Fotografía de Don McCullin - ‘Snowy, Cambridge, early 1970s’

jueves, 8 de mayo de 2008

Toy Story

El mundo es un inmenso laboratorio. Los experimentos se suceden y los resultados, de mejor o peor manera, se van conociendo, pero la humanidad tiene gravísimas dificultades para interpretarlos.

Un ejemplo. La química-política lleva siglos comprobando que “cualquier dosis de civilización sumergida en no importa qué dosis de barbarie genera grumos pestilentes”. Más sorprendente aún es que ha podido calcularse que la pestilencia es directamente proporcional al cuadrado de la barbarie. En la historia de la química-política se han conocido varios laboratorios literalmente sepultados bajo toneladas de grumos. Con los años muchos de ellos han quedado con forma de suave colina, recubiertos por una fina capa vegetal. A veces se sabe lo que fueron y a veces ni eso.

Pensé (una vez más) en la toxicidad de la barbarie al leer este artículo sobre Nick Broomfield.

"Que en una situación de guerra es imposible avanzar en las relaciones humanas. Y que en una guerra, en cualquier guerra, es inevitable que se produzcan atrocidades contra civiles. Sabiendo esto, los arquitectos de la guerra de Irak -Bush, Rumsfeld, Cheney, Blair y compañía- deberían ser procesados por crímenes de guerra, del mismo modo que lo están siendo hoy, ante un tribunal militar estadounidense, marines de 17 años acusados de participar en las matanzas de Hadiza. Me parece grotesco que un presidente que ha legitimado la tortura evada la justicia y pase plácidamente al retiro, mientras que los chicos soldados bajo su mando acaben en la cárcel tachados de asesinos".

¿Dónde está el disparate?

Hadiza, My Lai o cualquier otra atrocidad sin apellidos cometida en nombre de la civilización nos enseña que puede jugarse a la química-política sólo si se hace con Quimicefa, o a los soldaditos sólo si son de plomo. Y que si nos sobreviene el ardor guerrero, haremos bien en seguir el ejemplo de Andy y limitarnos a enfrentar sin piedad a Woody y a Buzz. Hasta el infinito y más allá.

No se nota y tal vez sea mejor así pero, sin que sirva de precedente, estoy hablando a voces.

9 comentarios:

Daniel Hermosel Murcia dijo...

Ains, ¿qué decir?

Anónimo dijo...

No sé, creo que habría que matizar.
Lo peor de las guerras es que cambian las formas, pero no el contenido. Y sucede así desde que el mundo es mundo: una sola persona que ostenta el poder -autorizado legítima o ilegítimamente- dirige a un grupo para que mate por diferentes razones. Siempre hay "una moto que vender" -territorial, religiosa- económica-, pero lo sorprendente es que un único ser humano pueda "ser convertido" en la causa explícita y directa de un acto de barbarie.

Y aquí es donde entra en juego nuestro cinismo. Condenamos a los personajes principales y secundarios, no al argumento mismo (¿inherente al ser humano?) de la guerra. ¿Sólo es culpable el dirigente político? yo creo que lo verdaderamente terrible es nuestra pasividad como testigos.

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Bueno, me levanté un poquino guerrillera. Ahora me pondré a corregir, ja ja. Un abrazo, querido camarada. Es usted un sol. B

Lenny Zelig dijo...

Soy más optimista. No creo que la guerra sea inherente al ser humano ni que nada esencial haya cambiado. Vamos aprendiendo, aunque sea despacio, y por eso mismo mi indignación es aún mayor frente a la irresponsable invocación a la sangre, realizada precisamente por quienes nunca se mancharán con ella. (Si en mi mano estuviera, pondría a esos imbéciles de inmediato en el frente).

No discuto que, siendo exigentes, la responsabilidad recae de algún modo sobre todos. Pero necesariamente veo las diferencias, como la que existe entre las moléculas atrapadas en una violenta reacción química y la mano que maneja el tubo de ensayo protegida por un guante.

Anónimo dijo...

¡Déme una prueba de que vamos aprendiendo, o un ejemplo de cultura que nunca haya estado en guerra!

No sé, su otimismo/idealismo me parece encantador, y por eso me gusta debatir con usted ^^

Lenny Zelig dijo...

En muchos lugares apenas ha cambiado nada, pero en otros la transformación ha sido tan radical que simplemente roza el milagro histórico.
Un ejemplo: un investigador científico de origen judío -busco una representación de la civilización- en la Alemania o Austria de 1925 podría pasar estrecheces económicas (como la inmensa mayoría de la población) y estaría seguramente espantado por la reciente experiencia de la Gran Guerra. Pero tendría esperanzas de que en adelante el mundo (al menos Europa) sería mejor. Estaría equivocado y lo comprobaría poco tiempo después.

¿Y hoy? ¿Son equiparables las esperanzas o el riesgo de salvaje frustración?

No minimizo los retos ni sus amenazas, ni los reiterados tropezones. No niego las desiguales experiencias según el lugar o el grupo social. No niego lo muchísimo que queda por hacer. Pero avanzamos, y en algunas partes del planeta, con sorprendente velocidad.

my blue eye dijo...

No estoy segura de haberle entendido del todo, ya que ando más bien estúpida últimamente. Y confieso no haber leído más del artículo que lo que usted transcribe. Sin embargo, creo que hay que darle a cada uno en la medida de lo que hace o de cómo actua: a los soldados que cometen atrocidades debemos juzgarles, y al presidente que legitima la tortura... también, porque comete actos claramente ilegales a pesar de haber suscrito acuerdos internacionales contra la tortura. Si fuéramos americanos...

Lenny Zelig dijo...

Tiendo a hablar de forma indirecta de aquello que me subleva. Cuanto más me subleva, más indirecto. Es la única forma de controlarme.

Aunque debiera ser como dice, la realidad es que no se da a cada uno en la medida de lo que hace. Los últimos responsables, los que dan la orden de iniciar el caos, siempre quedan a salvo. Llegado el caso se juzga la demencial conducta de peones llevados a situaciones límite, mientras los que encienden la mecha de la barbarie, los que entrenan, arman y transportan al avispero a los violentos peones, sólo responden de un error de cálculo político que saldan con un castigo electoral. Será tal vez deformación profesional (suelo estar enfrascado en asuntos de responsabilidad penal o patrimonial), pero no concibo que se reserve la menor responsabilidad a los más negligentes y más determinantes en el plano causal, a los que más imputable es el dramático resultado y no cuentan con eficaces causas de justificación. Ésta es casi una constante histórica y no debiera seguir siéndolo si queremos un mundo menos imperfecto.

(Si fuera americano…, andaría pensando en la mejor manera de lograr un presidente del partido demócrata, ahora mismo la única dirección correcta -o menos incorrecta. Por Dios, América, no te equivoques).

Anónimo dijo...

Hummmm, no sé. Yo me refiero sobre todo a que no sólo se "refina" más al arte de la guerra (aumenta el número de víctimas, se especializan los tipos de torturas, etc.), sino también a que pareciera que el ser humano está insensibilizado ante la barbarie. Seguimos igual que en la Edad Media, cuando la práctica bélica formaba parte de lo cotidiano. Garcilaso era soldado y poeta, el supuesto refinamiento y superioridad intelectual no impedía que se dedicara a combatir. Es lo paradójico.

Es cierto que contamos con la Declaración de los Derechos Humanos y todo eso, pero ¿hay realmente un cambio de pensamiento en el Hombre? Las cifras de muertos en el telediario nos deja indiferentes, tenemos asumido que "es así, y punto. No se puede hacer nada porque las guerras las montan los jefes de Estado".
Avanzan las leyes, pero no hay un verdadero cambio de mentalidad.

Me encantaría darle la razón, de verdad que sí, pero es que yo no veo avances, o al menos, todos los que se necesitan.

Un abrazooooooooooooo...

Lenny Zelig dijo...

Vamos, vamos, claro que hay cambios.
En la inmensa mayoría de los tiempos anteriores no podríamos ser como somos y no habría forma de ser mejores. O seríamos peores o estaríamos de algún modo proscritos.
Fdo: tipo al que le encanta la Historia tanto como le horrorizaría un viaje a través de ella.

(Como siempre, me quito el sombrero mientras la veo hacer piruetas en su avión).