Fotografía de Don McCullin - ‘Snowy, Cambridge, early 1970s’

jueves, 25 de enero de 2024

Aleluya

Imperdonable el disfraz de princesita. El atuendo masculino no fue una canallada menor. La puesta en escena la diseñó cuidadosamente el enemigo. La primera voz masculina irrumpió cual payaso de la tele. El solista masculino que apareció después exhibió la misma gracia y soltura que el alumno de segundo de primaria en la representación navideña del colegio. Como no les pareció suficiente, acabaron imitando el inconfundible cabeceo de los teleñecos.



Así fue, ciertamente. El mismísimo Dios, loado sea, debió de removerse en su trono. Pero..., pero prácticamente es Navidad, Gali Atari tiene una fragilidad cautivadora, la cancioncilla me sigue gustando y ésta sé bailarla.

Al fin y al cabo el verdadero crimen de aquella Eurovisión de 1979 fue que casi ganó Betty Misiego. Casi pero no. Aleluya.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Recaída

No lo he podido evitar.



http://ahoraquecaigo.blogspot.com/

miércoles, 18 de agosto de 2010

The End

Tal vez haya servido para ordenar algo mis ideas, aunque creo que si realmente se han aclarado en alguna medida no es debido a este blog sino a lo que la red me depara como mero observador.

Las ideas. Las mías, finalmente, son insignificantes y se resumen en un breve párrafo. En la vida, sea la individual o la social, conviene considerar que no hay ningún objetivo final, sólo rumbos posibles hacia ninguna parte. Elegir los mejores es una honesta tarea ineludible, pero es más difícil de lo que parece y por eso mismo la dejo en otras manos. Solo está a mi alcance intentar descubrir algunas de las circunstancias -el miedo, el poder, la opulencia, la miseria- que hacen más difícil la elección y encontrar el modo de eludirlas y, si es necesario, escapar de ellas. Y confiar luego en la suerte. Francamente, para esa tarea de frailecillo medieval este blog es completamente innecesario.




P.S.: Y si me sobreviene la torpe verborrea, que no digo que no y que miedo me da, ya veré dónde la deposito. Será por lugares.

lunes, 26 de julio de 2010

Hasta la tercera y más allá



O cómo saber hacer una segunda secuela con el mismo talento y brillantez que la primera película. Una gozada.

viernes, 9 de julio de 2010

Al frenesí, puerta

La roja, la rojigualda o la madre que la parió, que viva, que estoy disfrazado nuevamente de forofo pero sin banderita, pero si es casi Cataluña la que juega, Cataluña, el tótem que siente y padece y nos habla mientras los policías descubren que no pueden detener sin orden de un juez, que manda huevos, que entre ciertos jurisconsultos de casino, sesudos constitucionalistas y el mismísmo padre Montilla, no hago más que aprender el Derecho del revés, que ya la pérfida no es la Albión, es Rubalcaba, que ya ni hay espacio para la crisis económica de lo animado que está el patio con alegres manifas y pronunciamientos variopintos, así que algo tendré que hacer que me veo quieto y me preocupa, que será irresponsabilidad y dejadez.

Pero cuánto entusiasmo en el personal, y qué panorama más espantosamente aburrido y qué ruido tan molesto. Qué calor.

Cierro suavemente la puerta y ya no oigo nada. Alivio. Ahora mismo solo admito un poco de Gustav Mahler y si se pone melancólico. El adaggieto de la 5ª Sinfonía derretía a Alfonso Guerra y a cualquiera con la mínima sensibilidad necesaria para sumergirse en una música ya para siempre ligada a una muerte en Venecia, pero no conviene olvidarse del arranque del tercer movimiento de la 4ª mientras tomamos un sorbo de cerveza helada.




Y el mundo, de pronto, desaparece.

viernes, 18 de junio de 2010

La última estación

Los escasísimos grandes humanos, si son verdaderamente grandes, son los primeros en considerar sus imperfecciones. Los muchos devotos, sin embargo, si somos verdaderamente devotos, somos incapaces de concebir las imperfecciones de aquellos a quienes admiramos en exceso. De modo que, precisamente por el respeto que merece la grandeza, sobran las devociones, salvo que sean muy imperfectas.




“The Last Station” (2009), de Michael Hoffman.

Basada en la novela de Jay Parini sobre los últimos días en la vida de Leon Tolstoi, narra grandezas, devociones e imperfecciones en Yasnaya Poliana y en la estación término.

En otro tiempo habría vuelto a verla en seguida. Ya no, por mucho que también salga en ésta, precisamente con uno de mis más frecuentes y cargantes disfraces, cada vez más polvoriento: el de perseguidor de héroes o sueños o fantasmas, que en realidad son lo mismo.




martes, 15 de junio de 2010

Péplum

El calor asfixia Capua. Es la vida en mitad de la mugre, la violencia y la barbarie, aunque no parece haber aires mucho mejores más allá de los límites de una República que aún no sabe que sucumbirá, y donde Cornelio Léntulo Batiatus, la verdadera alma de la primera temporada, tiene grandes planes y un destino. Y a saber por qué, yo, Pacificus Zeligus, quiero ver todo eso de cerca mientras me revuelco en el detritus de una brutal civilización.



Spartacus, Blood and Sand (Starz Entertainment, 2010). Excesiva y sanguinolenta, desde luego, pero con una trama que va ganando pulso, sostenida por personajes que van adquiriendo consistencia. Se recomienda, no obstante, verla con una bacinilla a la vera y no precisamente para las pipas.

jueves, 10 de junio de 2010

Arrullo

No puedo tener más sueño. Si lo tuviera estaría dormido.

Una nana estaría bien, Hélène.



Merci.

domingo, 6 de junio de 2010

Cine y vocaciones

En el periódico local entrevistan hoy al que fue Fiscal Jefe del Tribunal Superior de Justicia de Extremadura. Todo un personaje. Afirma que su vocación como fiscal nació del protagonista de "Matar un ruiseñor" (1962).



Mi caso es diferente. La primera vez que vi aquella deliciosa película, el personaje de Atticus Finch no me pareció un ejemplo profesional, sino un modelo humano. Así que prefiero pensar que mi tardía vocación de picapleitos la despertaron personajes de otra pasta, menos excepcionales o más bien nada excepcionales en absoluto.

Espero que no se me olvide: en mi futura entrevista tendré que citar al abogado Wirf de "Nobody's Fool" ("Ni un pelo de tonto", 1994).

lunes, 24 de mayo de 2010

Epístola de Zelig a sí mismo

En esto de la crisis y la forma de superarla hay dos planos. Por un lado, el de las medidas racionales que, teniendo muy presentes nuestros cretinos instintos, sirvan para encauzarlos hacia lo que consideramos (¿cretinamente también?, quién sabe) mejor. Es un plano en el que mi completa ignorancia económica me impide decir nada.

Pero luego está el plano de las actitudes, esas que sí, lo sé, apenas pueden cambiarse y que a lo sumo lo hacen lentísimamente, si es que cambian. Lo que se dice en relación con ese plano es básicamente verborrea, un puñado de buenos y simples deseos, sí, también lo sé, pero es mi campo. Algo así como ejercicios de autoayuda social al modo del insufrible Bucay, cuyo disfraz de charlatán, sí, también lo sé, últimamente llevo a cuestas. Pero como observo que es muy fácil criar perfectos cretinos, irresponsablemente, habrá que intentar que uno mismo lo sea algo menos, por muy inútil que termine siendo el esfuerzo.

Este es mi sermón, hermanos:

El esfuerzo acaba recayendo sobre la clase media, se dice con irritación. Sin embargo, en verdad os digo que no imagino que pueda ser de otro modo. Dejando al margen consideraciones sobre la justicia, no hay nada más lógico. No es solo que sea la más numerosa, es que la clase media constituye el punto de apoyo de una sociedad realmente desarrollada y en ella radica la mayor consciencia del esfuerzo colectivo que requiere mantener el bienestar general. De hecho puede decirse que la unidad de medida del progreso social, al menos tal y como yo lo entiendo, es la tasa de crecimiento de su clase media.

La clase alta puede construirse su propia comodidad, su propio mundo, mientras la escasez de recursos y las exigencias de la supervivencia en la clase más baja limitan decisivamente su capacidad de cooperación. Hay excepciones, sin duda, hay filántropos adinerados y experiencias solidarias de autogestión en la marginalidad, pero en una sociedad como la nuestra el empuje colectivo está en la clase media y no podemos esperarlo en ningún otro lugar. Pese a la indiferencia general y el fastidio de algunos, realmente vivimos en una mesocracia.

Bien mirado, todo ello no es algo de lo que lamentarse, sino de lo que responsabilizarse. Y si en una crisis como la presente la clase media asume los sacrificios necesarios para no perder miembros, sería incluso algo de lo que enorgullecerse.

(Nada mejor que este blog para predicar perogrulladas en el desierto).