Fotografía de Don McCullin - ‘Snowy, Cambridge, early 1970s’

lunes, 28 de julio de 2008

El planeta de los simios (sobre lo que entiendo y lo que no)

“Esta noche voy a hablarles no como candidato a presidente sino como ciudadano, un ciudadano lleno de orgullo de los Estados Unidos y un ciudadano más del mundo”.
Frase extraída del discurso de Barack Obama en Berlín el pasado 24 de julio.



Parece que no hay manera de llegar a la ciudadanía del mundo sin pasar antes por el orgullo patrio. Para llegar al altar mayor hay que arrodillarse previamente ante una de las capillitas laterales. A veces, dos o tres. Usos y costumbres. En fin, estamos en campaña y además supongo que Obama es sincero, pero finalmente llega a donde creo que hay que dirigirse siempre. “Ciudadano”, “mundo” y “planeta” son términos que repite en su discurso y son precisamente los que me hacen inteligible la proclama política.

En contraste, las patrias chicas son las que me levantan dolor de cabeza: me resulta imposible entender qué dicen los que enarbolan sus banderas. Chino mandarín.

"Los socialistas catalanes te queremos bien, te queremos mucho, pero aún queremos más a Cataluña y a sus ciudadanos, los queremos apasionadamente, nos debemos a ellos, nos debemos a sus ciudadanos, a sus problemas, a sus expectativas, a su justas demandas, a su cultura, a su lengua y a su Estatut, que vamos a defenderlo con todas nuestras fuerzas". Palabras de José Montilla dirigidas a Zapatero en el último congreso del P.S.C.



Montilla y la pasión. Otro que no sale de la tercera capillita de la izquierda, todo el santo día sacando brillo al retablito lateral mientras algunos monaguillos le dan pescozones porque sus padres fueron evangelistas. La estúpida crueldad termina en fructífera enseñanza: los golpecitos en la nuca refuerzan la voluntad de nuestro hombre para seguir dándole que te pego con la gamuza a los adornos de la capilla, que cada vez son más y cada vez más barrocos.

Cierro sin miramientos la verja de la capillita y huyo del irrespirable ambiente del templo. Necesito aire fresco. Me lo proporciona Jane Goodall. Sus palabras sobre los chimpancés son las que me hacen más inteligible el término humano.




Aprendan, capellanes, monaguillos, píos y demás tropa, y empiecen a llamarse por su verdadero nombre: simios del mundo.

Soy uno más. Ecce simius. (O como diablos se decline).

miércoles, 16 de julio de 2008

Camaradas

La televisión y yo, esa pareja desconcertante. Y la HBO, esa caja de sorpresas.

Ahora le toca a “Band of Brothers” (“Hermanos de sangre” en traducción local), una serie que vi a trompicones y que me he propuesto ver ordenadamente.



La guerra y yo, esa pareja imposible. A pesar de todo, la serie me absorbe. Aunque camina al borde del peligroso precipicio de la épica, acaba siendo sincera y mostrando el desastre y la mugre.

La serie gira en torno a la camaradería. Eso tan necesario en los tiempos difíciles. Pero no puedo dejar de pensar en que la camaradería es tan imprescindible como venenosa: impide tomar verdadera conciencia de la realidad y de la infamia. Me desconcierta. En este punto el cuaderno de ruta no marca ninguna. No sé, no sé. Como casi siempre.

martes, 8 de julio de 2008

¡Joder!

Estoy en temporada de exclamaciones. Ya pasará. Pero ésta me ha salido del alma. Me escapo unos días que no me puedo permitir y al regreso me encuentro con que los guiñoles dicen adiós. Esto no se hace a un tipo que apenas está para poco más que bromas. Es cruel. Entre una prensa desaforada y unos telediarios veraniegos que sólo son una insufrible crónica de sucesos, me arrebatan un valiosísimo rastro de humor inteligente y siempre revelador. El asunto no tiene nombre, sólo una exclamación.


Ni lo del asombroso Nadal (y el sublime Federer) lo pueden arreglar.



Pero ya está. Muchachino, hay que joderse pero no desesperar. Hay que seguir buscando.