
Proliferan los blogs, oí que se decía. La gente necesita hablar en voz alta, pensé. Un día de estos tendré que ponerme al día en lo que está sucediendo, me dije. Así que empecé a leer asiduamente algunos blogs de personajes conocidos. Como ya dije en otra ocasión, a través de uno de ellos llegué al de las
antípodas y a su absorbente relato. Nacieron entonces mis ganas de sumarme a la corriente de voces.
Hubo un tiempo en que escribí un diario que al final destruí. De eso hace ya muchos años. Sentí que con el blog recuperaba aquella costumbre. Desde mi anonimato el nuevo diario sería aparentemente público, pero sabía y sé que es realmente tan secreto como aquél que escribí a mano.
En las antípodas conocí a
Lucía y a
Pablo. Visité sus casas, me gustaron y se lo dije. Así son las formas en este mundo tan agradablemente (casi siempre) cortés. De Lucía me gustó mucho su análisis de una serie de televisión que sólo conocía de oídas y de la que luego algo llegué a ver. Y después he tenido ocasión de agradecer sus exposiciones de filosofía política o sus historias de Cuba. Con Pablo volví a disfrutar de las frases largas que a mí me resultan tan esquivas. Tal vez mi viejo pasado de opositor se revolvió en el cerebro provocando una natural afinidad. Aprecio muy sinceramente el esclarecido análisis de la realidad política que los dos realizan. En contra de mi cargante tendencia, me resulta difícil contradecirles sensatamente en nada. A partir de ellos, claro, he saltado hasta otros. Todos ellos forman un interesante grupo de debate al que me gusta asistir, generalmente como oyente.
A través de Lucía conocí a
Nootka y a su algo indefinible que me gusta. Estoy en deuda con ella por avivar mi lado más gamberro.
Aunque le he dedicado un buen rato a la tarea, no recuerdo cómo tropecé con la
Aviadora de Metal. Una gata huraña que hasta el momento no me ha lanzado ningún zarpazo, demostrando que, o bien no lo es tanto, o tengo el poder de amansar a las fieras, algo que, ahora que lo pienso, me sucede (bien, a veces no) en la vida real. Es mi “signorina” y no se me ocurre otra forma de resumir todo lo importante que ella es. Ha sido el más poderoso estímulo para seguir aquí y me ha obligado a prestar atención a la poesía. A partir de ella también he podido llegar hasta personas sumamente interesantes, otras amantes de la poesía y la literatura.
Precisamente a través de la Aviadora conocí a
Daniel, un tipo esencialmente lúcido e imaginativo. Eso lo hace singular y, por ello, inclasificable. Y a partir de Daniel también he podido saltar a otros lugares también interesantes. Si tuviera tiempo para explorarlos suficientemente me permitirían saltar a otros y a otros y a otros…
Pero hay un límite, aunque no sé exactamente dónde. Y una vida real que consume la mayor parte de nuestro tiempo y está bien que así sea. Tampoco quiero decir que ésta sea irreal, que no lo es, pero aún me parece experimental. En cualquier caso quería detenerme un instante y hacer balance de estos meses. No tengo ninguna duda: es excelente. Y no tanto porque me haya permitido descubrir ciertos aspectos de mí mismo, sino porque me ha permitido conocer a los otros.
Con su permiso me quedaré por aquí, entre ustedes, quién sabe hasta cuándo. Es un placer.
La vida es bella.