En esto de la crisis y la forma de superarla hay dos planos. Por un lado, el de las medidas racionales que, teniendo muy presentes nuestros cretinos instintos, sirvan para encauzarlos hacia lo que consideramos (¿cretinamente también?, quién sabe) mejor. Es un plano en el que mi completa ignorancia económica me impide decir nada.
Pero luego está el plano de las actitudes, esas que sí, lo sé, apenas pueden cambiarse y que a lo sumo lo hacen lentísimamente, si es que cambian. Lo que se dice en relación con ese plano es básicamente verborrea, un puñado de buenos y simples deseos, sí, también lo sé, pero es mi campo. Algo así como ejercicios de autoayuda social al modo del insufrible Bucay, cuyo disfraz de charlatán, sí, también lo sé, últimamente llevo a cuestas. Pero como observo que es muy fácil criar perfectos cretinos, irresponsablemente, habrá que intentar que uno mismo lo sea algo menos, por muy inútil que termine siendo el esfuerzo.
Este es mi sermón, hermanos:
El esfuerzo acaba recayendo sobre la clase media, se dice con irritación. Sin embargo, en verdad os digo que no imagino que pueda ser de otro modo. Dejando al margen consideraciones sobre la justicia, no hay nada más lógico. No es solo que sea la más numerosa, es que la clase media constituye el punto de apoyo de una sociedad realmente desarrollada y en ella radica la mayor consciencia del esfuerzo colectivo que requiere mantener el bienestar general. De hecho puede decirse que la unidad de medida del progreso social, al menos tal y como yo lo entiendo, es la tasa de crecimiento de su clase media.La clase alta puede construirse su propia comodidad, su propio mundo, mientras la escasez de recursos y las exigencias de la supervivencia en la clase más baja limitan decisivamente su capacidad de cooperación. Hay excepciones, sin duda, hay filántropos adinerados y experiencias solidarias de autogestión en la marginalidad, pero en una sociedad como la nuestra el empuje colectivo está en la clase media y no podemos esperarlo en ningún otro lugar. Pese a la indiferencia general y el fastidio de algunos, realmente vivimos en una mesocracia. Bien mirado, todo ello no es algo de lo que lamentarse, sino de lo que responsabilizarse. Y si en una crisis como la presente la clase media asume los sacrificios necesarios para no perder miembros, sería incluso algo de lo que enorgullecerse. (Nada mejor que este blog para predicar perogrulladas en el desierto).