torpe no lo ha matado con su primer disparo—y, por último, Fenómeno –si es que aún sigue con vida—, y así sucesivamente hasta que solo uno sobreviva.

Dadas esas condiciones, ¿cuál es la mejor estrategia para Torpe? Pensándolo un poco parecería que no hay alternativa mejor que la de disparar a Fenómeno, dado que si apunta a Mediano y acierta, Fenómeno acabaría con nuestro torpe héroe. Y aunque Torpe acertara a Fenómeno, todavía tendría alguna oportunidad dado que Mediano podría fallar el disparo.



La aparente paradoja, sin embargo, es que hay una estrategia aún mejor para Torpe: disparar al aire. Mediano disparará contra Fenómeno necesariamente, dado que si dispara a Torpe y acierta, algo bastante probable, será abatido después por Fenómeno. Y si Mediano acierta a Fenómeno, el siguiente turno será para Torpe. Si, por el contrario, Mediano falla, Fenómeno le disparará necesariamente a él –para eliminar al tirador más peligroso de los otros dos—y el turno volverá a ser de Torpe. En cualquiera de las sucesivas hipótesis, después de disparar al aire, el truelo se habrá convertido para Torpe en un duelo en el que él dispone del primer disparo.

Tiene algo de acertijo y por eso me encanta, aunque se trate de tres perfectos imbéciles, imbéciles precisamente por tratar de resolver sus diferencias de forma tan expeditiva y a un precio tan exageradamente alto.

Pocos días después de recordar con una sonrisa –y un baile— la victoria de Israel en el concurso de Eurovisión de 1979, los telediarios me retransmiten un nuevo episodio de guerra en aquel agitado rincón del planeta. La enésima violencia desatada entre el Fanático y el Ciego, dos jugadores que a la hora de intentar mejorar su difícil situación gustan de empujarse mutuamente en dirección a lo más profundo del mismo callejón sin salida. Mientras Fanático apenas sabe expresarse más que a través de la rabia y su irracional deseo de acabar con el otro, Ciego se enfrenta a su miedo lanzando bastonazos sin medir sus injustas consecuencias, perdiendo en el camino cualquier consideración por el otro.

Sé que es muy difícil afrontar correctamente la compleja situación, pero es mucho más fácil detectar lo inadmisible, la estrategia despreciable. Desde esa perspectiva, el panorama en el campo de juego es desolador: otros dos perfectos imbéciles. Y no son los únicos. Maldita geopolítica.

2 comentarios:

Daniel Hermosel Murcia dijo...

Al final, como siempre, gana la banca...
A ver cómo se portan los reyes.

Lenny Zelig dijo...

Fatal, ya me lo han advertido.