
Andrés era un tipo formal que vivía cerca del colegio. Era muy deportista y lo recuerdo entrenarse corriendo por las calles que rodeaban su manzana. Algo asombroso para quien, como yo, siempre ha corrido menos de lo indispensable. No llegué a entrar en su casa. En mi patológico caso de visitante de cuevas ajenas ese detalle dice mucho del alcance de nuestra relación: fuimos simples conocidos de la escuela.
Como fuimos a institutos diferentes le perdí la pista al concluir la E.G.B. Varios años después nos tropezamos en la calle, nos reconocimos y decidimos tomar algo mientras charlábamos de lo que había sido de nuestra vida. Estaba en el ejército, como suboficial. Recordaba que tenía dos hermanos más pequeños y le pregunté por ellos. Me dijo que su hermana Leo (Leíto), dos años menor que él, estaba en algún lugar de México, a donde había ido de la mano de los Legionarios de Cristo, quienes tenían un seminario en las afueras de la ciudad. Hacía ya años que nada sabían de ella a pesar de las muchas gestiones que habían realizado. Recuerdo bien, porque me impresionó, que me dijo que hasta sus padres se habían hecho a la idea de que la habían perdido definitivamente.
El asunto de la placa de Santa Maravillas de Jesús en el Congreso de los Diputados ha despertado mi interés por el personaje que ascendió a los altares desde algún punto de la Carrera de San Jerónimo. Los aislados pensamientos de la carmelita descalza que he leído en un blog entusiasta me permiten comprender la pasión que puede fluir en el interior de un convento.
“Considerando que Dios se hizo hombre por nuestro amor, no sé cómo no nos volvemos todos locos de amor por él”.
"Con Él todo se hace suave y dulce, aun lo más amargo".
"Si Él está contento, ¿qué más podemos querer?"
"Si has nacido para morir de amor, ¿qué te importa todo lo demás?”
"Nada nos puede quitar el vivir con Él, amándole y procurando agradarle y consolarle".
"¡Cómo tenemos que ser con Él y qué delicadezas de amor tenemos que tener; que amor con amor se paga!”
Son palabras de una mujer perdidamente enamorada de un hombre absolutamente idealizado. Un éxtasis amoroso provocado por un fantasma. Más que religioso, veo algo profundamente humano.
El caso es que una mujer tan entregada y enamorada es extraordinariamente vulnerable. Manipulable.
Y me acordé de Leíto.
Como fuimos a institutos diferentes le perdí la pista al concluir la E.G.B. Varios años después nos tropezamos en la calle, nos reconocimos y decidimos tomar algo mientras charlábamos de lo que había sido de nuestra vida. Estaba en el ejército, como suboficial. Recordaba que tenía dos hermanos más pequeños y le pregunté por ellos. Me dijo que su hermana Leo (Leíto), dos años menor que él, estaba en algún lugar de México, a donde había ido de la mano de los Legionarios de Cristo, quienes tenían un seminario en las afueras de la ciudad. Hacía ya años que nada sabían de ella a pesar de las muchas gestiones que habían realizado. Recuerdo bien, porque me impresionó, que me dijo que hasta sus padres se habían hecho a la idea de que la habían perdido definitivamente.
El asunto de la placa de Santa Maravillas de Jesús en el Congreso de los Diputados ha despertado mi interés por el personaje que ascendió a los altares desde algún punto de la Carrera de San Jerónimo. Los aislados pensamientos de la carmelita descalza que he leído en un blog entusiasta me permiten comprender la pasión que puede fluir en el interior de un convento.
“Considerando que Dios se hizo hombre por nuestro amor, no sé cómo no nos volvemos todos locos de amor por él”.
"Con Él todo se hace suave y dulce, aun lo más amargo".
"Si Él está contento, ¿qué más podemos querer?"
"Si has nacido para morir de amor, ¿qué te importa todo lo demás?”
"Nada nos puede quitar el vivir con Él, amándole y procurando agradarle y consolarle".
"¡Cómo tenemos que ser con Él y qué delicadezas de amor tenemos que tener; que amor con amor se paga!”
Son palabras de una mujer perdidamente enamorada de un hombre absolutamente idealizado. Un éxtasis amoroso provocado por un fantasma. Más que religioso, veo algo profundamente humano.
El caso es que una mujer tan entregada y enamorada es extraordinariamente vulnerable. Manipulable.
Y me acordé de Leíto.